La metáfora del mudéjar
puntadas con hilo
El PSOE y el PP, que se han puesto de acuerdo para abrir un museo, deberían convivir en otros proyectos productivos.
LA aparición y desarrollo del arte mudéjar fue posible gracias al fenómeno social que supuso la convivencia pacífica de tres culturas: la cristiana, la musulmana y la judía. En Sevilla hay magníficas pruebas de ese estilo y, desde esta semana, un museo único que expone un centenar de piezas arrumbadas durante años. Sacar al mudéjar del olvido ha sido posible precisamente gracias al entendimiento, como en las tres culturas, de tres administraciones públicas: el Ayuntamiento, la Junta de Andalucía y el Gobierno central. Y justo es reconocer estas aportaciones. Del Centro del Mudéjar deben sentirse hoy orgullosos técnicos que han trabajado bajo las órdenes de distintos partidos y políticos de varios colores. Una herencia recibida que, esta vez en dirección contraria, el nuevo Ayuntamiento de Sevilla quiso rentabilizar. O quizás es que no tuvo otra opción.
En la presentación del citado centro cultural, en las primeras filas, se sentaron responsables de la Junta de otras etapas, como el socialista Bernardo Bueno, que fue quien arrancó la iniciativa siendo delegado provincial de Cultura; y técnicos de la Gerencia de Urbanismo mucho más próximos a los anteriores gobiernos municipales que a éste. Y aquí paz. Por cierto, habría sido un punto la presencia de Alejandro Rojas Marcos, el ex alcalde que rehabilitó realmente el Palacio de los Marqueses de la Algaba, sede del museo. Una recuperación que se hizo con dinero del Plan Urban y que aglutinó buena parte del presupuesto de esos fondos europeos con los que se quiso lavar la imagen a la Sevilla más degradada tras la Expo. El andalucista levantó el palacio, sí, pero éste se destinó a oficinas municipales. Ahora es el PP quien lo dota de un uso social y cultural.
Lo cierto es que el mudéjar ha salido por fin de los cascotes de la historia. Y los Marqueses de la Algaba, que fue corral de vecinos y cine de verano antes de convertirse en un solar abandonado, alberga hoy un museo. Esta semana lo más granado de la sociedad civil acudió a la calle Feria para festejarlo. Por cierto, hubiera sido otro punto la presencia de la actual marquesa de la Algaba, la duquesa de Alba.
La apertura del Centro del Mudéjar es, sin duda, un ejemplo de buena política que, en tiempos como los que corren, sólo se consigue con la ayuda de las administraciones. En crisis económica hay quien opina que invertir en cultura es vergonzoso. Sería discutible, pero la virtud de este proyecto es que precisamente se ha puesto en marcha con poquísimo dinero. No hacía falta mucho, sólo activar una idea. Y para eso el mejor descubrimiento del equipo de Zoido es Benito Navarrete, el responsable de las infraestructuras culturales y patrimonio que gestiona el Ayuntamiento de Sevilla.
¿Y si esta favorable actitud se trasladara a otros proyectos municipales, algunos mucho más productivos en términos de empleo y generación de riqueza? Ikea, Gavidia, Altadis... En la inauguración del Centro del Mudéjar no faltaron las cantigas de Alfonso X El Sabio. E incluso surgió un improvisado trovador: el profesor Juan Luis Ravé, director del proyecto museográfico, que en calidad de técnico lanzó su verso: "Es hora de hacer un gran pacto político por el patrimonio al margen de las luchas políticas". Silencio. Menos mal que volvió a sonar la zanfoña del grupo Artefactum.
Si tal acuerdo se hubiese alcanzado antes, el abandono del proyecto cultural para las Atarazanas quizás no se hubiera producido. Aunque, ¿a quién le importa esta polémica? A pocos, según el último barómetro.
Los pactos están de moda. El último lo lanzó el PSOE desde la oposición en la Plaza Nueva esta misma semana, con tan mal tino que quedó eclipsado por el anuncio de la venta de Isla Mágica. Y el PP ofreció uno al presidente Griñán antes. Sólo palabras. Nada es imposible, repite Zoido en su versión del We can de Obama. El profesor Ravé asegura que la sociedad que desvela el mudéjar no fue un ideal de convivencia entre las tres culturas como se cuenta. La de hoy tampoco. Pero ¿quién dijo que fuese fácil? Eso sí, lo primero es quererlo. Y pensar que quedan aún dos años para entrar en campaña.
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