Los mosqueteros del microclima
calle rioja
Homenaje. La Red Sevilla por el Clima reconoce con el primer premio Compás de Sevilla la labor de los tres catedráticos que redujeron casi diez grados la temperatura de la Expo
El premio se llama Compás de Sevilla y hubo hasta sevillanas con la portada de Feria al fondo. El toque, el cante y el baile de esta bienal de la ciencia lo encarnaban tres catedráticos a los que la Red Sevilla por el Clima quiso reconocer su contribución a uno de los principales estandartes de la Expo, el más reconocido; el más olvidado en la ciudad, el más exportado a otras ciudades del mundo: el famoso microclima.
Valeriano Ruiz (Higuera la Real, Badajoz, 1943), catedrático de Termodinámica, puso su despacho de la avenida Reina Mercedes. Allí acudieron Ramón Velázquez (Sevilla, 1941), catedrático de Termotecnia, y Jaime López de Asiaín (Madrid, 1933, "pero no ejerzo"), arquitecto, que aportó el documento, el canon del bioclimatismo urbano con el doble propósito de reducir la temperatura del recinto de la Cartuja y aumentar su confort.
Además del compás, recibieron sendos pines recién llegados de la joyería de Carlos Beltrán. "Yo no me quedo sin pin", decía Valeriano Ruiz, que entre 1987 y 1991 fue alcalde de Mairena del Aljarafe y se crió en Fregenal de la Sierra. "Zoido vivía enfrente de mi abuela y los mejores pasteles de la comarca los hacía una tía solterona de Zoido".
Los cinco grupos políticos del Ayuntamiento de Sevilla aprobaron por unanimidad la propuesta de la Red Sevilla por el Clima de presentar la candidatura de la ciudad a Capital Verde Europea.
Lo Verde empezaba en los pabellones. "Al principio en la Cartuja no había ni un árbol, había un árbol para hablar con precisión", dijo Ramón Velázquez, que habló en términos casi shakesperianos de la apuesta por las sombras. "Lo mejor eran las sombras verdes", lo que suena al color de los ojos de los toros de Villalón. Estos tres mosqueteros consiguieron reducir hasta cerca de diez grados la temperatura media de la Isla de la Cartuja. "Llegamos a medir 62 grados en el telecabina", dijo Velázquez. Destacaron el trabajo de Ángel Camarasa para llenar el recinto de árboles que mitigaron los rigores del verano sevillano. Porque la Expo tuvo dos meses de primavera, veinte días de otoño y un verano entero con todos sus avíos.
Donde acababa el trabajo de Valeriano Ruiz, empezaba el de Ramón Velázquez. La termodinámica pasaba el testigo a la termotecnia. Hubo un tiempo en el que había que estudiar Arquitectura o Ingeniería en Madrid, como hicieron López de Asiaín o Velázquez. Cuando acabó la Expo, el antiguo pabellón de Argentina y la plaza de América acogieron la Escuela de Ingenieros de la que han salido nuevas promociones que asumirán los retos que plantearon los maestros; la dialéctica entre las bondades del microclima y las inquietudes del macroclima, vulgo cambio climático.
Chiqui López, artista plástico, Curro Oñate, biólogo, Sol Sanz, urbanista, y Benito Sánchez Montañés y Víctor Moreno, arquitectos, ponderaron los méritos de los artífices del compás. "Supieron gestionar las complejidades del clima, porque esta sociedad está habituada a las simplificaciones".
Había un cuarto pin simbólico para Ginés Aparicio, al que los tres consideran el alma y el aliento de todo lo que se coció en el despacho de Reina Mercedes y en el documento de López de Asiaín. Con la portada conmemorativa a sus espaldas, el arquitecto invitaba a sus amigos a la caseta de Gitanillo de Triana, donde también es socia la actriz María Galiana; Valeriano Ruiz pasará por la caseta de su hija en Curro Romero; "a mí me pueden encontrar en las buñoleras", bromeó Velázquez.
Dice Losada Villasante que la ciencia es la poesía de la verdad. La lírica de la ecuación se pasó ayer en el cumpleaños de Curro por las inmediaciones de la Feria, esta Expo de pabellones efímeros. De propina, Elías Pelayo cantó unas sevillanas tituladas Golpe de calor, inspiradas en el que sufrió un buitre el verano pasado cuando merodeaba los cielos del caserío de Triana. Unas sevillanas con la liturgia festiva de las que Pepe da Rosa dedicó a los cuatro detectives. Un homenaje a estos ingenieros y arquitectos de la pérgola y el estanque con aspersores, azoteas verdes y balcones con geranios. "Venimos desde Boston a visitar Sevilla", cantaba el juglar con acento guiri para regocijo del personal. La terna terminó su paseíllo entre vítores.
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