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Una médula, tres vidas: "Me siento muy afortunado"

El sevillano Ricardo Pabón García cuenta su experiencia tras convertirse en donante de médula ósea por segunda vez tras una primera vivencia familiar en su juventud

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Trasplante de médula ósea. / Rosell

Han pasado 68 años desde que se realizó con éxito el primer trasplante de médula ósea. Casi siete décadas después, aquella nueva técnica que revolucionó el tratamiento contra lo que entonces se conocía como cáncer de la sangre sigue sumando singulares y maravillosas vivencias. 

La del sevillano Ricardo Pabón García lo es. Se siente un “afortunado” por haber podido vivir la experiencia de haber sido donante efectivo de médula ósea. No sólo una vez, sino dos. Algo que es extremadamente poco común por la reducida probabilidad de compatibilidades que existen.

Dice que lo haría una tercera, aunque ya sólo podría ser para ayudar a un familiar directo. Y así es como se inició en el generoso acto de la donación. Hace 15 años sus células madres sirvieron para que su hermano pudiera superar una leucemia. Tenían 21 y 18 años. Ahora, alguien en cualquier parte del mundo ha vuelto a necesitar de esas células que ya salvaron una vida. Ricardo no sabe ni quién es, ni dónde está, ni si ese trasplante saldrá bien, pero tiene claro que es lo mejor que ha hecho en su vida y que ha tenido la "suerte" de haberlo podido vivir en dos ocasiones.

“La satisfacción que siento es difícil de describir porque realmente son situaciones de vida o muerte, literalmente, porque llega un momento donde el paciente no tiene otra solución. Entonces, simplemente el hecho de poder proveer de esa esperanza de vida, tanto a él como a sus familiares que lo están pasando tan mal, es algo indescriptible", afirma. "Lo veo en mi hermano, que ha sido padre recientemente, y, el simple hecho de mirar a mi sobrina, me hace sentir el verme a mí también en cierto modo en ella, y eso es algo que es muy difícil de describir”, relata emocionado.

A Ricardo lo captaron el pasado verano en el Registro Español de Donantes de Médula Ósea (Redmo), que gestiona la Fundación Josep Carreras hace ya 20 años y que forma parte de un registro mundial, tras llevar apenas unos diez meses apuntado. Aunque siempre quiso formar parte de él tras la experiencia vivida con su hermano, las recomendaciones eran que quedara en reserva tras esa primera donación. Aunque no tenía demasiado claro cuánto tiempo debía esperar, el paso de los años le hizo recuperar esa intención. El empujón se lo dio su mujer tras su participación, precisamente, en la carrera solidaria a beneficio de la investigación de la leucemia que organiza cada año en Madrid la iniciativa Médula para Mateo

Rocardo Pabón García. / M. G.

 "Después de participar había un stand para inscribirse en el registro y fue mi mujer la que me propuso que nos apuntáramos. Yo no sabía si ya podía volver a ofrecerme como donante, pero allí mismo me lo confirmaron y nos apuntamos los dos", rememora. Las pruebas se hicieron y sus perfiles genéticos quedaron registrados en el Redmo a disposición de cualquier persona en el mundo que necesitara encontrar a alguien compatible para superar una enfermedad grave de la sangre.

“Ya con considerarme una opción para alguien, formando parte de ese registro, me hizo sentir muy satisfecho, pero era consciente de que las probabilidades de compatibilidad son bajísimas, de menos de un 1% si no se es familiar directo, por lo que pensé que pasarían muchos años hasta que me llamaran o que ni siquiera me llamarían nunca para donar", recuerda.

Y no le falta razón. Cuando alguien necesita un trasplante de este tipo primero se busca entre la familia porque se necesita una compatibilidad perfecta para evitar rechazos. En la familia, se consigue este tipo de donante entre un 25 ó 30% de los casos. Buscando fuera, la probabilidad de encontrar un donante compatible la probabilidad de una coincidencia exacta se reduce a la mínima expresión. 

Pero en el caso de Ricardo se dio esta coincidencia y, además, en apenas diez meses. Había otras dos opciones más, pero el sevillano resultó ser el elegido. Recibió la llamada el pasado verano estando de vacaciones. No fue impedimento. El día que le dijeron y a la hora que le marcaron se presentó en el Hospital de la Fe de Valencia, donde reside en estos momentos Ricardo. Pasó las pruebas previas e hizo la donación. “Me habían dicho que la media de tiempo desde la inscripción, caso de que llegara algún día la posibilidad de donar, puede rondar los diez años, por eso siento que lo que me ha pasado es algo caído del cielo. Y lo recibí con mucha alegría”, sostiene.

Cambió la fórmula, si en la primera donación para su hermano se siguió el procedimiento más habitual, que se hace como una extracción de sangre, siguiendo el método de aféresis, que consiste en extraer las células madre del torrente sanguíneo, en esta ocasión se optó por recurrir a la donación haciendo una punción en el hueso ilíaco a través de una intervención con cirugía general. "La intervención dura aproximadamente una hora. En otra hora más ya estaba despierto en la camilla. Me dijeron que me habían extraído más de un litro de líquido de la médula ósea. No tenía dolor, ni ningún problema. Entré a las 8:00 y a las 16:00 ya estaba en mi casa", apunta. 

Y eso es lo que cuenta a todo el que le quiere oír porque tiene claro lo que supone este acto altruista. Porque la búsqueda de un donante de médula ósea no es una tarea sencilla. El convertirse en donante por dos veces, muchos menos. El doctor Ildefonso Espigado, profesor de la Universidad de Sevilla y antes jefe de Hematología Clínica del Hospital Virgen del Rocío, lo corrobora.

“La compatibilidad entre el donante y el receptor es el gran problema en este asunto”, afirma rotundo. “Que se pueda donar dos veces es algo muy poco frecuente porque lo más normal es que una persona que ya ha donado a un familiar no vuelva a inscribirse en los registros internacionales para donar a una segunda persona”, explica el facultativo, que sí indica como algo más común el hecho de que, tras una donación de la médula ósea, se requieran más células de ese donante porque el trasplante así lo requiera. 

El hematólogo fue el especialista que trató el caso del hermano de Ricardo hace 15 años. Aún mantienen el contacto. “Lo veo muy de tarde en tarde porque está estupendamente”, afirma cariñosamente. Reclama más gestos como el que ha llevado a este joven a salvar dos vidas y pide la inscripción en los registros ante la necesidad, cada vez mayor, por el mayor volumen de familias con un único descendiente, de contar con donantes anónimos para ampliar las posibilidades de personas compatibles. “Se está avanzando, pero todavía, en España, el 60% aproximadamente de los trasplantes que se hacen no son de donantes españoles, sino que vienen de otros países, lo cual complica mucho el proceso por la coordinación que requiere”, apostilla.

El doctor pide a la sociedad que se conciencie, ya que es muy importante llevar a cabo estas donaciones de médula ósea. Por ello, recuerda que, a diferencia de lo que muchas personas piensan, la intervención es indolora. “La gente debe saber que, aunque siempre decimos donar médula, esta es una expresión que por la tradición se mantiene, pero que, en realidad, lo que se donan son células que proceden de la médula ósea y se sacan de manera inocua haciéndolas pasar a la sangre y de ahí se recogen. No hay que ir, en la mayoría de los casos, a la médula directamente”, sentencia.  

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