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Las dos veces que monseñor Amigo recibió al Papa Juan Pablo II en Sevilla

En memoria de un cardenal

Lo hizo en 1982 con motivo de la beatificación de Sor Ángela y en 1993 para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional

Los años del cardenal Carlos Amigo Vallejo en Sevilla, en imágenes

Juan Pablo II saluda los fieles concentrados en el campo de la Feria, junto a monseñor Amigo y la imagen de la Pura y Limpia del Postigo. / D. S.

Fue en dos ocasiones en un periodo de 11 años, 1982 y 1993. El cardenal Carlos Amigo Vallejo, entonces arzobispo de Sevilla, tuvo el privilegio de ser la cabeza de la Iglesia sevillana cuando el Papa Juan Pablo II, hoy santificado, visitó la capital andaluza. Dos presencias del Santo Padre que marcaron sendos hitos en el devenir de una ciudad que se abría paso al siglo XXI, un proceso de modernización del que el prelado hispalense fue testigo en sus casi tres décadas de pontificado.

La primera tuvo lugar pocos meses después de que monseñor Amigo ocupara la sede de San Isidoro. Ocurrió el 5 de noviembre de 1982. A las 8:45 de esa jornada el DC 8 de la fuerza aérea española aterrizaba en el aeropuerto de San Pablo (curiosamente el nombre de la capilla en la que será enterrado el cardenal). La fecha quedó escrita con letras de oro en la historia de Sevilla, pues por primera vez un Papa pisaba suelo hispalense. El motivo de esta visita era la esperada beatificación de Sor Ángela de la Cruz, que tendría lugar en el campo de la Feria.

A la devoción que sentían los sevillanos por la fundadora de la Hermanas de la Cruz se unía el anhelo por ver al Papa polaco en Sevilla. Carlos Wojtyla había dormido la noche antes en la sede de la Nunciatura Apostólica en Madrid. Monseñor Amigo fue quien lo recibió en el propio avión en el que había volado. También se encontraba allí el primer presidente electo de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo.

No debe olvidarse el contexto político y social en el que se desarrollaba esa visita. España había dejado atrás la Transición (año y medio antes tuvo lugar el intento golpista del 23F) y había comenzado a desarrollarse el estado de las autonomías. Arrancaba una nueva etapa de democracia plena. Leopoldo Calvo Sotelo era presidente del Gobierno en funciones por UCD, después de que el PSOE encabezado por dos sevillanos -Felipe González y Alfonso Guerra- ganara los comicios generales celebrados días antes: el 28 de octubre.

Sevilla se había engalanado profusamente para una ocasión sin precedentes. Las fachadas de la Catedral y el Palacio arzobispal se limpiaron y en el campo de la Feria, que acogió la ceremonia, se había levantado un gigantesco altar de 25 metros de altura, proyectado por el arquitecto Rafael Manzano. Lo remataba el retablo de plata de Laureano de Pina, instalado ahora en la nave del crucero como perenne Altar del Jubileo de la Catedral. En su diseño también jugó un papel importante Luis Becerra, que fue director durante muchos años de la Obra Cultural de la Caja San Fernando.

Tras salir del aeropuerto -donde un grupo de danza bailó unas sevillanas-, Juan Pablo II se dirigió al Prado de San Sebastián, lugar elegido para que el regidor hispalense, entonces el andalucista Luis Uruñuela, le entregara al Sumo Pontífice las llaves de la ciudad. La banda municipal interpretó varias marchas de Semana Santa.

Monseñor Amigo acompaña al Papa Juan Pablo II al llegar al aeropuerto de Sevilla el 5 de noviembre de 1982. / D. S.

Ya en la ceremonia de beatificación, el Papa tuvo palabras de recuerdo hacia una anciano cardenal Bueno Monreal, el último purpurado de Sevilla antes de monseñor Amigo, quien en su salutación inicial invocó una de las devociones marianas más universales y cercanas: la Virgen del Rocío. "Rocío, Santidad, es el nombre que los labios andaluces aprendieron para llamar a María Santísima, a la Virgen, a la Madre bendita de nuestro Pastor y Señor. La presencia de Vuestra Santidad entre nosotros es como rocío que Dios nos envía, como bendición del cielo y regalo del Espíritu". La relación con la devoción rociera hizo merecedor al cardenal del nombramiento como hermano honorario de la Matriz de Almonte en 2021.

Tras abandonar el campo de la Feria, el Sumo Pontífice permaneció dos horas más en Sevilla antes de trasladarse a Granada, el siguiente destino de su recorrido por España. En este tiempo acudió a la Catedral, donde oró ante la Virgen de los Reyes, momento en el que el canónigo Manuel Garrido entonó el Salve Regina. A continuación, se le agasajó con un almuerzo en los salones del Arzobispado. Acabó esta primera visita a Sevilla acudiendo al convento de las Hermanas de la Cruz, donde lo recibió Madre María de la Purísima, canonizada en el siglo XXI y cuyo proceso también conoció en sus inicios monseñor Amigo como arzobispo.

Antes de tomar el avión que lo llevaría a la ciudad de la Alhambra, el Papa polaco se dirigió al prelado hispalense para reconocerle que "debía estar muy contento con esta tierra". Momentos después, los periodistas que cubrieron este viaje le pidieron al arzobispo que definiera al Santo Padre, a lo que monseñor Amigo contestó: "¿Definir a este hombre? Yo creo que es simplemente algo más que un hombre".

Monseñor Asenjo y el alcalde Luis Uruñuela reciben a Juan Pablo II en la visita de 1982. / D. S.

Pasó la década de los 80 y llegaron los 90. Sevilla se abrió al mundo con la Expo'92 y se adelantó al siglo XXI. Los fastos no acabaron con aquella muestra universal, sino que aún aguardaban dos citas de gran calado. La clausura del Congreso Eucarístico Internacional y la boda de la infanta Elena. La primera de ellas suponía la vuelta de Juan Pablo II a la capital andaluza. Tuvo como lema Cristo, luz de los pueblos y su organización comenzó cuatro años antes, en 1989.

El Papa de nuevo pisó suelo sevillano el 12 de junio de 1993. Carlos Amigo seguía siendo la cabeza de la Iglesia de Sevilla. En esta ocasión el Sumo Pontífice no estaría sólo unas horas en la capital andaluza, sino tres jornadas, en las que pernoctaría en el Palacio Arzobispal. La realidad de la España de aquel entonces distaba mucho de la que Wojtyla había conocido una década antes. El PSOE seguía ganando en las elecciones generales -Felipe González continuaba en la presidencia- y al frente de la Junta de Andalucía se encontraba el también socialista Manuel Chaves. La Alcaldía hispalense la ocupaba otro andalucista, Alejandro Rojas-Marcos, que perseguía el sueño de que la ciudad albergara unos Juegos Olímpicos (de ahí el Estadio de la Cartuja que no ha acogido unas olimpiadas, pero sí ha servido, entre otros usos, para la beatificación de Madre María de la Purísima). España hacía años que había entrado en la Unión Europea y el aprovechamiento turístico de la Catedral se había convertido ya en uno de los principales sustentos económicos de la diócesis (sin duda, una de las grandes aportaciones del pontificado de monseñor Amigo).

Una visita que no estuvo exenta de tensiones, pues el alcalde se había negado a entregarle al Papa las llaves de la ciudad en el Arzobispado (así lo pretendía la diplomacia vaticana) y exigía que el acto se desarrollase en el Ayuntamiento, como se había hecho con todos los jefes de Estado que visitaron Sevilla durante 1992. Finalmente, el acto se desarrolló a los pies de la Giralda minutos antes de que Juan Pablo II subiera al balcón de la Giralda para rezar desde allí el Ángelus.

Los concejales Manuel García (PP) y Enriqueta Vila (PA) cumplimentan a Su Santidad en la visita de 1993. / D. S.

No pueden olvidarse nombres clave de aquella visita: Jesús Pérez-Saturnino, secretario general ejecutivo del comité organizador del congreso; y Francisco Navarro y Manuel Benigno, secretarios generales adjuntos de dicho comité. Todos ellos estrechos colaboradores de monseñor Amigo. El congreso se financió con la ayuda de los bancos, las cuotas aportadas por los asistentes (más de 7.000) y los fondos que recibió la Archidiócesis de Sevilla de la exposición Magna Hispalensis, que acogió la Catedral durante la Expo'92.

En los meses previos, el arzobispo viajó hasta Nueva York y Roma para anunciar en ruedas de prensa el Congreso Eucarístico de Sevilla, cita incluida dentro de la conmemoración de la Evangelización en el V Centenario del Descubrimiento de América. En estas comparecencias, monseñor Amigo estuvo acompañado por el sacerdote Miguel Oliver.

La tarde del 12 de junio, que fue sábado, el Papa ordenó a 37 sacerdotes en el Pabellón de Deportes de San Pablo. Al día siguiente presidió la Statio Orbis, tras lo cual mantuvo un encuentro con los delegados nacionales del Congreso Eucarístico en el Patio de los Naranjos de la Catedral. Por la tarde inauguró la obra social del congreso: la Residencia San Rafael, en Dos Hermanas. La tercera jornada la pasó en Huelva, visitando el monasterio de Santa María de la Rábida y el santuario de la Virgen del Rocío, donde exclamó desde su balcón la célebre frase: "¡Qué todo el mundo sea rociero!".

Juan Pablo II, acompañado de monseñor Amigo, es recibido por el vicario general, Domínguez Valverde, y los canónigos Artillo, Guillén, Garrido Orta y Estudillo. / D. S.

Una de las estampas más recordadas de la Statio Orbis, que también se celebró en el campo de la Feria, fue el momento en que el Papa oró ante la Pura y Limpia del Postigo, que se encontraba en el altar montado para la ocasión. Juan Pablo II se sentó en la misma cátedra que en 1982, que fue usada por el prefecto de la Congregación de los Santos, el cardenal Amato, cuando beatificó a Madre María de la Purísima en el Estadio de la Cartuja, en septiembre de 2010. Una ceremonia a la que acudió la Virgen de la Esperanza Macarena. La colecta de aquel 13 de junio de 1993 fue a parar a Proyecto Hombre.

En ambas visitas quedó en la retina de miles de sevillanos la imagen de Juan Pablo II en el papamóvil por las calles de la ciudad mientras se entonaban las célebres Sevillanas del Adiós, compuestas por Manuel Garrido. Dos hitos históricos en el largo mandato de monseñor Amigo, quien, tras lograr el cardenalato en 2003, participó en los cónclaves en los que salió elegido Benedicto XVI y Francisco como Vicarios de Cristo en la tierra. Su nombre, por cierto, no faltó en las quinielas como futurible Papa.

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