Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
La camarera del café Sanzara salió a barrer la terraza a medianoche del viernes. Este elegante bar de copas está ubicado en un chalé regionalista típico del barrio de Nervión, en la avenida de la Cruz del Campo. El negocio abre hasta las dos de la madrugada pero la noche del jueves al viernes no tenía demasiada actividad. El día había sido lluvioso y, aunque se había quedado una noche sin frío, hacía bastante humedad y la clientela estaba un poco retraída. La empleada aprovechó para adelantar algo de trabajo y limpiar la terraza, en la que probablemente no se sentaría nadie ya en lo que quedaba de noche hasta la hora de cierre.
Llevaba unos minutos en esa tarea cuando oyó unos gritos procedentes de la comisaría de la Policía Nacional en el distrito Nervión, que está justo enfrente, en un edificio moderno y anodino que en nada se parece al del bar. "¡¡Tira eso, suéltalo!!", oyó gritar a uno de los policías en la puerta de las dependencias. Levantó la vista y vio a un hombre que describió como moreno y de una edad entre los 30 y los 35 años, que llevaba algo en la mano y que hacía un gesto raro, como de levantar al codo hasta la altura del cuello.
"Hizo así, como si fuera a clavarse algo. Yo no podía ver desde aquí lo que llevaba, claro, está lejos y es de noche, pero me pareció que el gesto era parecido al de apuñalarse", decía la mujer poco después del suceso. El objeto que llevaba el sospechoso y que ella no pudo precisar era un cuchillo de porcelana de color blanco, y el gesto que hizo era, efectivamente, el de autodegollarse. Unos instantes antes, el hombre había atacado a los policías con el cuchillo y éstos le habían instado a que tirara el arma blanca. Con el cuello sangrando, siguió intentado atacar a los agentes y éstos no tuvieron más remedio que hacer uso de la única arma que llevaban encima, su pistola reglamentaria.
En el silencio de la noche resonaron hasta cinco disparos. Gabriel Lozano, vecino de uno de los bloques próximos a la comisaría, estaba enfrascado en su ordenador portátil y miró la hora en el momento en el que oyó las detonaciones. Eran las 0:08. Después bajó a tirar la basura y vio a muchos policías alrededor de una ambulancia del 061 y de un cuerpo cubierto con una sábana en la puerta del garaje Espadafor, a unos 25 metros aproximadamente de la sede policial. Llegó a contar a 30 agentes, aunque los testigos en estos casos suelen siempre tirar por lo alto en este tipo de estimaciones.
La ambulancia se retiró pronto, ya que los médicos del 061 no pudieron hacer nada por salvar la vida del hombre que estaba tirado en el suelo, degollado por su propia mano y con varios impactos de bala. En un primer examen forense, todo apunta a que la herida del cuello resultó mortal de necesidad y no fueron los disparos los que le causaron la muerte, si bien este extremo tendrá que ser certificado una vez que se le practique la autopsia al cadáver y se obtengan los primeros resultados, algo que ocurrirá en las próximas horas.
El cuerpo quedó cubierto con una sábana del Servicio Andaluz de Salud (SAS) que dejaron los médicos, y sobre la que la sangre empezó a calarse. Estaba tendido en la acera, sobre el carril bici de la avenida de la Cruz del Campo y muy cerca de la puerta del garaje. Un policía colocó un par de conos para señalizarlo y advertir del obstáculo que se encontrarían los conductores que salieran del aparcamiento. No hizo falta, ningún coche salió en el tiempo que estuvo el cuerpo en el suelo. Tampoco podía entrar ninguno porque la avenida se cortó en los dos sentidos.
El Grupo de Homicidios y la comisión judicial examinaron el cadáver in situ durante unos minutos, mientras la Policía Científica hacía una inspección ocular del escenario del tiroteo. Las cámaras de videovigilancia de la comisaría y del garaje terminarán de aportar la luz necesaria sobre este suceso. Una vez decretado el levantamiento del cadáver, los dos agentes involucrados en el tiroteo declararon como investigados en el juzgado de Instrucción 7 de Sevilla, que se encontraba de guardia de incidencias. Estuvieron declarando entre las tres y las cinco de la mañana, asistidos por el abogado David Pareja León, del sindicato Jupol. La Policía retiró las armas reglamentarias, que también serán sometidas a un análisis pericial.
El cuerpo fue llevado al Instituto de Medicina Legal de Sevilla, donde permanecía a la hora de cierre de esta edición. Se trata de un hombre de 43 años, de origen hispano pero con pasaporte de Estados Unidos. Todo apunta a que es una persona que padece algún trastorno o desequilibrio mental o que había consumido algún fármaco que le provocó esa reacción violenta. Al levantarle la camisa, el forense pudo comprobar que en el torso todavía llevaba pegados algunos electrodos adhesivos, señal de que había salido pocas horas antes de un hospital. Así lo había comentado también él mismo durante la tarde previa al incidente.
Sobre las siete de la tarde del jueves, el hombre entró en el Corte Inglés de Nervión y se dirigió al departamento de Deportes para comprar una bicicleta. Al personal que le atendió le explicó que se encontraba muy agitado y que había salido poco antes de un hospital privado de Sevilla, que no quiso precisar.
Los trabajadores avisaron a los servicios médicos del establecimiento, que lo atendieron y calmaron. Al pedirle que se subiera la ropa también le vieron los electrodos. El hombre se relajó y pudo comprar la bicicleta. El personal de seguridad lo acompañó hasta la puerta y se marchó. Poco después, el hombre regresó al centro comercial para pedir que le apretaran el manillar, que lo encontraba flojo. En todo momento se mostró educado, hablaba en un español con acento centroamericano o caribeño y no provocó ningún altercado.
Unas horas más tarde, entre las diez y las once de la noche, el hombre entró en la comisaría de la Policía Nacional del distrito Nervión diciendo que le habían rociado con un espray de gases. Se encontraba de nuevo muy nervioso y alteró a algunas de las personas que esperaban para presentar una denuncia. Los policías que estaban en la oficina le preguntaron si quería asistencia sanitaria y él la rechazó. Se marchó de la sede policial y volvió poco después de la medianoche, armado con el cuchillo de porcelana con el que se autodegolló y con el que arremetió contra los agentes que estaban de guardia.
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