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crimen de la heladería
Dos hermanos de María del Carmen Quero Bernal, la dueña de la heladería Otoño que acabó con la vida del jubilado Manuel Manuel Martín Ojeda, cuyo cadáver fue hallado el 9 de enero en el interior de un congelador de este negocio, han corroborado este martes ante el jurado que la acusada quería entregarse a la Policía antes de que se conociera su autoría. “Soy un monstruo, he matado a una persona, llévame a la Policía y a la cárcel”, son algunas de las frases que la acusada les repitió insistentemente a sus dos hermanos, a los que confesó el crimen en la tarde del 9 de enero.
La acusada, según sus familiares, estaba embriagada y llegó incluso con una botella de whisky cuando les dijo que había acabado con la vida de una persona. Antes de que les confesara el crimen, la subieron al coche de uno de ello y se dirigieron hacia el domicilio de sus padres, en Dos Hermanas, localidad en cuya comisaría de la Policía Nacional acabó entregándose la acusada y confesando el asesinato del jubilado.
Los hermanos explicaron que todo lo que “hacía y decía” era incoherente, “una locura”, porque lo mismo decía que era “un bicho” como que la llevaran al campo porque “se iba a pegar un tiro”, y por eso la llevaron a la Comisaría de Policía.
En la sesión de este martes también ha prestado declaración el jefe del grupo de Homicidios de la Policía Nacional, quien ha asegurado con respecto a este crimen que hubo “una lucha” en la heladería en la que hay una “desproporción de fuerzas objetiva entre una mujer fuerte y grande y un hombre mayor, bajito y delgado”.
Según el funcionario policial, hubo un intercambio de golpes en el que la víctima es golpeada en la cabeza –la acusada nombró un palo de una sombrilla pero los investigadores consideran que pudo ser una estatuilla de Buda-, pierde el conocimiento, y la acusada se coloca encima de él y lo estrangula con unos cables sin que el jubilado intente quitarse ese lazo para nada. “Si hubo defensa por él no quedó ninguna muestra objetiva de que se hubiera defendido del estrangulamiento”, ha aseverado el testigo, que tampoco ha descartado que además robase al fallecido porque aquel día llevaba joyas que no han aparecido ni su teléfono móvil.
El inspector ha explicado que el cadáver se hallaba oculto en el congelador, entre unos carteles publicitarios y bolsas con decoración navideña, y también hallaron dos cables de euroconectores. En el cuello tenía un “surco”, una marca muy evidente de un “estrangulamiento a lazo y algunos hematomas”, además de un fuerte golpe en la cabeza.
El jefe de Homicidios añadió que en las cámaras del bar Mi negro y yo, donde la acusada y el jubilado estuvieron tomando una copa, se observa cómo ambos salen juntos, así como que la mujer ya tenía la cara con moratones de una pelea anterior.
El agente ha reconocido que hubo una discusión entre ambos y que la acusada en su declaración reconoció que le dio un golpe y cayó al suelo inconsciente, y a partir de ese momento ella pierde el conocimiento, no recuerda lo que sucede.
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