Mortal y rosa, inmortal y rojo

Calle Rioja

Homenaje. El Aula de Grados de Filología de la Universidad acogió un coloquio sobre Umbral al que acudió su viuda, María España, y en el que se proyectó ‘Anatomía de un dandy’ 

De izquierda a derecha, Bénédicte de Buron-Brun, Eva Díaz Pérez, María España, Guillermo Busutil, Braulio Ortiz y Juan Frau.
De izquierda a derecha, Bénédicte de Buron-Brun, Eva Díaz Pérez, María España, Guillermo Busutil, Braulio Ortiz y Juan Frau. / M. G.

07 de octubre 2024 - 06:04

Hay muchas maneras de llegar a Umbral. Bénédicte de Buron-Brun, profesora de Literatura en la Universidad de Pau, llegó de una forma docente: esta francesa vino a Madrid para estudiar Filología y uno de sus profesores, el académico Alonso Zamora Vicente, le sugirió que para conocer mejor el país y la Transición que estaba viviendo España un medio infalible era leer a Francisco Umbral. Se lo tomó al pie de la letra. Hoy es una auténtica especialista en la obra del escritor. Ha leído sus 115 libros, ha recopilado y editado cientos de artículos y ha pasado largas temporadas en la Dacha de Majadahonda, como Umbral llamaba a su casa madrileña, acogida a la hospitalidad de María España, la fotógrafa y compañera sentimental del autor de ‘Memorias borbónicas’. 

Bénédict de Buron-Brun participó el pasado jueves en el Aula de Grados de la Facultad de Filología en un homenaje a la memoria de Francisco Umbral (1935-2007) en el que intervinieron los periodistas Eva Díaz Pérez, Braulio Ortiz, redactor de Diario de Sevilla y el catedrático y poeta Guillermo Busutil, un coloquio moderado por Juan Frau que tuvo un prólogo fantástico, la visión de la película ‘Anatomía de un dandy’, dirigida por Alberto Ortega y Charlie Arnáiz, y un epílogo muy emotivo, la intervención de María España, que tuvo un recuerdo de su cómplice vital y agradeció que siga vivo su recuerdo. 

Si la profesora francesa se acerca a Umbral gracias al consejo de Alonso Zamora Vicente, algunos de los asistentes revelaron cómo llegaron a él. Uno de ellos se sinceró, reconoció que no ha leído “más de quince libros en mi vida” y que fue por acompañar a su pareja, que es una incondicional de la literatura y el periodismo de Umbral, partes inseparables de un binomio. El proceso de otro asistente fue a la inversa: alentó a su chica a que le acompañara y reconoció que lleva toda la vida leyendo a Umbral, que tiene varias de sus obras entre sus libros de cabecera y que se sintió muy molesto cuando a regañadientes acudió a un club de lectura “íntegramente formado por mujeres” y cuando las emplazó a leer ‘Mortal y rosa’, uno de sus libros más conmovedores, que terminó convirtiéndose en un tributo a su hijo Pincho, muerto de leucemia a los cinco años, las componentes del club de lectura sólo conocían de Umbral que era el de “yo he venido aquí a hablar de mi libro”. 

La película incluye ese momento del programa que presentaba Mercedes Milá, como otras apariciones de Francisco Umbral entrevistado por interlocutores tan dispares como Jesús Hermida, María Teresa Campos, Joaquín Soler Serrano, Fernando Sánchez Dragó, Isabel Tenaille, Isabel Gemio o Lola Flores, que hacía saber al público de su programa que este escritor “se acuesta todas las noches con España”. También hay una aparición memorable en la que el escritor se somete a una sesión de hipnosis y en la que aparece una jovencísima Mariló Montero. 

Eva Díaz Pérez y Braulio Ortiz nace en la misma década de los setenta en la que sale a la calle el primer número de El País (4 de mayo de 1976). Mucha gente buscaba directamente la contraportada para leer el ‘Spleen de Madrid’ de Paco Umbral. Él mismo lo dice en su Diccionario de Literatura. “Madrid, que como ciudad apenas es nada, ha sido mucho en la literatura”. “De Quevedo a Cela corre mucho Madrid”. Y pasa por Umbral. En sus clases, Busutil ha explica a sus alumnos que la vida habita en las palabras de Paco Umbral. Un millón de lectores diarios, cifra ofrecida con la música de fondo del rugido de las rotativas. Se pusieron de moda las negritas de Umbral, que eran una suerte de inmortalidad impresa. Quien no las tenía no era nadie. María España encontró en casa un poema de Joaquín Sabina suplicando aparecer en esas negritas donde salían Fraga, Tierno Galván, Gutiérrez Mellado, Ana Belén o Susana Estrada. Una fórmula que dicen que tomó de las mayúsculas que utilizaba para sus personajes el crítico cinematográfico Alfonso Sánchez. Como Hugo Sánchez, cambió de equipo sin salir de ciudad, de Cebrián se pasó a Pedro J. Ramírez. 

En el tributo a Umbral fueron apareciendo algunos de sus referentes: Marcel Proust, Bukowski, Ramón Gómez de la Serna, Valle-Inclán y también Ramoncín, que le abrió el lenguaje cheli de los suburbios. Obtuvo el premio Cervantes y el Príncipe de Asturias, pero nunca quiso entrar en la Academia de la Lengua. María España recordó los buenos recuerdos que ambos tenían de sus visitas a Sevilla. En su urbanización de Majadahonda tuvieron un vecino llegado de la ciudad, el futbolista Rafael Gordillo, durante los siete años (1985-1992) en los que jugó en el Real Madrid. En una entrevista con el futbolista en Matalascañas, decía que si Umbral apareciera paseando por la orilla de la playa, lo haría en bañador y con bufanda. Hay otra curiosidad balompédica en este escritor que nace el año que el Betis gana la Liga y muere en el centenario del equipo de Heliópolis en el que el Sevilla ganó la Copa del Rey. Muere el 28 de agosto de 2007, el mismo día que Antonio Puerta. Una curiosa sinonimia futbolística de quien escribió de casi todo menos de fútbol, aunque en su Diccionario de Literatura, cuando habla de Carmen Rigalt, dice de ella que “le gustan los futbolistas y cambiarse mucho de nariz”. 

Es más conocido por su carácter que por su obra, que en número se puede llamar hercúlea. “Creo en la estética del trabajo”, escribía en ‘Mortal y rosa’, que sigue vivísimo pese a que su primera edición fuera de mayo de 1975. ‘Anatomía de un dandy’ analiza un capítulo familiar muy poco conocido hasta ahora. Su madre, a la que le dedica el libro ‘El hijo de Greta Garbo’, fue la secretaria de su padre, Alejandro Urrutia, que nunca lo reconoció. El progenitor ignoto de Umbral era el padre del poeta y profesor Leopoldo de Luis y del catedrático Jorge Urrutia, sevillano de cuna, que fue director del Instituto Cervantes de Lisboa.  

Aunque nunca los menciona como parientes, el respeto con el que habla de ambos en su ‘Diccionario de Literatura’, de su hermanastro y de su sobrino, indica un afecto subyacente, un abrazo para muy versados. “Dentro de la poesía social de los cuarenta / cincuenta, Leopoldo de Luis es quizá el poeta de mayor rigor formal, de más sereno sentimiento, riguroso en su concepción del mundo desde la izquierda, pero atenido siempre a una belleza de forma y una serenidad de línea que hace toda su obra, muy numerosa, impar entre la de los poetas sociales”. Conservo una carta de Leopoldo de Luis fechada el 16 de febrero de 1982 agradeciéndome la reseña publicada en El Correo de Andalucía de una conferencia sobre Miguel Hernández, a cuya devoción se refiere Umbral. En cuando al hijo de Leopoldo de Luis, dice Umbral de Jorge Urrutia: “Poeta y erudito. Sus versos comunican limpieza, claridad, rigor”. Dice de su “sobrino” que es “como un nieto del 27” y que “le pusieron Jorge en homenaje a Guillén”. El título de su libro más reconocido (y llorado) viene de un verso de Pedro Salinas: “esta corporeidad mortal y rosa / donde el amor inventa su infinito”. 

Hay otro Urrutia que no es familia en su Diccionario de Literatura, Federico de Urrutia, que fue jefe de prensa de Falange y le prestó a Umbral el título de su obra ‘Leyenda del César Visionario’, un retrato demoledor de Francisco Franco. Las cosas de ahora, los nuevos cesarismos, le darían mucho juego al escritor que en un cabaret político que en 1978 escribió con Manuel Vicent y Cándido, entabló paralelismos entre Antonio Maura y Manuel Fraga, Canalejas y Felipe González o Eduardo Dato y Adolfo Suárez. María España está al frente de la Fundación Francisco Umbral. Literatura y periodismo hermanados de quien fue primero un periodista de provincias y encontró un New York Times a orillas del Pisuerga llamado Norte de Castilla con Delibes, Leguineche, Jiménez Lozano y el cura José Luis Martín Descalzo. La anatomía del dandy no es una autopsia, porque Umbral está más vivo que nunca.

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