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"El militar no debe ser apolítico, sino estar despolitizado"

Juan Gómez de Salazar. Jefe de la Fuerza Terrestre

Testigo privilegiado de la actualidad, dirige desde Sevilla a más de 40.000 militares del Ejército de Tierra

El teniente general Gómez de Salazar en la Plaza de España.
Carlos Navarro Antolín

03 de julio 2016 - 05:03

Más de 40.000 soldados a su cargo, una responsabilidad que ejerce desde un despacho cargado de historia en la Plaza de España, al que se accede tras contemplar la galería de antiguos capitanes generales, jefes de la Región Militar Sur y otras denominaciones ya en desuso. El teniente general Juan Gómez de Salazar (Madrid, 1957) forma parte de las primeras hornadas de militares formados íntegramente en la democracia. Ingresó en la Academia en 1974. Ha estado al frente de la Brigada Paracaidista y ha ejercido en misiones en Bosnia, por dos veces; Kosovo y el Líbano. Es el actual jefe de la Fuerza Terrestre. Guarda los equilibrios a los que está obligado sin rehuir ninguna pregunta espinosa, ni siquiera la de la incorporación de un antiguo jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) a las filas de Podemos como aspirante a diputado, finalmente no elegido. Gómez de Salazar, del que dicen que por su afabilidad ha caído en Sevilla de pie, defiende que el Ejército debe ser mucho más conocido por la sociedad para que sea aún más valorado. En el plano personal, es un reconocido aficionado a los toros y socio del Real Madrid desde los 19 años.

-¿Qué le preocupa en la actual coyuntura al jefe de la Fuerza Terrestre? ¿Qué frentes tiene abiertos?

-Tenemos unidades desplegadas en toda la península, Ceuta y Melilla. Son todas unidades operativas. Unos 40.000 hombres. Mi preocupación fundamental es procurar que todas las unidades estén preparadas para aquello que se les pueda exigir. Y eso es una tarea bastante difícil, porque nos exige mucho esfuerzo y optimizar los escasos recursos que tenemos a nuestro alcance. Mi preocupación fundamental, dicho sea de forma resumida, es tener a nuestras unidades preparadas para poder garantizar que tengan éxito en las operaciones o en las misiones que se le encomienden. Algunas son muy complejas.

-¿Qué o quiénes suponen ahora mismo una amenaza para la defensa nacional?

-Yo ahí tengo que contemplar dos campos. El interno y el externo. En el externo está bien claro que la amenaza es el yihadismo. Es nuestra principal preocupación. Nuestro Jefe de Estado Mayor decía hace unos días que todos nos tenemos que concienciar de que se trata de una amenaza real, y entre todos tenemos que concienciar a la sociedad española en tal sentido. El yihadismo, repito, es una nuestra principal amenaza exterior. En el planto interno, los militares somos también españoles de a pie y tenemos nuestro corazoncito y nos preocupan las mismas cosas que al resto. Y particularmente son preocupantes todos los movimientos que tienden a romper España.

-¿Qué se le puede decir a la población civil sobre los verdaderos riesgos del yihadismo? Por ejemplo, ¿se debe ver con recelo el proyecto de una mezquita, como ocurre en Sevilla?

-No, no. A la población civil hay que decirle que la amenaza yihadista existe. Basta con leer los periódicos o ver la televisión. Pero hay que tener confianza en los servicios de Inteligencia españoles y en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Están a la altura de los mejores. Por desgracia, la experiencia de ETA nos hizo aprender mucho en estos campos. Estamos al nivel de los países más avanzados en cuestiones de prevención y de seguridad. El yihadismo se combate en dos frentes: con prevención y en el ámbito externo. Se sabe cómo opera el Estado Islámico y cuáles son sus fuentes de ingresos.

-¿Usted cree que los andaluces saben que desde este cuartel de la Plaza de España de Sevilla se controla el 70% de las unidades del Ejército de Tierra?

-Lamentablemente, estoy seguro de que no se sabe. Y eso es una pena. Al Ejército, en general, no nos basta con procurar ser eficaces, e incluso convivir con esos residuos de hostilidad que todavía se perciben en algunas áreas de la sociedad. No basta con eso. Nos gustaría que la sociedad a la que servimos nos respetase y nos quisiese. Y para eso se nos tiene que conocer. Y, lamentablemente, en esta tarea queda un recorrido larguísimo. Somos todavía muy desconocidos. Y ya se sabe que lo que no se conoce no se puede querer.

-¿Por qué dice que ustedes, los militares, no son queridos? El Ejército no suele salir mal parado en las encuestas oficiales de valoración.

-No digo exactamente que no seamos queridos. Usted con su pregunta ha dado en la clave. ¿La ciudadanía conoce exactamente lo que hacemos? Yo creo que no. Estoy convencido de que hacemos una encuesta en cualquier zona de Sevilla y la gran mayoría de la gente desconoce que en este cuartel general se manejan y se dirigen las unidades operativas de toda España, salvo las de Canarias. Eso, lamentablemente, se desconoce, sólo me refiero a esto. Y lo que no se conoce no se puede querer.

-Una cuestión casi emocional al hilo de lo que hablamos. ¿Es usted consciente de que este edificio sigue siendo Capitanía General para los sevillanos y que usted es hoy el equivalente al capitán general? Porque lo de jefe de la Futer no suena…

-Sí, sí, sí. Cuando llegué a Sevilla por primera vez le dije al taxista: "Lléveme usted al Cuartel General de la Fuerza Terrestre". Y me puso una cara… Y cuando le expliqué la dirección, le referí la Plaza de España y otras localizaciones, me dijo: "¡Ah! Usted quiere ir a Capitanía". Me di cuenta que lo de Capitanía está muy presente. Y creo que eso es bueno. Sevilla en eso es una ciudad de la que deberían tomar ejemplo otras ciudades de España. Se aferra a las tradiciones y eso es aprovechable siempre. Me gusta que este edificio siga siendo Capitanía para los sevillanos. Lo que sí tengo que tener cuidado es con lo del capitán general, porque mis jefes me pueden dar un coscorrón [risas].

-Desde su posición de militar de alta graduación, ¿cómo vivió la pasada noche electoral?

-Bueno… Los militares no podemos nunca utilizar argumentos o introducciones a la exposición de un razonamiento como hacen otros profesionales. Por ejemplo, cuando hay quien dice "como político mi opinión es tal y como ciudadano es otra". Los militares somos siempre militares.

-Y eso quiere decir…

-Eso quiere decir que tenemos que encontrar un difícil equilibrio entre el deber de neutralidad que se nos exige y el derecho a la libertad de expresión. Eso no es fácil de conseguir. Pero, en cualquier caso, respondo a su pregunta remitiendo a lo que he dicho antes. Los militares somos españoles, no somos insensibles. Podemos ser mudos, pero no sordos. Y todas las situaciones que los españoles viven con preocupación, nosotros también las vivimos con esa misma preocupación.

-Por lo que me dice, preveo que el día que pase usted a la reserva no le veremos en la lista de ningún partido político…

-No, no, no. ¡Seguro que no! Donde haya que firmarlo, lo firmo. En estas cuestiones no sólo hay que serlo, hay que parecerlo. Y el militar, por naturaleza, no es que sea apolítico, es que tiene que estar despolitizado. Que un militar se meta en política le hace un flaco favor a las Fuerzas Armadas.

-En sintonía con otras naciones europeas, como Inglaterra, Francia o Bélgica, ¿no cree que España adolece de una falta de cultura de defensa, lo cual impide que se potencie un verdadero aprecio de la sociedad por sus Fuerzas Armadas?

-Creo que eso es cierto. Eso está relacionado con lo que hemos hablado antes. La cultura de defensa es imprescindible. Si no hay cultura de defensa no hay conciencia de defensa. Antes he mencionado la necesidad de concienciar a la sociedad española sobre cuáles son las amenazas principales. Si cogemos a cualquier ciudadano y le preguntamos si es partidario de valores como la democracia, la libertad, la justicia o la igualdad, seguro que todo el mundo dice que sí lo es, pero para que todos esos valores sean posibles se necesita pagar el precio de la seguridad. La diplomacia y los compromisos internacionales están muy bien. Está muy bien colaborar con nuestros socios y aliados, pero al final, por desgracia, la única opción que puede quedar para garantizar esos valores es recurrir al uso de las armas. Y el que no lo quiera ver no vive en el mundo de hoy.

-En caso de riesgo real de secesión de una parte de España, ¿un alto militar como usted puede y debe hablar o, por contra, debe estar sometido absolutamente al poder civil?

-Nosotros somos un instrumento del Estado. Dependemos del Gobierno. Los militares lo tenemos muy clarito. A estos efectos hablamos de niveles: el nivel estratégico, el nivel operativo y el nivel táctico. El nivel táctico es el que se desarrolla sobre el terreno, sobre el suelo. El nivel operativo es el que corresponde a la cúpula militar, dicho así para la que gente nos entienda. Y el estratégico corresponde a la clase política, a los gobernantes. Los objetivos los marca el nivel estratégico, el Gobierno, el Parlamento. Para que nosotros pongamos el pie en cualquier misión, necesitamos la aprobación del Parlamento. En esta cuestión hay poco margen. Y es bueno que haya poco margen. Lo tenemos muy claro.

-El presupuesto de España en Defensa es de los más bajos de la OTAN…

-Muy bajito.

-¿Es suficiente al menos para el cumplimiento de los objetivos mínimos?

-Vamos a ver… Hablar de escasez de presupuestos en un período de crisis como el que sufrimos es complicado. Hay que medir mucho las palabras. Somos conscientes de los esfuerzos de todos los españoles. Todo el mundo se ha apretado el cinturón. El Ejército se lo ha apretado como el que más. De eso le puedo dar constancia. Ahora mismo, creo que nuestro presupuesto en términos de Producto Interior Bruto es sólo superior al de Luxemburgo. ¿Es suficiente? Nos gustaría tener mucho más. Pero con lo que tenemos hoy podemos cumplir nuestros compromisos. ¿Podríamos asumir mayores reducciones? Sería prácticamente imposible. Tenga en cuenta que, cuando hablo de apretarnos el cinturón, me refiero a instrumentos y equipos que dejamos apartados y a los que sólo se hace el mantenimiento indispensable. Me refiero también a una gran cantidad de actividades que hace años estaban pagadas o subvencionadas y que ya no se pagan o subvencionan. La tropa y los cuadros de mando están saliendo a hacer ejercicios sin percibir los pluses de maniobra que antes eran habituales. Todos nos hemos apretado el cinturón. Y estamos en el límite. Como se suele decir ahora, si seguimos cortando, tocamos músculo.

-¿Son malos tiempos para la carrera militar?

-No, no lo son. Porque siempre se ha dicho que las señas de identidad del militar radican en el amor a España y en su vocación. El amor a España no es exclusivo de los militares. Conozco a muchos españoles que aman a España tanto o más que muchos militares. La vocación sí que es una particularidad nuestra. Esa vocación, junto con el amor a España, genera algo que es difícil de comprender para algunos: el deber militar. El deber militar excede de cualquier derecho. Nosotros tenemos la obligación por ser militares, y lo somos siempre, de dar la vida por España si es preciso. Y eso excede de cualquier derecho. Cualquier ciudadano no tiene esa obligación, pero nosotros sí. ¿Por qué digo esto? Porque estos sentimientos son imperdurables. Hablamos se sentimientos, de espíritu… En la actualidad no nos podemos quejar de vocaciones. Hay muchos jóvenes que desean ser militares en todos los rincones de España.

-¿Percibe que hay más interés por ser militar en tiempos de crisis para acceder a un puesto de trabajo?

-Puede ser. Con la vocación se puede nacer. Pero la vocación también se aprende. Ocurre en otras facetas de la vida. Hay matrimonios que empiezan sin quererse y acaban queriéndose. Hay militares que entran, como usted bien plantea, forzados por la situación económica, buscando una nómina mensual, y al final acaban amando el uniforme como el de mayor vocación.

-En el Ejército hay quienes se preguntan por qué no se utilizan más militares profesionales en la reserva para ciertos empleos y tareas y menos reservistas voluntarios. En ocasiones surgen conflictos entre los voluntarios y los profesionales en activo.

-Es una pregunta de difícil contestación. De todas formas los números están muy ajustados. La capacidad de maniobra es muy escasa. Nuestros mandos de personal lo tienen bien claro y el recurso a los reservistas voluntarios es perfectamente compatible con recurrir a los militares en la reserva. Pero es que, además, hay una faceta añadida que no deja de tener su importancia. Nuestra reserva como tal es prácticamente inexistente. Como bien sabe, el servicio militar desapareció hace muchísimos años. Que haya ciudadanos que nada tienen que ver con el Ejército que encuentren una vía de contacto para conocernos, como hemos dicho antes, creo que es beneficioso. La labor que hacen los reservistas voluntarios es importantísima. Ojalá hubiese más recursos para poder activarles en mayor proporción.

-¿Usted volvería a un ingreso en la carrera militar por oposición en lugar del modelo actual basado en los créditos?

-Los modelos tienen siempre sus detractores. No podemos ir en contra de los tiempos. Bolonia está ahí. Tenemos que ajustarnos a la reglamentación vigente. El ingreso en la carrera militar ha variado siempre. Hemos pasado por una oposición muy dura, hemos pasado por un selectivo de condiciones físicas, luego volvimos a la oposición, ahora estamos con los créditos con la referencia de la nota de Selectividad… Los sistemas pueden variar, pero no afectan al fondo, que es la formación. Sea cual sea el sistema de enseñanza empleado, el producto final es bueno.

-¿Qué se puede hacer para que se conozca más la labor real del Ejército?

-Yo tenía un jefe que todo lo traducía a términos militares. Decía que ganar la opinión pública en el día a día es indispensable, no sólo había que hacerlo en el caso de un conflicto, que también, porque fíjese usted lo que aprendieron los norteamericanos en Vietnam… Luego en Iraq, por cierto, actuaron de otra manera. El jefe que yo tenía planteaba que el objetivo es la sociedad, el terreno lo constituyen los ciudadanos y las armas son los medios de comunicación social. Y eso es una verdad como un templo.

-Usted es un testigo privilegiado de la evolución del Ejército desde la instauración de la democracia. ¿Cómo ha cambiado el Ejército desde sus inicios como militar hasta hoy?

-El cambio ha sido muy drástico. Cuando yo salí de la Academia a finales de los años setenta había unos 300.000 efectivos. Ahora estamos en 69.000. Hemos sufrido varios planes de modernización, que siempre conllevaban reducciones al amparo de la mayor calidad en vez de la mayor cantidad; hemos tenido que hacer frente a la desaparición del servicio militar, hemos tenido que asumir compromisos internacionales que antes casi no existían, hemos operado junto con unidades de ejércitos extranjeros, lo cual antes era impensable… El Ejército es más operativo ahora. Y está a la altura de cualquiera de los Ejércitos de nuestro entorno. Y me refiero a los británicos, americanos, franceses…

-¿El asociacionismo militar ha cumplido sus fines o ha sido una suerte de sindicalismo solapado?

-Yo no creo que sea un sindicalismo solapado. El asociacionismo en el Ejército está perfectamente estructurado e integrado. Hay asociaciones de tropa, otras de suboficiales… Curiosamente no hay ninguna de oficiales. El asociacionismo cumple su papel. En el consejo de personal se estudian los problemas que plantean las asociaciones, se discuten y se ven las soluciones. La participación del militar en esas asociaciones es bastante baja, no hay tantos asociados como la gente puede pensar. Ocurre que a veces las opiniones de las asociaciones aparecen en los medios de comunicación como si fuesen de la globalidad. Y no es así. El mejor sindicato para los militares es el conducto reglamentario, nuestro mando. No hay profesión en la cual el que se sienta perjudicado tenga un recurso tan directo para exponer su duda, su queja, su situación. Eso siempre ha ocurrido en el Ejército. Quienes hayan hecho el servicio militar pueden corroborar lo que le digo.

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