En la muy mariana y joyceana ciudad de Sevilla
Calle Rioja
Literatura. En su primera intervención como académico electo de la Sevillana de Buenas Letras, el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra animó a leer el 'Ulises' de Joyce
FALTABAN 111 días para el bloomsday y Alfonso Guerra animó a leer el 'Ulises' de Joyce y transcurrido ese tiempo participar en la "tenida de riñones y cerveza" a la que alguna vez ha asistido cuando las acogía el pub irlandés Flaherty en la calle Alemanes.
En su primera intervención como miembro electo de la Academia Sevillana de Buenas Letras, presentado por su director Pablo Gutiérrez-Alviz, se estrenó con un encendido elogio del 'Ulises' en el centenario de su publicación. Y lo hizo en la sala Machado un día después de su presencia en el Ateneo para hablar de la obra de Antonio Machado, poeta que en 1931, recordó Guerra, dedicó un "fino" comentario a la novela del irlandés "lo haría en francés porque no hablaba inglés".
Antes del acto, se tomó un café en Robles Laredo, a la vista de la Giralda, con un ejemplar del 'Ulises' traducido en Cátedra por Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas. Como 'partenaire' eligió a Antonio Cascales. Novelista, como Joyce; publicista, como Leopold Bloom.
"Si uno no lee el 'Ulises', no pasa nada; pero si lo lee, pasarán cosas muy importantes". Guerra anima a pasar de la página 27 del libro, que es hasta donde llegó Nora Barnacle, la mujer de Joyce, "incluida la portada, como bromeaba el escritor". Un libro lleno de "riesgos, trampas y satisfacciones". El más importante en su opinión del siglo XX, el que abre este siglo igual que Proust cerró el XIX con 'En busca del tiempo perdido'.
'Ulises' en una Academia fundada en 1751. "Fue una obra rupturista en la historia de la literatura universal, igual que lo es este acto en una institución celosa de su tradición pero abierta a la vanguardia". Ninguna otra novela "salvo el Quijote" ha mostrado como el Ulises su incardinación en su lugar y en su tiempo. Como Homero, Dante, Shakespeare y Cervantes, Joyce es uno de los cinco magníficos de la literatura en cuya obra están todas las literaturas posibles.
Joyce vuelve a Homero como Picasso volvió a Velázquez. Antonio Cascales abrió el libro por la primera página, por Buck Mulligan afeitándose y oficiando una misa burlesca. Esos dos amigos que en la torre Martello, construida en 1802 contra la invasión napoleónica, pretenden "helenizar Irlanda". Guerra narró las vicisitudes del parto de la novela: la llegada de los primeros ejemplares salidos de una imprenta de Dijon, la entrega al maquinista del tren, que a su vez se los dio a Sylvia Beach, la dueña de la librería de París Sakhespeare & Co.
El nuevo académico de Buenas Letras habló de una novela de Buenas Palabras, que Joyce "las une y las separa, las apocopa, las acorta, las alarga". Guerra vivió en Florencia, capital del síndrome de Stendhal, su particular síndrome de Joyce. Allí cotejó el original con las tres traducciones conocidas: la de Salas Subirats (1945), la de José María Valverde (1976) y la de García Tortosa y Venegas (1999, que salió en 2001 por desavenencias con el nieto del escritor). En 2015 aparece una nueva, atribuida al argentino Marcelo Zabaloy.
Sevilla además de mariana es también joyceana. Guerra habló de los paralelismos de ambas ciudades para ese magnetismo literario. "El río, muchos bares, el sentimiento religioso, pero hay también el ensimismamiento de la pequeña burguesía de Dublín. Yo creo que los tres elementos fundamentales serían la ciudad, unos pocos personajes, muy pocos, y una clase social a la deriva".
Una novela que tuvo en España epígonos como Juan Benet, que decía del Ulises que era "un cuadro de costumbres hipertrofiado por la palabrería". "Sin el 'Ulises' no existiría 'Rayuela' de Cortázar, no existiría Samuel Beckett, que fue su secretario y le ayudó en la mudanza, ni el teatro de Ionesco".
Una novela que empieza en la Primera Guerra Mundial. Un novelista que huye de la Segunda camino de la neutral Zurich. "Un mundo que se desmorona", dice Cascales, "Austria, Rusia y Prusia derrotadas". Para unos, el protagonista de la novela es Leopoldo Bloom; para otros, Stephan Dedalus o Shakespeare. Para Alfonso Guerra "el principal protagonista es el lector". Que se adentra en un mundo de enigmas como el del Quijote, del que no se conoce ni su autor ni su escenario, "cuatrocientos años buscando el lugar que se disputan algunos pueblos de la Mancha". Y como la obra de Cervantes, cargada de humor. "Ostras, la de verdades que se dicen en broma".
En el Ulises de Joyce los Ulises son tangenciales, episódicos: un mariscal ruso, un general norteamericano. En la sala Machado había un Ulises emparentado con Cernuda. "El Ulises no necesita lectores, necesita cómplices". Una novela "de la que se habla más de lo que se lee" que "rompió los tabúes sexuales de la Inglaterra victoriana, la Irlanda sagrada y los puritanos Estados Unidos de América".
Un consejo de Alfonso Guerra. "El 'Ulises' hay que leerlo cumplidos los 30 años y si se es nervioso a partir de los 50".
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