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De Montecarlo a Gibraltar con escala en Sevilla

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Historia. Hace 150 años nació Winston Churchill. El 29 de septiembre de 1958 llegó a Sevilla en un yate invitado por el armador Aristóteles Onassis. Cinco años antes recibió el Nobel de Literatura

Churchill

30 de noviembre 2024 - 08:43

El 29 de septiembre de 1958, Churchill, uno de los personajes más importantes del siglo XX, pasó fugazmente por Sevilla. Llegó en el yate Cristina invitado por su amigo el armador griego Aristóteles Onassis con sus respectivas esposas, otras personas y hasta un detective llamado Edward Murray. Hacían un crucero por el Mediterráneo que había salido de Montecarlo. Al bajar del yate, cogieron un coche de punto conducido por Francisco Vargas Machuca que les llevó por el centro histórico: Catedral, Alcázar, patio de Banderas, plaza de Doña Elvira, los Venerables, Jardines de Murillo, plazas de España y de América. La Sevilla de Aníbal González 29 años después de la Exposición de 1929. El Cristina zarpó rumbo a Gibraltar, desde donde Churchill voló hasta Londres. Tenía 83 años. Primer Lord del Almirantazgo en la Primera Guerra Mundial, “para imprimir un ritmo más vigoroso al esfuerzo bélico de la nación, se saltó al Parlamento y al Consejo de Ministros en muchas cuestiones trascendentales de política y administración”, escribe Geoffrey Barraclough, discípulo de Toynbee, en su Introducción a la Historia Contemporánea.

1958, el año de su visita a Sevilla, fue el del primer Mundial de Pelé (el de Suecia que ganó Brasil), la tercera Copa de Europa del Madrid de Di Stéfano. Ocho días antes de la llegada del yate al puerto de Sevilla, el 21 de septiembre de 1958, el Betis había ganado 2-4 al Sevilla en el recién inaugurado nuevo estadio de Nervión. Diez días después de su visita, se producía un relevo en el Vaticano. El 9 de octubre moría el papa Pío XII y lo sustituía Juan XXIII.

Winston Churchill nace en 1874, el mismo año que Manuel Machado, y estaba emparentado con la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, nacida el mismo año 1926 que la reina Isabel II y que murió en el palacio de Dueñas donde en el verano de 1875 nace Antonio Machado. Los destinos de Churchill y Cayetana se cruzarían. En 1939, cuando la futura duquesa tiene 13 años, su padre, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, es nombrado embajador de España en Reino Unido. Sustituía a Pablo de Azcárate, que llegó a Londres a principios de septiembre de 1936, dos meses después del comienzo de la guerra civil. Paul Preston, en su libro El holocausto español, cuenta que Churchill, cuando se lo presentó su amigo lord David Cecil, “airado y con el rostro encendido, se negó a darle la mano que le atendía y se alejó farfullando: ‘sangre, sangre”. Añade Preston que el 2 de octubre de ese año Churchill publicó un artículo en el Evening Standard titulado “España: una perfecta demostración para los radicales” en el que, al denunciar “las atrocidades obra de los comunistas, anarquistas y el POUM… sería faltar a la verdad y a la inteligencia que merece la opinión pública británica poner a ambos bandos al mismo nivel”.

Cuando Churchill llega a Sevilla, apura sus últimos días como alcalde de la ciudad Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas, marqués de Contadero. En diciembre de ese mismo año Juan XXIII hará cardenal al arzobispo José María Bueno Monreal, que había sustituido un año antes por fallecimiento al controvertido cardenal Segura. Esa década se había iniciado con la muerte de Queipo de Llano y la siguiente se abriría con la riada del Tamarguillo. En su libro La transformación del mundo (Una historia global del siglo XIX), el historiador alemán Jürgen Osterhammel sitúa a Churchill en un ramillete de políticos que nacieron en el último cuarto del siglo XIX y tuvieron un notable protagonismo en el siglo XX. El veterano por nacimiento sería Mahatma Gandhi (1869-1948). De la década de los setenta el más veterano es Churchill junto a Konrad Adenauer (1876-1967) y Stalin (1878-1953); de los ochenta, estarían Franklin D. Roosevelt (1882-1945), Benito Mussolini (1883-1945) y Adolf Hitler (1889-1945) y de los noventa, Charles de Gaulle (1890-1970), Francisco Franco (1892-1975) y Mao Zedong (1893-1976). Mussolini y Hitler mueren con dos días de diferencia. Stalin muere el mismo año 1953 que Churchill recibe el Nobel de Literatura, segundo de los setenta años que duró el reinado de Isabel II.

Cuando Manuel Chaves Nogales muere en Londres (4 de mayo de 1944), el año del desembarco de Normandía, Winston Churchill apura su primer mandato de primer ministro en el 10 de Downing Street. Estará hasta 1945, el año que mueren Hitler y Mussolini y el de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en medio de los cuales nace en La Roda de Andalucía el rockero Silvio, inglés consorte y efímero por casarse con una chica pudiente de Mánchester en el Cachorro, la madre de Sammy, que probó fortuna en los juveniles del Chelsea.

Es de los pocos políticos que tienen el Nobel de Literatura. También lo fueron el español José Echegaray o el senegalés Leopold Sedar Senghor. Lo habría sido Mario Vargas Llosa si no lo llega a derrotar Fujimori en las elecciones a la presidencia del Perú. Las malas lenguas dicen que a Churchill le dieron el Nobel de Literatura porque no podían concederle el Nobel de la Paz. Uno de los episodios más cuestionados de su carrera fue la pasividad ante el hundimiento del Lusitania, un barco de pasajeros que el 1 de mayo de 1915 partió de Nueva York con destino Liverpool. El capitán del barco se llamaba William Thomas Turner, tenía 58 años y fue uno de los supervivientes. La cifra de fallecidos superó el millar. El submarino alemán, el Unterseeboot 20, capitaneado por el comandante Walter Scwieger, 32 años, melómano (llevaba una orquesta a bordo), iba ya de regreso y se encontró con la presa. El barco se hundió el 7 de mayo de 1915. Dos días antes, Churchill había viajado de incógnito de Londres a París para reunirse con dirigentes italianos y franceses. Erik Larson, autor del libro Lusitania, dice que nadie se explica todavía “por qué el Lusitania no se había desviado a la ruta del canal del Norte, mucho más segura, y por qué no se le proporcionó escolta naval”. En Alemania se recibió el hundimiento como un triunfo, como si le hubieran ganado a los ingleses la final del Mundial que perdieron en 1966, un año después de la muerte de Churchill. “Un periódico de Berlín”, dice Larson, “declaraba que el 7 de mayo era el día que marcaba el fin de la época de la supremacía inglesa de los mares”.

Churchill fue testigo de muchas guerras como político, marino y como corresponsal de guerra. Venció en las Malvinas, perdió en Gallípoli y dejó su impronta en los Dardanelos, donde los turcos hicieron más de doscientas mil bajas entre las tropas británicas. Salvo un breve periodo entre 1922 y 1924, de 1900 a 1964 fue miembro del Parlamento británico. En Sevilla fue visto y no visto con el griego que años después se casaría con la viuda de Kennedy. Igual se cruzaron con tan distinguido pasaje algunos sevillanos nacidos en 1940 que tendrían entonces 18 años: Alfonso Guerra, Alejandro Rojas-Marcos, Eduardo Saborido, Manuel Melado. O algunas jóvenes nacidas cinco años antes: Matilde Coral, Enriqueta Vila, María Galiana. Carlos de Inglaterra estaba a punto de cumplir diez años. Faltaban tres para que naciera Diana Spencer. Que estuvo en la Expo 92.

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