Mercedes y Cristina de Orleans, muertes paralelas
El Rastro de la Historia
El 8 de diciembre de 1877 llegó a la Estación de Plaza de Armas de Sevilla la delegación que Alfonso XII había mandado para pedir la mano de María de las Mercedes de Orleans y Borbón. La comitiva, compuesta por el marqués de Alcañices, el marqués de la Frontera y el secretario de la mayordomía mayor del rey, Fernando de Mendoza y Abascal, se dirigió inmediatamente al Palacio de San Telmo, donde los duques de Montpensier, Antonio de Orleans y su mujer la infanta María Luisa, le esperaban en el conocido como Salón Blanco de San Telmo. Allí, además de los nombrados, se encontraban la futura y fugaz reina de España, la casi niña Merceditas de la copla; sus hermanos Antonio y Cristina. El regalo del novio ausente fue un brazalete de oro, rubíes y brillantes. Por supuesto, la respuesta María de las Mercedes fue afirmativa. La boda se celebró el 23 de enero de 1878 en la basílica madrileña de Atocha.
La historia de Mercedes es de sobra conocida. Su prematurísima y cruel muerte por tifus apenas cinco meses después de su boda la hicieron protagonista de unas de las tonadillas más hermosas y populares del siglo XIX, una cancioncilla que hasta hace muy poco se podía escuchar en los juegos infantiles: "¿Dónde vas Alfonso XII?/ ¿Dónde vas triste de ti?/ Voy en busca de Mercedes,/ que ayer tarde no la vi./ Merceditas ya está muerta./ Muerta está que yo la vi./ Cuatro duques la llevaban/ por las calles de Madrid". Es mucho menos conocida la vida de su hermana mayor Cristina, presente en aquel Salón Blanco el día de la pedida de Mercedes, y cuya muerte tuvo un evidente paralelismo con la de la primera mujer de Alfonso XII. Ocho años mayor que María de las Mercedes, la tercera hija de los duques de Montpensier nació en el Palacio de San Telmo el 29 de octubre de 1852 y, al igual que su madre, ostentó el título de infanta de España por decisión de su tía, la reina Isabel II. Su vida fue similar a la de las grandes aristócratas, con largas estancias en el extranjero. Sin embargo, si guarda un lugar en la historia de España, aunque sea en el plano más anecdótico, fue por su muerte, sucedida muy poco después de la de su hermana y en circunstancias parecidas.
Por mucho que Alfonso XII fuese un joven e inconsolable viudo, el sentido del deber le empujó a buscar una nueva esposa muy poco después de ser enterrada María de las Mercedes. Y, quizás por comodidad o cariño, se fijó en su cuñada Cristina, siguiendo así la tradicional endogamia de las casas reales. Tanto que inmediatamente empezó un cortejo que hacía esperar que, en breve, el monarca se casaría de nuevo con una Montpensier. Esta situación duró unos meses hasta que se descubrió que la infanta María Cristina tenía tuberculosis (tisis, como se la solía llamar entonces), lo que la invalidaba como candidata a ser reina de España. La desafortunada novia moriría muy poco después tras una larga y cruel agonía, a los 26 años de edad, en Sevilla, el 28 de abril de 1879.
La muerte de María Cristina fue un auténtico mazazo para la sociedad sevillana del momento, en el que la familia Orleans vivía un papel muy central, casi de monarcas locales. Hay muchos testimonios del duelo, pero si destacásemos uno es el del periodista José Laguillo, quien fue 27 años director del periódico El Liberal de la ciudad y cuyas memorias están editadas por la Universidad de Sevilla, con prólogo del desaparecido Alfonso Braojos:
"Al exponer el cadáver en la capilla de San Telmo, excusado es decir que la población entera acudió para desfilar ante él [...] Recuerdo el ímprobo trabajo que nos costó penetrar en el palacio. Hubo apreturas, carreras, sofocones y, al cabo, dentro del patio central, avanzamos lentamente, casi en masa, logrando alcanzar la capilla donde, sobre un aparatoso catafalco revestido de negro, distinguíase en alto la figura lívida de la infanta. Toda de blanco en su rigidez mortal [...] así es que aquel espectáculo de la doncella muerta en la flor de la edad hubo de atenazarme por largo tiempo. Desaparecían las infantas, poderosas y bonitas, lo mismo que los seres vulgares".
María Cristina de Orleans y Borbón fue enterrada en el pabellón de los infantes de El Escorial, donde se puede leer una lápida en latín que dice: "Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no verán más la dicha (Job 7,8)." Su hermana Mercedes, tras recibir sepultura también en El Escorial, fue trasladada en 2000, por decisión del rey Juan Carlos I, a la Catedral de la Almudena, tal como era su deseo. En su lápida se puede leer: "Maria de las Mercedes. Dulcísima esposa de Alfonso XII".
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