Muere José Antonio Vidal, histórico inspector de Policía de Sevilla

Fue pionero en la investigación de la corrupción en España, llevando casos como el de Juan Guerra o de Manuel Ollero, y también el crimen de los Galindos

"Quemaron pruebas, me expedientaron y me pincharon los teléfonos"

José Antonio Vidal, en el año 2019, en una entrevista con este periódico.
José Antonio Vidal, en el año 2019, en una entrevista con este periódico. / José Ángel García

José Antonio Vidal, histórico inspector de la Policía Nacional en Sevilla, murió este domingo en la capital andaluza tras una larga enfermedad. Fue pionero en la investigación de los casos de corrupción en España, dirigiendo las pesquisas de asuntos muy mediáticos. Entre ellos destaca el caso Juan Guerra, que implicó al hermano del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, o el del director general de Carreteras de la Junta, Manuel Ollero. También llevó la investigación del crimen de Los Galindos, después de que se reordenara su apertura en el año 1981.

Fue el primer jefe de la unidad de la Policía adscrita a los juzgados, cargo en el que estuvo doce años entre 1984 y 1996. Traía a sus espaldas una dilatada carrera como investigador de homicidios, robos y estupefacientes. Después, entre 1996 y 2002, fue asesor de seguridad del delegado del Gobierno José Torres Hurtado. En estos años, Sevilla sufrió dos atentados terroristas de ETA, el asesinato del concejal del PP Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensión García Ortiz, el 30 de enero de 1998, y el del coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos, el 16 de octubre de 2000.

Por sus investigaciones contra la corrupción recibió numerosas presiones, que le llevaron a estudiar la carrera de Derecho por temor a quedarse sin trabajo. Quizás por eso no tuvo en vida los reconocimientos que mereció como el gran policía que fue. En una entrevista con este periódico, en el año 2019, explicó cómo surgió el caso Juan Guerra. "Llegó una denuncia al fiscal jefe, Alfredo Flores, me llamó y me preguntó cómo podríamos empezar. Yo le dije: pidiendo el Libro de Visitas de su despacho en la Delegación del Gobierno. Lo que nos dieron tenía parte de las hojas quemadas. Unas 500 personas habían visitado su despacho como asistente del vicepresidente Alfonso Guerra y les tomamos declaración a todas. El motivo de la visita era diverso: desde uno que quería un quiosco a otro que pedía ayuda porque su mujer estaba en lista de espera de un hospital".

Aseguró que "las presiones fueron bestiales". "A mí me llamó el Jefe Superior, me dijo que se habían portado muy mal conmigo y que me ofrecía un puesto como jefe en Rota. Yo pensé 'a ver si me da por investigar si tenemos submarinos nucleares norteamericanos en Rota y la liamos'. A otro inspector lo quisieron enviar a Formentera. También me abrieron expediente por tres faltas muy graves porque el jefe me pedía información sobre lo que habían declarado los policías que custodiaban la Delegación del Gobierno. Yo le respondía que no se lo podía decir porque la Policía Judicial dependía directamente de jueces y fiscales". "Estoy pisando minas", llegó a decir cuando se enteró de los expedientes que le habían abierto. A raíz de su trabajo en este asunto se legisló en España el tráfico de influencias.

Sobre el caso Ollero, aseguró que fue el "el primer policía que incautó in fraganti un maletín con dinero en efectivo". "Detuvimos a Jorge Ollero cuando viajaba por carretera de Madrid a Sevilla con 22 millones de pesetas (132.222 euros). Se hablaba mucho de las comisiones a los partidos pero nadie había cogido un maletín".

Otro de los casos que investigó fue el incendio del Pabellón de los Descubrimientos, poco antes de que se inaugurara la Expo 92. "A un soldador se le cayó una chispa y prendió, eso fue un accidente. Lo que no es accidente, y pudimos demostrarlo, es que todos los materiales eran altamente combustibles y tenían que ser ignífugos. Alguien se llevó el dinero de esos materiales", diría después.

Antes había investigado el crimen de Los Galindos, después de que el juez Heriberto Asencio ordenara su reapertura en 1981, seis años después de los cinco asesinatos en el cortijo de Paradas. El inspector defendía que los crímenes pudieron derivar de una discusión económica, pues creía que Los Galindos podría haber estado defraudando en sus declaraciones de cosechas al Servicio Nacional de Productos Agrarios (Senpa), en una época en que el trigo estaba sometido a control estatal. “Hicimos una comparativa a través de los datos del SENPA de lo que se producía en Los Galindos y en las fincas de las inmediaciones y nos faltaban casi 50.000 kilos”, explicó Vidal.

El trabajo de Vidal fue clave para tumbar los errores de la primera investigación y para honrar la memoria de José González, a quien se acusó en falso del crimen. Su investigación dejó claro que González y su esposa no sólo no habían asesinado a nadie, sino que habían sido unas víctimas más.

Los restos mortales de José Antonio Vidal se encuentran en el Tanatorio de San Jerónimo, donde este lunes se le hará un responso a las 16:00. Después será trasladado a San José de la Rinconada para ser incinerado a las 17:00.

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