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El mundo de ayer… y el de mañana

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Recepción. Luis Enrique Flores, secretario municipal desde 2007, ingresa en la Academia de Legislación y Jurisprudencia luciendo la medalla número 4 que llevaba Manuel Clavero Arévalo

Luis Enrique Flores, en su toma de posesión. / Juan Carlos Muñoz

Las Cortes de Cádiz de 1812 consagran en su artículo 320 la figura del secretario municipal. Unos meses después de la Constitución de 1978 se constituyen los Ayuntamientos democráticos. Las nuevas corporaciones veían con recelo esa figura del secretario municipal e incluso se planteó su desaparición. Un anhelo en el que se unieron "partidos de izquierdas, nacionalistas y el ministro Martín Villa". Este viaje entre las dos Constituciones más importantes de nuestra historia lo realizó Luis Enrique Flores Domínguez (Pilas, 1961) en su discurso de ingreso como miembro de la Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia.

Una sesión tan solemne como emotiva en el Colegio Notarial, donde el nuevo académico tuvo palabras para su familia, para la pérdida demasiado rápida de su padre biológico, la de su padre espiritual, Juan del Río. Luce la medalla número 4 de Manuel Clavero Arévalo. Flores Domínguez habló en nombre de esos miles de secretarios que pululan por los casi diez mil municipios españoles, muchos trabajando "en una soledad a veces muy dolorosa". "La Academia es un honor, pero no es una canonjía", dice Francisco López Menudo, presidente de la Academia, que fue su profesor en tercero y en quinto de carrera. "Era el más listo de la clase". Tiempos de la Fábrica de Tabacos, primeros años ochenta, ésos en los que la democracia municipal hizo tambalearse la figura del secretario municipal, cuyas principales funciones son la fe pública y el asesoramiento legal.

Pileño de cuna, Luis Enrique Flores lleva casi cuatro décadas ejerciendo de secretario municipal. Sus destinos fueron Huévar del Aljarafe, Sanlúcar la Mayor, Bollullos de la Mitación, Coria del Río y desde 2007 el Ayuntamiento de Sevilla. 'El secretario municipal: pasado, presente y futuro'. Era el título de su discurso de ingreso en la Academia. El mundo de ayer, como dijo citando la obra maestra de Stefan Zweig, y el de mañana, donde han de convivir la inteligencia artificial y el axioma de Chaplin en 'El gran dictador', "más que máquinas necesitamos humanidad". La que encuentra cada día cuando llega al Ayuntamiento y se encuentra en el ordenanza o el policía local un "buenos días, secretario". Empezó con unos versos de Bertolt Brecht.

Ha convivido en la Casa Grande con cuatro alcaldes. "De ninguno de ellos he recibido la más mínima presión". Antonio Muñoz Martínez, actual regidor municipal, en puertas de la campaña de las municipales, hizo las veces de secretario presidiendo el acto. Al final se fundió en un abrazo con el secretario. De corporaciones anteriores estuvo Antonio Rodrigo Torrijos, que ocupó asiento junto a Joaquín Moeckel. Hijos de personas que han merecido un lugar en el callejero de la ciudad, Amalia Torrijos y Otto Moeckel.

El secretario municipal tiene su bibliografía y su filmografía. Luis Enrique Flores citó la mala prensa que su profesión tiene en 'El laberinto español', de Gerald Brenan, aunque repuso su reputación Antonio Muñoz Molina, que en su libro 'Todo lo que era sólido' recuerda su etapa de administrativo en el Ayuntamiento de Granada. Hay secretarios municipales de novela, como Paco (en 'Juanita la Larga', de Juan Valera), Urbano ('Luz de domingo', de Pérez de Ayala, que llevó al cine Garci), Jerónimo (el secretario municipal de 'Bienvenido, mr. Marshall', la película de Berlanga) o al que encarna López Vázquez en 'El turismo es un gran invento' donde acompaña al alcalde (Paco Martínez Soria) a un viaje por la Costa del Sol.

Desde las Cortes de Cádiz, Luis Enrique Flores repasó la historia política de España desde la óptica del secretario municipal. Que tuvo como precedente al escribano de concejo, figura salpicada por la corrupción, la venta del oficio o la transmisión hereditaria. En 1823, en el trienio liberal, se aprueba el sueldo y la atribución de funciones del secretario, que se vio envuelto en un conflicto constitucional que acabó con el relevo de la reina regente por el general Espartero. Tiempo de moderados (1845), del turnismo de la Restauración (1874). Como la democracia también se escribe con renglones torcidos, fue en la dictadura de Primo de Rivera cuando se reconoce con todos sus derechos esta figura de la administración local. Será fundamental el Estatuto de 1924 impulsado por José Calvo-Sotelo, director general de la Administración Local. La primera víctima de la guerra civil.

La II República deja intacto ese Estatuto "por exigencias de realidad", aunque el nuevo académico citó a un historiador (Stanley G. Payne) que atribuye al gobernador civil de Oviedo la orden de meter en la cárcel "al cura, al médico y al secretario del Ayuntamiento". Con la dictadura de Franco, llega la depuración de los secretarios afectos a la legalidad republicana pero también la creación en 1940 del Instituto de Estudios de la Administración Local.

Vaivenes competenciales (estatales, autonómicas, vuelta al ámbito nacional) han marcado el destino de los secretarios municipales, sometidos a una triple escala demográfica: municipios mayores de 20.000 habitantes; entre 5.001 y 20.000 almas; con menos de cinco mil habitantes. En las tres categorías se ha movido Luis Enrique Flores a lo largo de su trayectoria profesional. En este repaso se detuvo en el daño que a su profesión le hizo "el estigma y la conciencia social de que el secretario es el que manda". Porque los alcaldes pasan, los secretarios permanecen. Hubo un momento en el que "el interventor desplazó al secretario y se convirtió en un orwelliano Gran Hermano".

En ciertas administraciones se aprovechó la interinidad para crear unos profesionales "menos formados y más dóciles". Cuatro décadas al servicio de la Administración Local, la más cercana, la más visible, la menos teórica, "sin haber recibido la más mínima presión". Un territorio legal, un océano plagado de lagunas donde se alcanzó una auténtica función clorofílica, la convivencia entre la dirección política y la función pública mediante la llamada "eficacia indiferente". En la jurisprudencia de esta figura administrativa hay hasta un recurso del catedrático Francisco Tomás y Valiente. Estuvo la Academia en pleno. Los presidentes de las cuatro secciones: Eduardo Fernández Galbis, Antonio Ojeda, primer presidente del Parlamento Andaluz, Alfredo Flores y Antonio Moreno Andrade, pregoneros los dos últimos de la Semana Santa de Sevilla. Le respondió al nuevo académico su compañero de promoción Eusebio Torres. Como buen secretario, convocó un pleno de portavoces: Juan Manuel Flores (PSOE), Juan de la Rosa (PP), Miguel Ángel Aumesquet (Ciudadanos)… y Torrijos con Moeckel en el público. Los dos inmortalizando en su móvil la entrada del nuevo académico. Un pileño de la capital que nació el año de la riada del Tamarguillo.

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