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"Una mujer me pidió que le leyera una carta del marido, que estaba preso"

los invisibles

Cinta Rodríguez León. Llegó a la farmacia de las Tres Mil Viviendas con un contrato de un mes y lleva 24 años; se ha ganado el afecto de sus vecinos y el respeto de sus colegas

Cinta Rodríguez, en la puerta de la Farmacia Los Verdes / Víctor Rodríguez
Francisco Correal

08 de julio 2017 - 02:33

El año que viene celebra sus bodas de plata como farmacéutica en las Tres Mil Viviendas, en la farmacia de los Verdes, pero Cinta Rodríguez León (Huelva, 1964) recibió el regalo por adelantado, el premio Avenzoar a la mejor labor profesional del año que concede la Fundación homónima.

-Es difícil encontrar la farmacia, porque no tiene cruz...

-Se la han llevado más de una vez y ya no la ponemos. No sé para qué la querrán. Será por el hierro, por el neón.

-¿Cómo llegó a las Tres Mil?

-Soy de la promoción 1984-1989. Terminé en 1990 y estuve un año haciendo prácticas de laboratorio en el Sagrado Corazón. Sacando sangre, análisis clínicos. Pasé a una farmacia en el edificio La Estrella, la de Adoración Picazo. Se trasladaron a Benidorm. El marido, que también era farmacéutico, creo que es concejal. Aquí llegué en 1993.

-¿Sabía dónde se metía?

-Yo soy muy echada para delante. No se lo dije a mi madre. Vine con mi novio, mi marido actual, y con don Bernardo, el marido de la titular de la farmacia, doña María Luisa. Él, Bernardo Murillo Taravillo, es farmacéutico en el Tiro de Línea.

-¿Se imaginaba tanto tiempo?

-Me contrataron por un mes, porque la chica que estaba tenía una hernia discal. Era noviembre y le dije a la titular que en diciembre yo me casaba. Me dijo que la llamara a la vuelta del viaje de novios y hasta ahora. De un mes a 24 años.

-¿Cómo surge su vocación?

-No sabía si hacer Biología o Farmacia. Al final acerté.

-¿Aquí ha hecho un máster de sociología?

-Es un barrio complejo, pero las compensaciones son muchas.

-¿Cuántas farmacias hay en las Tres Mil Viviendas?

-Cuatro. En los Verdes, los Amarillos, los Marrones y los Rojos.

-Vivencias para un libro...

-Muchísimas. Recuerdo una de las primeras cosas que me pasaron, nada más llegar. Una mujer me pidió que le leyera una carta del marido que estaba en la cárcel. Y después me dictó para que le escribiera la contestación. Hay mucha gente necesitada. Gente sola, que viene sólo para hablar y que la escuchen.

-¿Les han robado además de la cruz?

-En enero de 2106 entró un chico con un cuchillo. No podía abrir la caja de fuera, saltó el mostrador y abrió la caja de la recaudación de la mañana. Como en todos sitios, hay gente mala y gente muy buena. Lo que pasa es que sólo se habla de la droga y de los robos.

-¿Ha sentado cátedra?

-Creo que sí. Mi marido es informático, pero mis dos hijas se inclinan más por la madre. Elisa, la mayor, está en cuarto de Farmacia. Isabel estudia Medicina en Salamanca. Está superemocionada con sus cadáveres. El otro día me dijo que había tenido un hígado en las manos.

-¿Ha notado muchos cambios en un cuarto de siglo?

-Ha cambiado la política de la farmacia; la gente no ha cambiado prácticamente nada. Sigue siendo igual. Muchas personas que no salen nunca del barrio.

-¿El boticario sigue siendo fuerza viva como en las novelas?

-Creo que sí. Mucha gente se fía más de ti que del médico.

-El boticario, el maestro y el cura...

-A la parroquia de San José Obrero le damos los medicamentos para Cáritas.

-¿Los políticos conocen el barrio?

-No tienen ni idea de lo que hay aquí. También hay gente que pide sin tener que pedir.

-La picaresca no está sólo en el callejero: Lazarillo de Tormes, Rinconete y Cortadillo...

-Hay mucho fresco, mucho listo, pero la gente tiene mucha necesidad. Hay muchos jóvenes que no saben leer ni escribir. Asuntos Sociales de los colegios van a las casas a coger a los niños para llevarlos al cole, porque hay madres que no se levantan.

-¿Nunca tuvo otras miras de una farmacia en el centro?

-Aquí estoy súper a gusto por doña María Luisa y por la función que desempeño.

-¿Algunos problemas?

-Está el típico enganchado al que no le puedes dar más Trankimazín. No todo es color de rosa.

-En la calle la vida rebosa, la gente toma el fresco en la puerta de sus casas. Eso ya no se ve en un barrio burgués y cómodo.

-Esto de burgués no tiene nada. Y de cómodo tampoco.

-El telediario lo abrieron con la bajada del paro...

-Va a ser que no. De todas formas, no sé si de la Junta o del Ayuntamiento llevan mucha gente a las cuadrillas de limpieza.

-¿Llega aquí el pregonado arte de las Tres Mil?

-A veces se arrancan en la farmacia. Les gustan los bajos porque están todo el día en la calle. Hay una boda, ves a la novia en el coche de caballos que ni la boda de la Infanta.

-¿Qué distingue al barrio?

-Las gitanas se casan con 18 años. Con 20 tienen cuatro niños.

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