Un mecánico de Castilleja de la Cuesta atesora una impresionante colección de coches clásicos
El mecánico Alfonso Chaves lleva décadas comprando automóviles históricos en estado de chatarra y restaurándolos para devolverles su esplendor
Tiene más de medio centenar de coches, entre los que destacan un Ford de 1920, el primer camión que usó Emasesa en 1929 y un Cadillac de Franco de los sesenta
Los vehículos clásicos de Alfonso Chaves, todas las imágenes
Un mecánico de Castilleja de la Cuesta, Alfonso Chaves, atesora una impresionante colección de automóviles clásicos, que él mismo adquirió como chatarra y se ha dedicado a reconstruir y restaurar de forma artesanal en sus ratos libres hasta devolverles su aspecto original. Así, con décadas de apasionado trabajo, ha conseguido pergeñar una verdadera historia del automóvil a través del más de medio centenar de vehículos históricos que posee, entre coches y motos, y que quizás algún día puedan ser expuestos en un futuro museo.
Todos los vehículos están en perfecto estado de funcionamiento. Todos tienen la ITV y los seguros al día y siguen participando esporádicamente en eventos como vueltas a España con coches clásicos, concentraciones de clubes de aficionados al automóvil, exposiciones, rodajes de series y cines e incluso bodas. Pero para el propietario de la colección, su momento favorito es la tarde del día 5 de enero, cuando recoge a los Reyes Magos en la puerta del Ayuntamiento de su pueblo y les da una vuelta en un autobús de 1930.
"Lo adquirí en Torredelcampo, Jaén. Lo compré en los años ochenta, pero mire cómo era, en qué condiciones estaba. Y observe cómo se encuentra ahora. Para esto hay que hartarse de trabajar", explica Alfonso Chaves, mientras muestra un pequeño álbum de fotos que guarda de cada uno de sus vehículos. En estas imágenes puede verse el estado en que los adquirió, generalmente en estado de chatarra, abandonado y tras muchos años sin uso.
El autobús de los Reyes Magos se empleaba para llevar a las personas de los pueblos a la ciudad. Él lo restauró y le devolvió la carrocería original, hecha en madera de haya, que le hizo un amigo suyo carpintero para la ocasión. Le colocó arriba unos letreros que dicen "Empresa Chaves" y "Aljarafe", "que es por donde suele dar vueltas". Como el resto de sus vehículos clásicos, está levantado con unos calzos para que los neumáticos no se deterioren, pero funciona a la perfección, como pudo comprobarse hace apenas dos semanas cuando paseó a los Reyes Magos y sus pajes.
Junto con el autobús de los Reyes Magos, para Chaves hay otro vehículo especialmente valioso. Es el primer camión que el Ayuntamiento de Sevilla adquirió para la empresa municipal de aguas y saneamiento, hoy Emasesa. Este vehículo fue comprado para la Exposición Iberoamericana de 1929, llegó a Sevilla en barco desde EEUU y supuso toda una innovación para la ciudad, pues sustituyó a los antiguos carros de tracción animal que se utilizaban hasta entonces.
Chaves encontró el camión en 1988 en un desguace de Alcalá de Guadaíra. Lo compró por 22.400 pesetas y lo restauró con su imagen original. Incluso el rótulo que lleva en la puerta y que lo acredita como el vehículo número 1 de la empresa de aguas. No sin dificultades, consiguió que volvieran a darlo de alta, y hoy es una de las joyas de su colección. "Ahora ha venido gente del Ayuntamiento de Sevilla queriéndome comprar el camión. Me han ofrecido un cheque en blanco, me han dicho que ponga yo la cantidad. Pero yo no lo vendo, no me hace falta el dinero. Mi respuesta fue: 'no haberlo tirado'. Eso sí, cuando ellos me lo han pedido se lo he cedido para exposiciones o eventos sin ningún problema".
Otro de los vehículos más interesantes que posee Alfonso Chaves es un Cadillac que perteneció al servicio oficial de Franco. "Había seis vehículos de este tipo. Yo tengo uno y sé que hay otro en Madrid porque lo leí en una revista, no sé qué habrá sido de los otros cuatro". Esta enorme limusina de color negro ocupa el centro de la nave en la que almacena sus coches, y que cualquier persona puede visitar de manera gratuita, con la única condición que aporten comida no perecedera, que él luego lleva a Cáritas. Así ha conseguido recoger hasta mil kilos de alimentos en un mes.
A todo el que quiere visitar su colección, Chaves le entrega dos papeles. En uno explica su origen y su pasión y en otro hace un homenaje a su mujer, ya fallecida, y a la que recuerda en varias ocasiones durante la entrevista. "Quiero que la gente sepa quién soy yo, de dónde vengo. Yo no soy un millonario que he comprado todos estos coches a golpe de billetera. Así sería muy fácil. No, no, yo he sido toda mi vida un autónomo, que fundé un taller mecánico en los años sesenta y empecé en esto de restaurar coches clásicos por afición en mis ratos libres y los fines de semana. El valor de mi colección es que la ha hecho una persona, que ha dedicado su vida a ella. De lo contrario, sólo podríamos ver estos coches en un libro o a través de fotografías".
Chaves explica que hay dos personas que han sido determinantes en su vida, su padre y su mujer. "Mi padre no tuvo un automóvil en su vida. Ni siquiera tenía carné de conducir. Yo provengo de una familia humilde de pueblo. Yo nací en la calle Enmedio, de aquí de Castilleja, muy cerca del Ayuntamiento. Mis padres no tenían un duro. Cuando se casaron, mi abuelo les dejó una habitación y allí nací yo".
Su padre, Alfonso Chaves Tejada, era una artista de la cerámica, "muy considerado en Triana". Es el autor de varios retablos cerámicos que hay en Sevilla, como los de Montesión en la calle Feria, el de la Virgen de la Concepción del Silencio o el de San Gonzalo. "Me dijo que me podía enseñar su oficio, pero a mí no me gustaba eso de pintar un cuadro o un azulejo. Me gustaba arreglar coches y motos". Así que optó por matricularlo en la Universidad Laboral, entonces llamada José Antonio Primo de Rivera. "Ahí, en lo que hoy es la Pablo de Olavide, estudié yo mecánica del automóvil. Tengo el título de oficial de primera del año 1963. Ya me consideraban entonces un mecánico. No tenía experiencia pero sí conocimientos. A partir de ahí empecé a trabajar, me establecí en el pueblo como autónomo".
Poco después fundó el taller de la calle Virgen de Guía con el que se ha ganado la vida y en el que hoy trabajan sus hijos. "Tenía entonces unas dimensiones muy reducidas, porque yo no podía pagar más. Uno de los clientes míos, al que yo le arreglaba el coche en su casa, porque yo no tenía sitio, fue el que me avaló en el banco para que me dieran 125.000 pesetas, para que yo hiciera el taller. Eso era en el año sesenta y tantos, y entonces era un buen dinero. Mi padre no lo tenía, ni nadie de mi familia. Este cliente me dijo 'mira Alfonsito, no le digas ni a mi mujer ni a mis hijos lo que yo he hecho por ti, si acaso se lo cuentas cuando yo muera".
La otra persona decisiva en su vida es su mujer. "El hombre que tiene una buena compañera es el mejor del mundo. Eso lo hace grande. Un hombre amargado no sirve para nada. Yo he vivido muy a gusto y muy feliz, porque esa mujer me ha apoyado en todo, porque ha visto cuál era mi pasión. Yo no fumo, no bebo, no sé jugar al dominó ni al ajedrez ni a nada, porque no he tenido tiempo para eso. Y ella siempre me apoyó a seguir adelante. Por eso hay todo esto aquí". Para dar fe de lo que dice, muestra la cocina que tuvo que instalar su mujer en el patio del taller para acompañarle allí durante los fines de semana. "Ella venía y hacía un arroz o cualquier otra cosa, y así estábamos juntos".
Este mecánico ha participado con sus coches en varias películas y series. En una de ellas, El crimen de las estanqueras, hacía de guardia civil conduciendo un Citroën con el que llevaba al Tarta (uno de los autores del asesinato en el que se inspira la película, ocurrido en Sevilla en 1955) al juicio en la Audiencia de Sevilla. Todavía conserva el tricornio que utilizó en su papel de extra. "Y como eso en montones de películas rodadas en Cádiz, Huelva, Jerez y Sevilla".
El vehículo más antiguo que posee es un Ford de 1920. Cambia con el pie y acelera con la mano. Es tan rudimentario que la limpieza del parabrisas es manual y el claxon es una bocina acoplada en el lateral. Tiene varios automóviles de esa década. Uno de ellos es modelo faetón. Otro Ford de 1928 se lo trajo de Higuera de la Sierra. "Hubo que desmontarlo y restaurarlo. Estaba muy mal. Con él le dimos, en 2016, la vuelta a la península Ibérica. Fuimos ocho amigos andaluces. Le fui corrigiendo algunos detalles, pero respondió bien y aquí está. Esto no lo ha hecho nadie, que sepamos". Sale esporádicamente con sus coches. "Estoy tranquilo porque yo los he reparado y sé cómo funcionan. Y están impecables. Cada coche tiene una historia detrás", dice, abriendo los capós para que se observe el estado de los motores.
Tiene coches únicos. Cuenta con una colección de 600, algunos de serie, pero otros son rarezas. El de valor es uno que tiene una carrocería especial realizada por Pedro Serra, el catalán que diseñó el Pegaso Turismo. "Fabricaba de uno en uno y cada coche tenía unos detalles distintos. Unos tenían el faro embutido, otros de pico, un coche tenía cola trasera, otros no... No tenía moldes y los hacía mano". El coche lleva la firma de Serra en un lateral.
Otro 600 es una especie de boogie carrozado en Chipiona. "Yo tuve un piso allí y conocía a los hermanos Moreta, que eran los que carrozaban y homologaban este tipo de coches". Chaves muestra una publicidad de 1982 de este taller, aunque el modelo que él tiene es de los sesenta. "Esto era para cuatro caprichosos que querían pasearse con el coche por la playa. Llevabas tu 600 y ellos lo transformaban. Costaba más que comprar un 1.500".
Junto a este coche hay un Fiat 500 original, "muy común en Roma". En su colección hay un Rolls Royce, que compró a un hombre que estaba arruinado. "Pero, ¿quién compra un Rolls Royce averiado?. Yo soy mecánico y dije 'bueno, lo voy a comprar, es barato, si consigo arreglarlo, lo tengo, y si no, pues nada'. Lo conseguí arreglar y lleva conmigo más de veinte años".
Tiene varios Cadillac, Buick (uno de ellos formó parte del rodaje de una película sobre Antonio Ordóñez), los Dodge Dart que se fabricaban con motores Barreiros, un Renault Caravelle, un Gordini, un Biscuter, una moto con sidecar del Afrika Korps, un Chevrolet Impala que trajeron de Holanda ("y costó más la grúa que el coche"), un Simca 1000, varios Mercedes, distintos tipos de Seat, Volkswagen Escarabajos, distintas motos y bicicletas motorizadas, un Biscuter del que apenas quedaba una estructura oxidada y el volante, un Fiat Topolino, un Opel de 1934, otro Opel Rekord, un Austin Princess, un todoterreno del Ejército americano en la Segunda Guerra Mundial... Una de las joyas de la colección es una furgoneta DKV, recuperada en Cazalla de la Sierra, donde se había pasado décadas aparcada debajo de una encina y estaba completamente inutilizable. Chaves le dejó su rotulación original de la marca Anís el Madroño.
Todos estos coches están repartidos en dos naves y un garaje de Castilleja de la Cuesta. "Yo nunca le he dado publicidad a esto, pero quiero darlo a conocer para que me ayuden. No quiero que esto desaparezca. El día que yo falte, mis hijos no podrán hacerse cargo de la colección, porque tienen que trabajar, darles de comer a sus familias y pagar las hipotecas". Para él, lo ideal sería que se creara un museo del automóvil con sus coches.
Reconocimiento del pueblo y el impulso del Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta
La alcaldesa de Castilleja de la Cuesta, Carmen Herrera, visitó recientemente la colección de vehículos clásicos de Alfonso Chaves. El Ayuntamiento de la localidad está barajando diversas fórmulas para tratar de materializar algún proyecto en relación a esta colección. Según indicaron fuentes municipales, hay varias líneas de trabajo para estudiar de qué manera se puede llevar a cabo una iniciativa que sirva para visibilizar el trabajo realizado durante décadas por el mecánico.
En el Pleno de enero, el Ayuntamiento de Castilleja hará un reconocimiento oficial a la labor de Alfonso Chaves por todo el trabajo que ha hecho a lo largo de tantos años, en los que ha logrado reunir en su casa una historia del automóvil.
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