"La masonería está sobrevalorada, se le otorga un papel que no tuvo"

José-Leonardo Ruiz. catedrático de historia contemporánea de la Hispalense

Este historiador es especialista en masonería e Iglesia -la cara y la cruz del proceso de secularización- y presidente de la Comisión de Peritos de la Causa de los Mártires de Sevilla

"La masonería está sobrevalorada, se le otorga un papel que no tuvo"
Luis Sánchez-Moliní

05 de julio 2015 - 05:03

Tiene el pelo blanco a fuerza de rubio y unos ojos azules que le dan aspecto de nórdico. Sin embargo, Leonardo Ruiz (Málaga, 1961) se crió en la Alpujarra Almeriense. Desde 1986 estudia minuciosamente ese gran choque entre la Iglesia y la masonería que tanta sangre y tinta hizo correr. Hace unos años, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, lo llamó para ser el presidente del grupo de expertos para la causa de los mártires sevillanos durante la Guerra Civil y los años previos. En la decisión pesaron dos características esenciales en Leonardo Ruiz: su insoborbable condición de historiador, de investigador que no está dispuesto a dejarse contaminar por ciertas pasiones políticas; y su carácter conciliador y amable que lo habilitan como piloto en los procelosos mares de la memoria histórica. "Y en verano qué va a hacer", pregunta ingenuo el plumilla. "Pues nos buscaremos un archivo al que ir para seguir investigando", contesta el historiador. Hay gente que es así, dispuesta a renunciar a los encantos de las playas abarrotadas para pasar las lentas horas estivales en la penumbra de algún archivo perdido, con la única compañía de los ácaros y las voces de los muertos.

-Masonería e Iglesia son los dos pilares de su carrera investigadora. ¿Como historiador decidió ponerle una vela a Dios y otra al Diablo?

-Soy vicepresidente del Centro de Estudios Históricos de la Masonería, pero mi carrera está caracterizada también por mis trabajos sobre la historia de la Iglesia. Aunque parecen estudios antagónicos, en realidad son complementarios, ya que son la cara y la cruz del proceso de secularización que caracteriza a la sociedad contemporánea: los masones como impulsores y la Iglesia como opositora. Es el principio de acción y reacción.

-Empecemos por la masonería, siempre envuelta por un fascinante velo de misterio y malditismo, capaz de levantar auténticas paranoias. ¿Cuál fue su peso real en los procesos históricos de la España contemporánea?

-La masonería está sobrevalorada. Quien de verdad le dio importancia como entidad transformadora de la realidad fue la propia Iglesia con sus ataques, especialmente sus sectores más reaccionarios. Al considerar que la masonería estaba detrás de todos los movimientos revolucionarios y los cambios sociales, le otorgó un papel que realmente no tuvo. Al final, a los masones les gustaban estos ataques, porque les colocaba en una posición de protagonismo social y político que no les correspondía. Por ejemplo, ¿qué papel de relevancia pudo tener la masonería en Jaén cuando entre 1900 y 1936 hubo sólo cien masones?

-Pero siempre se ha supuesto que eran minorías muy cualificadas. ¿Quiénes eran los masones en las primeras y convulsas décadas del siglo XX?

-¿Grandes profesionales? Diego Martínez Barrio, por ejemplo, no tenía estudios.

-Pero fue un político poderoso...

-Sí, por el control que tenía de toda la organización masónica en Andalucía durante la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República, no más de 1.500 personas. Generalmente, los masones pertenecían a las clases medias profesionales e ilustradas: abogados, profesores, muchos médicos... Pero junto a ellos también había gente del común, sobre todo en los pueblos, donde un gran número de masones no pertenecían a la oligarquía local.

-¿La masonería tuvo pretensiones de poder como institución?

-Tuvo interés por transformar la sociedad en un sentido laicista y secularizador, pero no existió un partido masónico. Sus miembros estaban distribuidos por infinidad de formaciones, casi todas republicanas. Estaban dispersos y sin fuerza.

-Siempre se habla de grandes personajes de la vida social, económica y política que pertenecen a la masonería. Un ejemplo claro es la monarquía británica.

-No hay una sola masonería, sino muchas. Fundamentalmente existen dos: la anglosajona, que no plantea problemas de enfrentamiento con la Iglesia y donde el rey es el gran maestre de la Obediencia Inglesa; y la Latina, que comienza a desarrollarse a partir de la III República Francesa, que se caracteriza por ser muy laicista y anticlerical y que es el modelo que se impone en España. Eso sí, la masonería española está fragmentada en múltiples grupos y obediencias que están enfrentados entre sí. No pueden tener fuerza porque están muy divididos. Esto se ve muy claro en el siglo XIX y en la II República. De hecho, en este último periodo se intentó crear una logia que reuniese a todos los diputados vinculados con el movimiento masón, pero no funcionó. También es verdad que muchos de los que consideramos como masones fueron personas que a lo mejor sólo estuvieron un año o unos meses en un taller masónico que luego desapareció. Muchas de estas células eran muy efímeras, por eso a veces exageramos la importancia de la masonería.

-Se ha hablado mucho de su peso en los procesos de emancipación de las antiguas colonias americanas.

-Sí, pero no tuvo nada que ver. Había libertadores que pertenecieron a la masonería como podían haber pertenecido a cualquier otro club. En la independencia cubana, la mayoría de las logias masónicas querían seguir vinculadas a España.

-¿Y sobre la tradicional relación del Ejército con la masonería?

-Es cierta. En la familia de Franco había muchos masones y no se suele caer en la cuenta que el presidente de la Junta de Defensa Nacional constituida en Burgos en 1936 con el Alzamiento es el general Cabanellas, diputado radical y masón de grado. Mola propuso primero a Unamuno, pero llegaron a la conclusión de que iba a ser un desastre. Siempre hubo muchos militares que pertenecían a la masonería, sobre todo en el Norte de África.

-Sus detractores dicen que la masonería es una especie de club de enchufismo y nepotismo.

-Bueno, la masonería tampoco es inmaculada. Es cierto que la mayoría de sus documentos son del estilo "oye, búscame un arreglillo para mi sobrino"...

-Franco estuvo obsesionado con la masonería.

-Sí, pero permitió que hubiese talleres masónicos en las bases norteamericanas en España.

-Ya se habla poco de la masonería. ¿Cuál es su implantación actual en España?

-La masonería española es ya muy reducida, con grupos enfrentados y volátiles. En cierta medida, ha perdido su razón de ser en el momento en que han triunfado algunos de sus principios laicistas y secularizadores. Ahora se dedican más a formar a las personas en determinados valores: el altruismo, la beneficiencia, etcétera. Hasta donde alcanzan mis conocimientos no tienen ningún poder y es falso que Suárez y Zapatero fuesen masones, como decían algunos de sus enemigos.

-Hablemos del anticlericalismo, esa tendencia que ha marcado a sangre y fuego la historia contemporánea de España. Podríamos decir que se detectan dos tipos, uno ilustrado y pacífico, como el de los masones, y otro milenarista y violento, como el de ciertos sectores del anarquismo.

-Sí, existen estos dos anticlericalismos a los que usted hace referencia. Pero también hay otro que nace en el seno de la propia iglesia y que enfrenta al clero secular con el regular. La iglesia no es una entidad monolítica y en su interior siempre ha habido muchos grupos mal avenidos entre sí. En el siglo XIX una parte del clero secular relacionado con el liberalismo veía a las órdenes religiosas como a unos holgazanes con muchas propiedades y aplaudían el proceso desamortizador. Caro Baroja mantuvo la tesis de que el anticlericalismo era una reacción al clericalismo.

-¿Y el más violento?

-Las primeras décadas del siglo XX fueron muy violentas en lo verbal y en lo físico. Cuando uno lee las revistas tanto laicistas como integristas, el nivel de viscelaridad y enfrentamiento era tremendo. Esta violencia, como se vio en los años treinta, fue mucho más allá de una mera violencia literaria.

-Se ha hablado mucho del poder de la Iglesia en la España contemporánea. ¿Qué hay de cierto en ello?

-Es verdad que la Iglesia consiguió conservar una serie de privilegios, aunque el Estado liberal le fue cercenando muchos de ellos. En general, a la Iglesia española, pese al esfuerzo de algunos eclesiásticos, le costó mucho adaptarse a los nuevos tiempos. Dependiendo del gobierno de turno, se le permitió más o menos influencias en las decisiones, algo que luego pagaría muy caro. En mi opinión, la Iglesia ha sido usada por el poder político tanto en un sentido como en el otro. Eso se sigue viendo todavía: arremeter contra la Iglesia, y lo contrario, sigue dando votos.

-Durante el primer franquismo, la unión Iglesia-Estado parece clara.

-Pese a lo que se repite continuamente, no está tan clara esa unión. Cuando analizamos la documentación y los textos de los cardenales del momento vemos que la primera institución que pide compasión hacia los enemigos derrotados fue la Iglesia en el año 39. Insisto, la relación entre la Iglesia y el franquismo no está lo suficientemente estudiada. Hubo pastorales censuradas y obispos perseguidos. Lo de Segura no fue una anécdota. En 1951, al obispo de Calahorra la Falange le montó una trampa en un prostíbulo para desprestigiarlo. El choque será continuo hasta la firma del Concordato de 1953. El problema es que la propia Iglesia sigue siendo reacia a que los historiadores profesionales podamos estudiar esa documentación.

-Finalmente la Iglesia abandonó al régimen a su suerte en un proceso que fue muy doloroso y desconcertante para el propio Franco y sus colaboradores.

-Sí, está claro que la doctrina pontificia evolucionó de una manera tajante a partir del Concilio Vaticano II.

-Donde sí consiguió mantener su estatus la Iglesia tanto en el XIX como en la actualidad es en la educación, algo que sigue generando conflictos.

-El debate sobre la Iglesia en la educación sigue siendo hoy igual que en el siglo XIX. En España no hemos sido capaces de llegar a un entendimiento, a una fórmula. No hemos avanzado nada. Lo cierto es que la Iglesia sigue manteniendo un papel muy importante en la educación porque la sociedad lo demanda. A nadie se le obliga a llevar a sus hijos a un colegio religioso y, sin embargo, hay problemas de plazas.

-El arzobispo Asenjo lo nombró presidente de la Comisión de Peritos de la Causa de los Mártires de Sevilla. Tema espinoso ¿Qué es un mártir?

-Según los cánones de la Iglesia, un mártir es una víctima inocente que fue asesinada a causa de su fe. Algo que hay que demostrar en un proceso. Que quede claro que estoy como historiador, no como teólogo. Llevamos tres años trabajando en este asunto.

-Es innegable la masacre de cristianos que hubo en España antes y durante la Guerra Civil. Sin embargo, a ciertos sectores de la política y de la intelectualidad progresista les irrita el que se declaren nuevos mártires. Paradójicamente, son los mismos que defienden la Memoria Histórica.

-En el tema de la Guerra Civil se ha sobredimensionado lo ideológico y muy poco lo humano. Quizás no se ha hecho suficiente hincapié en el drama humano que supuso este conflicto. La Guerra produjo muchísimas víctimas y la mayoría fueron inocentes, gentes que no eran responsables de nada. Esa es la conclusión que hay que sacar. Tan inocente es el mártir que fue asesinado a causa de su fe como cualquier otra víctima del bando que sea que lo único que hizo fue tener una ideología que en esos momentos era legal. En la España actual ha faltado el diálogo, llegar a la conclusión de que los dos bandos tuvieron víctimas inocentes.

-Quizás esa irritación que levanta en algunos medios de comunicación el tema de los mártires es porque pone en cuestión ese relato oficial de la Guerra Civil que desde el Gobierno de Zapatero se intentó imponer.

-También es verdad que las víctimas del bando sublevado pudieron tener reconocimiento durante el franquismo, mientras que las del bando republicano jamás tuvieron su duelo ni pudieron ser recuperados sus cuerpos. Un país que sigue teniendo en las cunetas a miles de personas inocentes es un país donde algo no funciona. Yo he trabajado también mucho con subvenciones de la Memoria Histórica.

-Usted ha sido biógrafo del Cardenal Spínola. ¿Cuál fue su trascendencia más allá de sus valores religiosos?

-Spínola fue el cardenal más moderno de la España Contemporánea. Fue el gran impulsor de la participación de los católicos seglares en la vida pública. Eso, a finales del siglo XIX, era un elemento muy moderno. Él materializó en España los planteamientos de León XIII, que fue el Papa que reactualizó el mensaje de la Iglesia en su época. Impulsó la participación política con la creación de la primera democracia-cristiana española; la implicación periodística con la fundación de El correo de Andalucía; la creación de sindicatos católicos...

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