Algo se muere en el alma
Obituario | Manuel Garrido
Ayer falleció en Sevilla, a los 93 años, Manuel Garrido, autor de las Sevillanas del Adiós l Nació en Morón, que lo nombró Hijo Predilecto, una plaza lleva su nombre en La Barzola
“Se han olvidado de mí. No me piden nada. Pensarán que me he muerto”. Al final la profecía que soltó con gracejo en la entrevista que en febrero de 2011 le hice en la Campana se ha cumplido. Ahora empezarán a llamarle, porque Manuel Garrido (Morón de la Frontera, 1924-Sevilla, 2018) sabía de buena tinta lo que en esta ciudad gustan los muertos para los homenajes. Llegan tarde. Este muerto está muy vivo. En esa entrevista, cuando uno se podía sentar en los veladores de la Campana, que Garrido no se cansó de reivindicar igual que Pérez-Reverte, contaba que había empezado a escribir unas Memorias que no pensaba publicar. Sus Sevillanas del adiós cobran ahora un melancólico ribete autobiográfico: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.
Le emocionó estar sentado en primera fila durante la misa pontifical que Juan Pablo II celebró en el campo de la Feria en noviembre de 1982 y ver que el Papa se sabía el estribillo de unas sevillanas que como en alguna ocasión escribí eran el más razonable alegato contra el Brexit. Manuel Garrido, que trabajaba en el Banco Central –a cuya plantilla perteneció durante 37 años– las compuso para un colega británico con el que coincidieron en el Rocío y al que bautizaron de romero. Cuando les anunció que se volvía a Londres, a Garrido, desde la aldea almonteña, le salió del alma la primera estrofa: “No te vayas todavía...”.
Superviviente de muchas penurias, de Morón llegó a Sevilla con 27 años. Unas sevillanas compuestas para un inglés en el Rocío por un genio que muchos años después volvió a su villa natal, muy cerca de la base de los americanos. Profeta en su tierra, el Ayuntamiento de Morón lo nombró Hijo Predilecto el 28 de febrero de 2017. Garrido asistió al acto en la Tertulia Flamenca El Gallo donde el alcalde, Juan Manuel Rodríguez, de Izquierda Unida, lo anunció. Un acto en el que le acompañaron Dani Pinilla y Chema García, editores de Samarcanda, donde publicó una antología de sus textos poéticos, Pasa la Vida, con un hermoso prólogo de José María de Mena.
Su cuñado Baltasar Arroyo, teniente de la Policía Armada, esposo de su hermana Conchita, fue fundamental para dos de las decisiones que tomó en su vida. Este policía era muy amigo de Agustín Embuena, el mítico locutor que le dio a Garrido su primer papel en la radio. Garrido se mudó desde Morón al piso que su hermana y el policía tenían en la barriada de la Barzola, donde Garrido, en julio del año pasado, recordó sus vivencias que se plasmaron en el reportaje que se publicó en este diario en la serie Metrópolis. En la barriada de la Barzola anidan sus recuerdos, cristalizados en una plaza que lleva su nombre en gratitud al vecino que en esa barriada escribió algunas de las sevillanas más conocidas del género, además de saetas, sonetos y alguna que otra comedieta-protesta.
Cuando descubrieron que no se había muerto, le llovieron los honores. Un año antes de que en Morón lo nombraran Hijo Predilecto, en la Feria de Abril de 2016, en ese recinto donde tantas veces han sonado sus sevillanas, el alcalde Juan Espadas le entregó el Giraldillo de la ciudad en un acto al que asistió la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. El mismo día, todavía en la oposición, visitó el real de la Feria Pedro Sánchez, eclipsado por este compositor sin cánones y con canónicas y muy pontificias recomendaciones. Era asiduo Garrido de la peluquería de su amigo Manuel Melado. Juntos, harían saltar la caja de los derechos de autor de las sevillanas por el predicamente de que han gozado las que compusieron. Nietos generacionales de Demófilo, encarnan la cultura popular a veces tan vilipendiada por los eruditos a la violeta para los que Garrido siempre tenía una sonrisa, una sentencia o unas sevillanas de su propia cosecha.
Las Sevillanas del Adiós, que alguien dijo con razón que se han hecho tan universales como La Internacional o La Marsellesa, son la punta del iceberg de una vasta producción. “En los años sesenta, quitando cuatro casetas muy clásicas, las sevillanas no las bailaba nadie”, me contaba en esa entrevista. Creó un dúo del género, Los Giraldillos, con Manolo García, compañero del banco. Tenía su lugar para el soñado destierro. “Cuando me echen de Sevilla, me voy a Amsterdam”. La ciudad holandesa le cautivó el año y medio que estuvo viajando por Europa para gestionar los ahorros de los emigrantes españoles.
En esta segunda juventud de que gozó Manuel Garrido, que recordaba la de Ramón Carande, le acompañaron su sobrino Antonio y Leonor, una sobrina-nieta henchida de orgullo. En 2013 se unió a la red social Twitter, donde era considerado el decano de los tuiteros de Sevilla. Algo se muere en la red cuando un amigo se va.
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