El monumento público de Sevilla: alterado por el tiempo y el hombre
Como elementos 'vivos', la existencia de los monumentos está vinculada a la propia evolución urbana de la ciudad. Algunos autores, o sus descendientes, han mostrado su malestar por las remodelaciones
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Sevilla/Sujetos al vandalismo, a las remodelaciones urbanas, a los cambios de ubicación, a la alteración del propio original, al paso del tiempo o a la más absoluta dejadez. El monumento público es una manifestación artística viva que está fuertemente vinculado a la evolución urbana de la ciudad. Contemplar alguna de estas creaciones en Sevilla tal y como la concibió su autor es harto difícil. Las fuentes ornamentales son, sin duda, las más afectadas por estas cuestiones. A lo largo de las últimas décadas, muchos autores, o sus descendientes, han protestado enérgicamente por el cambio sufrido por alguna de sus obras. Ejemplos de ello son el monumento a Elcano, la fuente-farola de la Plaza Virgen de los Reyes o el monumento a la Tolerancia de Chillida.
"Contemplar un monumento como fue concebido por su autor es difícil en Sevilla. El tiempo, el deterioro, las transformaciones espaciales y el vandalismo han actuado como autores secundarios que han modificando aspectos que, aunque considerados accesorios en algunos casos, eran partes indispensables de su unidad y completaban su percepción estética, definían el mensaje simbólico o bien establecían cierta relación con su contexto urbano más inmediato", explica José León, historiador del arte y técnico en la Campaña de Monumentos del Ayuntamiento.
Son muchas las fuentes que se han alterado con el paso del tiempo. Algunas han cambiado de ubicación, como la Pila del Pato, originariamente en la Plaza de San Francisco y hoy en San Leandro. Otras se han visto mutiladas o transformadas. Una es la fuente-farola de José Lafita en la Plaza Virgen de los Reyes. La peatonalización del entorno conllevó la destrucción del enchinado geométrico que decoraba la plataforma. Desde entonces, los herederos han venido pidiendo su restitución. Un caso sangrante es el de la Fuente de la Plaza de la Encarnación, obra de 1720 y que es probablemente la más antigua que se conserva en la ciudad. "Es un emblema histórico del espacio, y permanece hoy desplazada, arrinconada, hundida y en un estado de conservación más propio de un elemento residual que de un bien patrimonial asociado al origen y desarrollo de esta céntrica plaza", lamenta León. En los mismos términos se expresa Rafael Llácer, geógrafo, arquitecto técnico y profesor de la Universidad de Sevilla: "Es el último vestigio de que allí había un mercado y que esa fuente ha sobrevivido desde la época el convento. Es un elemento que te emociona. Tras la remodelación quedó como agobiada. Está sucia, desplomada, sin uso. Es una falta de respeto tremenda al patrimonio". La reconstrucción de la Fuente de Sevilla en 1987 supuso un cambio en las alturas y no se aprecia conjunto central al completo.
Las proyectos de renovación urbanística no siempre han sido sensibles a los elementos ya existentes, con el perjuicio para los monumentos. En 1991, Antonio Cano Correa denunciaba públicamente la construcción de un pretil de contención en la lámina de agua del monumento a Juan Sebastián Elcano que "sumergía a la obra en una especie de corralito que altera su conjunto armónico y vital". Igualmente, los herederos de Chillida han reclamado varias veces la eliminación de los dos pedestales con placas que flanquean el monumento a la Tolerancia, pues fueron añadidos muy posteriormente a la ejecución de la obra y suponen una variación por adhesión en el concepto paisajístico que definió su morfología.
La Campaña Municipal de Conservación y Restauración de Monumentos Públicos, promovida por la Gerencia de Urbanismo, ha tenido entre sus objetivos la recuperación de los valores alterados y perdidos de muchas obras y conjuntos escultóricos, destaca José León: "Ha podido verse con la reposición de los elementos ornamentales de los Jardines de la Lonja, la restitución del yunque y las llaves del flamenco al Monumento a Antonio Mairena o la restauración del mural Verbo América y otras esculturas legadas de la Exposición Universal que se encontraban irreconocibles".
Además, el vandalismo es otra lacra de la ciudad, y sus monumentos no son ajenos. Un ejemplo es la espada del Tenorio o los pinceles de Zurbarán, víctimas recurrentes de los amigos de lo ajeno.
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