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Bajo el nacimiento del río Mundo

Plaza de España · Albacete

Juan Carlos Marset. Un paseo por Oxford lo trajo de nuevo a Sevilla. Ha vivido en dos de las ciudades donde jugó Maradona. En su casa de Albacete siempre hubo una Giralda de adorno.

Bajo el nacimiento del río Mundo
Francisco Correal

28 de septiembre 2014 - 05:03

LA idea de globalización se la debe a su bisabuela. Esta emprendedora repartió entre su numerosa prole el cortijo de la Basilisa, justo debajo del nacimiento del río Mundo. La vida de Juan Carlos Marset tiene un halo tridimensional. Aunque nace en Albacete, sus primeros meses transcurren en Riópar, donde se instalaron los Marset, una familia de fundidores catalanes pioneros de la alpaca y la navaja. Según le confió una vez Juan Marsé, esos apellidos proceden de los judíos que se convirtieron al catolicismo para no dejar la judería de Barcelona. Hijos de la Merced.

Primer aliento en una zona que es huerta de Murcia, que es manchega y andaluza, "la primera referencia para salir de la miseria era Linares". Albacete es un lugar de paso "que conocen muy bien los sevillanos que van a Barcelona y quieren evitar la costa o la sierra". Es una equidistancia casi espiritual entre Sevilla, "en mi casa siempre ha habido una Giralda", y Barcelona, la procedencia de Marset y Guillot, nombre de una empresa familiar que en la penúltima generación conoce los sinsabores de la ruina.

La familia se recompone. El niño va al colegio en Puertollano y al instituto en Santander, la patria chica de su madre. La Giralda que adornaba su casa empezará pronto a cristalizar. Estudia Filosofía en la Autonóma y el hechizo de un libro, Poíesis, le lleva tras su autor, Diego Romero de Solís. Llega a Sevilla en 1982 para terminar la carrera. Aquí crea con otros compañeros de clase el Aula María Zambrano, una mujer tan decisiva en su vida como la bisabuela del cortijo subfluvial.

Conocerá a la discípula de Ortega gracias a Aquilino Duque. Le escribe una carta a su casa de La Piéce, en Suiza, y cuando la malagueña ahora inmortalizada en una estación de tren vuelve del exilio, Marset y otros tres compañeros la visitan en su casa de Madrid con el presente de un mantón de Manila adquirido en la calle Sierpes.

Marset completa sus estudios en Estados Unidos. El destino cambia después de un paseo en Oxford, de nuevo con Diego Romero de Solís. "Por él vine a Sevilla a estudiar y por él vuelvo para trabajar de profesor de Estética en la Universidad". Se unen otros factores: la caída del muro de Berlín, ganar el Adonais de poesía con su libro Puer Profeta, triunfo literario que celebró con sus amigos en el restaurante del piso 116 de una de las Torres Gemelas de Nueva York.

Otro Romero de Solís, Perico, le encarga la dirección de la delegación sevillana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. En la matriz santanderina conoció a Patricia, su mujer alemana. "Yo vivía en Estados Unidos y fui a Santander a ver a mi madre; ella vivía en Alemania y fue a un curso de Filología Hispánica en el que participaban Emilio Alarcos y Domingo Yndurain. El poeta Pepe Hierro me ayudó a seducirla". Es la madre de sus hijos Mario y Alberto. Uno juega al fútbol americano, el otro al rugby. Marset no es nada futbolero, pero su etapa municipal coincidió con el mayor aluvión de títulos balompédicos que ha recibido la ciudad. Un paisano de Fuentealbilla anotó el gol que le dio a España un Mundial y cuando este filósofo llega a Nápoles, acogido por las hijas hispanistas de Benedetto Croce -Alda, Elena, Silvia-, a muchas calles le han borrado el nombre original para ponerles el de Maradona, que entonces jugaba en la cuna de Croce y de Sofía Loren.

Ha vivido Marset en dos de las ciudades en las que jugó el astro argentino, que nunca fichó por el Albacete para completar el cerco. Alfredo Sánchez Monteseirín lo fichó para la política. "Tardé más de un año en decir que sí. Entonces todavía mataban concejales. Había conocido a Alberto Jiménez-Becerril en la Menéndez, la misma noche que lo mataron yo estuve con mi mujer en el Antigüedades. Éramos vecinos". Marset vive en la misma calle Jamerdana, "yo creo que en la misma casa", donde nació Blanco White.

Este hijo del río Mundo, epílogo vital del padre de Jorge Manrique y del Tempranillo, tocó todos los palos de la cultura: la programación del Central, dos ediciones de la Bienal, las que dirigió Domingo González, el Servicio de Promoción Cultural de la Universidad cuando Adolfo González era vicerrector. "A Adolfo lo llamó el PP, Javier Arenas, y a mí el PSOE". Monteseirín le renovó el contrato en 2007, pero a la semana de la toma de posesión el ministro César Antonio Molina se lo llevó de director general. Trató con muchos sectores, incluido el circo, gremio que tiene su sede simbólica en el Teatro Circo de Albacete donde de niño cantó en el coro de los Salesianos.

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