La ventana
Luis Carlos Peris
La peña se nos va quedando sin peñistas
SEVILLA
El pasado 24 de abril se cumplió el 545 aniversario de la muerte del célebre poeta Jorge Manrique. Una efeméride que recordó el también poeta, escritor y articulista del Grupo Joly Enrique García-Máiquez durante su disertación de ingreso como académico correspondiente en la Academia Sevillana de Buenas Letras. Un acto que se celebró ayer en la Casa de los Pinelo y que tuvo como eje central un discurso en el que puso en valor la nobleza del espíritu desgranando los versos que hilvanan Coplas a la muerte de su padre, obra cumbre del de Paredes de Nava.
Antes de comenzar su alocución, García-Máiquez brindó unas palabras en memoria del académico portuense Luis Suárez a quién consideró como un "ejemplo constante de pasión por el saber, amor a la vida y respeto a nuestras costumbres y tradiciones". También dedicó una felicitación a su padre, quién cumplió años ayer, y manifestó que "el tema escogido no podría ser más apropiado para la ocasión. Las Coplas, Jorge Manrique las escribió a la muerte su padre; yo dedico estas glosas a la vida del mío".
"A los jóvenes a los que no se transmite nuestra cultura se les está hurtando una riqueza esencial y necesaria", comenzó el escritor para recalcar que no se trata, exclusivamente, de trasladar "las cumbres culturales", sino "un tono general, una perspectiva, una forma española de estar en el mundo". En definitiva: "un espíritu". Y, para realizar esta tarea, es imprescindible que Jorge Manrique forme parte de la nómina de otros grandes representantes como son Cervantes o Velázquez.
Coplas a la muerte de su padre es, a juicio de García-Máiquez, una composición actual a pesar de haberse rubricado en el siglo XV. "Asombra el vigor de su idioma castellano, que pasa —a través los siglos— lo mismo que una flecha sobrevuela los castillos impugnables, los muros y baluartes y barreras, la cava honda chapada o cualquier otro reparo", apuntó y puso en valor que Manrique evita "el tono macabro" del "tratamiento que la muerte recibía, en general, en la literatura y el arte de su tiempo".
Las sextinas manriqueñas son, además, un homenaje a la figura paterna. Encarnadas, en este caso, por Rodrigo Manrique, primer conde de Paredes de Nava. Se trata de una temática exigua durante el Siglo de Oro, pero también durante el XVIII o el XIX. "Este modelo de amor filial y de admiración a la figura del padre sin fisuras urge en una sociedad donde los hombres se encuentran cercados por tópicos contrarios y prejuicios incesantes, y la masculinidad anda sometida a críticas sin cuento, que desconciertan a los más jóvenes", destacó García-Máiquez y señaló además que "el modelo de hombre que las Coplas propone" supone una "herencia irrenunciable para las nuevas generaciones".
Pero, sin duda, la elegía de Manrique representa el ideal de la nobleza de espíritu. A ojos de García-Máiquez, el poeta muestra "todo un mundo de virtudes, grandes, medianas y pequeñas, que van desde la sobriedad sentimental (pero muy honda) hasta la delectación en los placeres de la vida (pero tan fugaces). La fe se conjuga con la fortaleza. Los derechos propios se defienden. Se confronta a los enemigos y se ama tiernamente a los amigos. Se mantiene una orgullosa independencia del poder del soberano".
El articulista arguyó diez momentos en que las Coplas bosquejan el perfil de la auténtica nobleza de espíritu. De este modo, hizo un recorrido por los versos en los que Manrique llama a su padre claro varón, universalizando así el poema, "pero no en el sentido igualitarista", sino "porque nos propone al padre como modelo de otra nobleza superior: la nobleza de espíritu". También se detuvo en cuestiones como "la sobriedad", las "riquezas antiguas" -entendiendo "que las riquezas van después de las virtudes"- o en "el honor" que Jorge Manrique considera "una bisagra". También puso en valor "esa alegría de vivir" que "se puede encontrar como el telón de fondo de las Coplas como una advertencia contra la quejumbre, la blandura y la llorería de nuestro tiempo".
Si bien es cierto que Jorge Manrique "no quiso hacer un ensayo explícito sobre la nobleza de espíritu", García-Máiquez recalcó que sí trató de "ponderar lo mejor de su padre". Por tanto, el escritor finalizó su discurso haciendo especial hincapié en que "hemos de escucharle con atención. Adquirir sus enseñanzas. Que la mejor herencia es la honra del padre, que el primer requisito de la aristocracia es la virtud, que la nobleza exige fortaleza, que la misión del orgullo es sostenernos en las tribulaciones y que, hay algo más fuerte que la muerte, y es el amor, que no se acaba".
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