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Una mujer mata a su bebé de cuatro meses en Sevilla tras darle un golpe y asfixiarlo

Los hechos ocurrieron a finales de julio en un piso de San Jerónimo, pero no trascendieron porque en un primer momento no se apreciaron signos de violencia en el cadáver

La madre confesó cinco días después a la Policía que había matado a su hijo porque no paraba de llorar

Es el segundo caso de bebé asesinado en Sevilla en 2024 tras el de Santiponce en mayo

La calle de San Jerónimo en la que ocurrieron los hechos. / José Luis Montero

Una mujer se encuentra en prisión por matar presuntamente a su bebé de cuatro meses de edad tras darle un golpe en la cabeza y asfixiarlo. Los hechos ocurrieron a finales de julio en un piso de la calle Mejillón, en el barrio de San Jerónimo, pero no han trascendido hasta ahora porque en un primer momento no se apreciaron signos de violencia en el cadáver del menor. Unos días después, la madre confesó que había matado a su hijo porque éste no paraba de llorar. Decía estar muy arrepentida y aseguró que había bebido dos litros de cerveza cuando decidió acabar con la vida del menor. Las lesiones que asegura que le provocó coinciden con los primeros resultados de la autopsia practicada al cadáver.

La madre fue detenida por el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional en Sevilla el 1 de agosto. Fue puesta el día siguiente a disposición del juzgado de Guardia, que ordenó su ingreso en prisión provisional y sin fianza, según confirmaron ayer a este periódico fuentes judiciales. La causa la lleva el juzgado de Instrucción número 8 de Sevilla, que estaba de guardia de incidencias cuando se produjo el fallecimiento del bebé en el hospital. En un primer momento, la Policía detuvo a la madre como presunta autora de un delito de asesinato, si bien el juzgado le imputa un homicidio, calificación que puede variar según lo que se determine en la fase de instrucción.

La muerte del bebé se certificó en el Hospital Virgen del Rocío la tarde del 27 de julio. Antes, la madre había llamado a su marido por teléfono para decirle que su hijo no reaccionaba. El padre, que se encontraba trabajando, le dijo a su mujer que lo llevara al médico. Lo que hizo la madre fue avisar a una vecina, que telefoneó al servicio de emergencias 112, que envió una ambulancia y también acudió un patrullero de la Policía Nacional. Lo trasladaron al hospital Virgen del Rocío, donde se confirmó la defunción. Esa misma tarde, el juzgado ordenó el levantamiento del cadáver y su traslado al Instituto de Medicina Legal de Sevilla para la práctica de la autopsia.

Las conclusiones preliminares de esta prueba apuntaban que la causa de la muerte fue un "hematoma subdural agudo" que podría ser de origen traumático. También había una hemorragia subaracnoidea. Los forenses comunicaron a la Policía esta información, y el Grupo de Homicidios abrió una investigación para tratar de esclarecer la muerte del menor. Los agentes de esta unidad hicieron varias gestiones para averiguar las circunstancias del fallecimiento y sobre el entorno del bebé. Así, averiguaron que el niño había nacido prematuro y que estuvo aproximadamente un mes ingresado en la UCI. Cuando recibió el alta, estuvo controlado con numerosas revisiones médicas y también de los servicios sociales de su centro de salud de referencia, que ya en mayo indicaban un "desinterés por parte del padre, que no acudía a las citas, y una despreocupación por el cuidado y estado del mismo por parte de la madre".

Los policías se entrevistaron con varios vecinos. La pareja vive en una habitación de un piso compartido con otras personas. Estos testigos explicaron que en el momento en que el niño murió estaba solo con la madre y que, cuando llegaron los servicios de emergencias, "estaba frío y con los labios morados". Para la Policía, esto indica que "entre el fallecimiento y el aviso de la madre a las vecinas indicando que no respondía, había pasado un tiempo". Por ello, los investigadores se mostraron cautelosos ante la posible responsabilidad penal de la madre, y estaban a la espera de que los médicos forenses aportaran más datos con las pruebas complementarias a la autopsia.

No hizo falta esperar a que llegaran los resultados de las mismas. A primera hora de la tarde del 1 de agosto, la madre del menor fallecido llamó por teléfono a la comisaría del distrito Centro, en la Alameda de Hércules, para confesar que había sido ella la que mató al bebé. Los agentes del Grupo de Homicidios se desplazaron a la vivienda. La mujer les contó allí que el niño no paraba de llorar, que le golpeó con la mano izquierda (ella es zurda) en el lado derecho de la cabeza y que, como seguía sin dejar de llorar, le apretó el cuello hasta que dejó de moverse. La lesión de la cabeza es compatible con el hematoma subdural que el avance de la autopsia señaló como causa de la muerte. En ese momento fue detenida como presunta autora de un delito de asesinato.

La madre dijo a los agentes que "había matado a su hijo, que lo había ahorcado, que antes le había dado una cachetada porque no paraba de llorar y que quería confesar para que su hijo descanse tranquilo". En el trayecto hasta las dependencias de la Jefatura Superior de Policía, añadió de manera espontánea que "ese día había tomado varias cervezas, su bebé no paraba de llorar, por lo que le dio una cachetada, hecho que hizo que llorara más fuerte". "Para que no llorara, le empezó a asfixiar con sus manos, lo que provocó la muerte del bebé", recalcó, para luego decir que "está muy arrepentida de lo que hizo y quiere que su bebé descanse en paz, por eso quiere confesar lo que ha hecho".

En su declaración posterior, ya en presencia de su abogada, la progenitora relató que el día 27 de julio se encontraba en la casa de la calle Mejillón en la que vive en una habitación alquilada. Había varias personas en la vivienda, pero ella estaba en su habitación sola con su hijo de corta edad. Sobre las cuatro de la tarde, el niño comenzó a llorar y no paró durante unos treinta minutos. El bebé estaba en el centro de la cama cuando ella le dio el golpe con la mano izquierda, que le hizo llorar más fuerte. Esto motivó que la mujer le apretara el cuello con fuerza, el bebé empezó a patalear, por lo que ella incrementó la presión. "Fue de menos a más, apretando cada vez más". Estuvo apretando aproximadamente unos diez minutos, hasta que vio que no se movía. Una vez lo soltó, observó cómo le salía de la nariz unas gotas de leche con sangre, así como que la piel del niño se volvió de un color verde azulado.

Pasados unos minutos, lo cogió para ver si reaccionaba y lo golpeó en la zona del cuello en varias ocasiones, "viendo entonces que se encontraba muerto, por lo que lo dejó de nuevo en la cama". Acto seguido llamó por teléfono a su pareja, que estaba trabajando. Le dijo que el bebé no reaccionaba, "que se había ahogado con la leche". El marido le comentó que lo llevara urgentemente al médico. La mujer tocó la puerta de una vecina y le contó lo mismo que a su pareja. Esta vecina fue la que llamó al 112 y ya llegaron después los servicios de emergencia que terminaron constatando la defunción del menor ya en el hospital. Cinco días después, el 1 de agosto, sobre las tres de la tarde, le contó a su vecina lo mismo que narró después a la Policía y fue cuando llamó a la comisaría para confesar el crimen, "porque se siente culpable, se encuentra muy arrepentida de lo que ha hecho y no puede descansar".

La detenida contó también que a veces estaba cansada psicológicamente, que su hijo llegó por sorpresa y que sólo tenía intención de que se callara. Admitió que había bebido dos litros de cerveza, que no está acostumbrada a beber y que nunca se le había pasado por la cabeza antes hacer algo así. Dijo también que creía haberle dejado marcas al bebé cuando le apretó el cuello, si bien nadie lo vio porque la vecina no entró a la habitación. También explicó que su marido desconocía su confesión y que ella estuviera en ese momento en las dependencias policiales. Quedó detenida y al día siguiente ingresó en prisión.

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