Los militares españoles (y sevillanos) de la Guerra de Vietnam
El Rastro de la Historia
Para evitar la participación armada de España en el conflicto, Franco mandó una misión de sanitarios militares a Vietnam, de la que fueron miembros varios médicos sevillanos
Aunque de forma modestísima, España estuvo presente en la Guerra de Vietnam, uno de los conflictos centrales de la Guerra Fría que ha retratado ampliamente el cine debido a su impacto en la evolución de la sociedad norteamericana en la segunda mitad del siglo XX. Entre 1955 y 1975, Indochina vivió un largo y cruento enfrentamiento entre Vietnam del Norte (comunista) y Vietnam del Sur (capitalista), que eran apoyados por China y EEUU, respectivamente. Desde un principio, Norteamérica intentó formar una coalición militar que diese a su intervención una apariencia de cruzada democrática contra el totalitarismo marxista. Sin embargo, pocos se prestaron a colaborar, empezando por Europa y la antigua potencia colonial de Indochina, Francia, que siempre miraron con escepticismo una operación que veían abocada al fracaso. EEUU sólo consiguió que países como Turquía, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda enviasen tropas a Vietnam.
España no se libró de las presiones diplomáticas norteamericanas para que se implicase militarmente en la guerra. Pero todas chocaron con el muro del general Franco, quien asesorado por su ministro de Exteriores, Fernando María Castiella -que había realizado una gira por Filipinas, Tailandia, Formosa y Japón- y los franceses, determina no participar en el conflicto. La decisión se la comunica personalmente al presidente Johnson mediante una carta, en agosto de 1965, que no solo deja claras las habilidades políticas del dictador gallego, sino también su independencia ante el aliado del que en ese momento dependía su legitimación internacional. En la misiva, de un marcado carácter anticolonialista (sorprendente en un militar africanista), no sólo se niega a mandar ayuda militar, sino que le dice claramente al presidente de los EEUU que va a perder la guerra y se deshace en elogios al líder comunista Ho Chi Min, al que considera "un patriota". Llega a decir que comprende que el pueblo vietnamita se decante por un "social-comunismo que les ofrece mayores esperanzas que el sistema liberal patrocinado por el occidente, que les recuerda la gran humillación del colonialismo". Y continúa: "No conozco a Ho Chi Min [..] pero hemos de conferirle un crédito de patriota al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país [...] podría ser sin duda el hombre de esta hora, el que Vietnam necesita [...] Suyo, buen amigo, Francisco Franco Bahamonde."
Sin embargo, para compensar su negativa, Franco decidió mandar a Vietnam un pequeño destacamento médico militar compuesto por doce personas, que estarían presente en el país del sudeste asiático entre 1966 y 1971. En marzo de 1966 se preparó un primer equipo de los cinco que constituirían dicha misión, la cual sería comandada por Argimiro García Granados, director del Hospital Militar de Santa Cruz de Tenerife y con amplios conocimientos en medicina de campaña debido su participación en la Guerra Civil, la División Azul y Sidi Ifni. En total se realizaron tres rotaciones con la participación de medio centenar de efectivos a lo largo de los cinco años de misión. Muchos repitieron rotación y alguno las tres.
Aunque la misión no fue secreta, sí se llevó con suma discreción. El 6 de septiembre de 1966 partió de Barajas con sus miembros vestidos de civil, y dos días después llegaron a Saigón, capital de Vietnam del Sur. El destacamento fue destinado al Delta del Mekong, en pleno meollo de la guerra, a la pequeña ciudad de Go Cong (18.000 habitantes), a unos sesenta kilómetros de Saigón. Pese a que las instalaciones que se les facilitaron para montar su hospital de campaña fueron del todo insuficientes, durante los cinco años que permanecieron allí los cincuenta militares que pasaron por el destacamento se esforzaron en realizar sus funciones, atendiendo fundamentalmente a la población civil y sin preguntarle nunca su filiación política o bando militar. Eso hizo que se ganasen el respeto -e incluso el afecto y la protección- de los vietnamitas, que llegaron a avisarles de cuándo iban a producirse ataques (boom-boom, en el argot del conflicto). La prueba de su buena sintonía con la población es que en todos los años de misión no sufrieron ni una sola baja mortal.
Tal fue el agradecimiento que pusieron el nombre de Câu Tây Ban Nha (Puente de España) a uno de los pasos sobre el Mekong. Además, fueron condecorados por las autoridades de Vietnam del Sur con la Medalla de la Campaña de Guerra de Vietnam del Sur y, por los EEUU, con la Army Commendation Medal.
Sin embargo, sí vivieron momentos muy complicados, como en la famosa Ofensiva del Tet, cuando en la misma jornada cayeron sobre el hospital 14 proyectiles de mortero sin que se produjese ninguna víctima mortal entre los españoles, aunque sí murieron los dos centinelas armados de la puerta.
La presencia de sanitarios andaluces y canarios en la misión fue muy amplia. El abogado y cinéfilo sevillano Emilio G. García, autor de la novela El puente de Go Cong (ganadora del premio Ciudad de Alcalá de Henares), destaca la implicación del Hospital Militar de Sevilla y de los médicos militares sevillanos Juan Pedro Gil Lagares y Manuel Murube. También del general Velázquez (en aquel momento teniente), que aunque ceutí, vivió más de cuarenta años en Chiclana.
La misión concluyó en octubre de 1971 y, en coherencia con la absoluta discreción en la que estuvo envuelta, no tuvo ninguna recepción especial a su regreso definitivo a España. Eso sí, a sus miembros se les concedió la Cruz del Mérito Militar con distintivo Rojo, que reconoce la participación en acciones de guerra.
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