Por el mar corre la liebre, por Gerona las Sardinas

El antiguo nombre de calle Sardinas aparece en el Plano de Olavide de 1771

Por el mar corre la liebre, por Gerona las Sardinas
Por el mar corre la liebre, por Gerona las Sardinas

05 de marzo 2025 - 03:07

Hoy, Miércoles de Ceniza, termina el Carnaval y empieza la Cuaresma. Un tránsito que se simboliza con el entierro de la Sardina. En todos sitios, menos en este rincón de Sevilla. Rincón que está en la génesis etimológica de El Rinconcillo, establecimiento que data de 1670. Ubicado en la esquina de las calles Alhóndiga y Gerona, ésta se llamó calle Sardinas hasta 1845. Así es como se llamaba cuando la taberna más antigua de la ciudad pasa en 1833 a manos de la familia Rueda, que cinco generaciones después sigue llevando las riendas del negocio.

El antiguo nombre de calle Sardinas aparece en el Plano de Olavide de 1771

El lunes, con el impulso de la Asociación Niculoso Pisano, el nombre que la calle tiene desde mediados del siglo XIX para honrar el heroísmo de la ciudad de Gerona en la guerra de la Independencia contra los franceses, convive con su antigua denominación de la calle Sardinas. La ventaja de la familia Rueda es que cuenta con una historiadora dentro de la estirpe. Fátima Rosado de Rueda, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, ha escrito un libro espléndido sobre la historia de El Rinconcillo editado por Padilla.

En presencia de Juan de la Rosa, delegado de Urbanismo; Carmen Cruzado, directora general del distrito; Jesús Marín García, presidente de la asociación Niculoso Pisano; y los hermanos Javier y Carlos Rueda, responsables actuales de la taberna, la historiadora de la familia desgranó el origen de tan curioso nombre de una calle que también se llamó Calderería.

“En los documentos que he manejado para mi trabajo se da cuenta de una mujer negra que vende sardinas, también de una vecina llamada Mari Sánchez que vende sardinas; debía ser una actividad bastante habitual y muy cerca estaba la calle Horno de Sardinas”. La calle Sardinas donde se ubicará El Rinconcillo eran una vía “triste y sola”, como la canción de los tunos, encerrada “entre los conventos de Dueñas y San Felipe Neri”. La Revolución de 1868, la misma que derribó puertas y secularizó templos, derribó esos conventos y le dio más amplitud a la calle.

Como calle Sardinas aparece en el Plano de Olavide de 1771. Fátima Rosado de Rueda encontró datos curiosísimos: “Tras un minucioso estudio de los censos, hemos observado el elevado número de taberneros, mesoneros, tratantes en vino y tenderos que vivían en la collación, muchos de estos negocios gestionados por mujeres”. Hay un colectivo femenino fundamental, ya que entre 1540 y 1836, año de la desamortización de Mendizábal, el solar y la taberna a partir de 1670 era propiedad de las monjas del monasterio de San Clemente.

El Rinconcillo original era mucho más pequeño hasta la ampliación que se hace con la dirección técnica de José Espiau y Muñoz, arquitecto autor también del hotel Alfonso XIII. En la calle Gerona hay edificios de muy buena factura, uno de ellos con la firma de Aníbal González. El libro de Fátima tuvo dos padrinos de excepción, dos catedráticos de los que fue alumna cuando estudió Historia. Enrique Valdivieso, a quien tanto echa de menos, “siempre hablo de él en presente”, se lo presentó en la Caja Rural del Sur; Rafael Cómez le ha escrito un prólogo lleno de enjundia y manteca, que dice la cita de la Biblia.

Además de sus tertulias literarias, su selecta carta de tapas y especialidades, su papel como testigo mudo de los cambios sociales de la ciudad, uno de los distintivos de El Rinconcillo es el coronel, un vino cuyo secreto está tan bien guardado como el de la ensaladilla rusa de La Alicantina en los tiempos de Garmendia. Un coronel que sí tiene quien le escriba: poetas que nacieron en la zona: Antonio Machado, en el palacio de Dueñas donde trabajaba su padre, Demófilo; Fernando Villalón, en el palacio que hoy es convento de las Hermanas de la Cruz; poetas que residieron en la calle Gerona, como Juan Ramón Jiménez en sus tiempos de estudiante; o que se casaron en la zona, como Manuel Machado, que llegó al altar con Eulalia Cáceres en San Juan de la Palma.

Poetas y también novelistas como Manuel Barrios o Manuel Ferrand, único sevillano que ha ganado el premio Planeta. Pregoneros como Antonio Rodríguez Buzón, Joaquín Caro Romero (único pregonero que ganó el Adonais de poesía) o Enrique Henares. El primero, protagonista del histórico pregón de 1956 por el que salió a hombros del teatro San Fernando, pronunció en 1971 el pregón del tercer centenario de El Rinconcillo. Y la canción de Benito Moreno, que tantos paseos por esta zona se daba con su amigo del alma José Manuel Padilla, cuya empresa familiar se encargó de la edición del libro.

A Fátima Rosado de Rueda le llamó la atención la referencia a “una vecina negra que vendía sardinas”. Por Isidoro Moreno y por Hugh Thomas sabemos de la importante presencia de población negra en la Sevilla posterior a ser puerto de Indias. La historiadora es hermana de los Negritos, también de la Exaltación de Santa Catalina, de la que ha sido archivera, y de la Mortaja. Por el mar corre la liebre y por Gerona las sardinas. Una calle que gracias a aquellos patriotas y al olfato literario de Galdós tiene más importancia en el callejero de Sevilla que Barcelona.

La calle Sardinas entronca con un tipo de actividad comercial que estaba muy presente en el callejero con calles como Vinatería, Calderería y otras que todavía permanecen: Odreros, Boteros. Recupera el Ayuntamiento un programa de reponer antiguos nombres sin menoscabo de los que actualmente existen: antigua calle de la Mar en García de Vinuesa; antigua calle de Bayona, un anhelo tantas veces expresado por Antonio Burgos, vecino de la calle, en Federico Sánchez Bedoya. Le da continuidad al proyecto del profesor Sancho Corbacho en los años cincuenta.

Llovía y salía el sol indistintamente en esta mañana de marzo, aniversario de la muerte de Santa Ángela de la Cruz, cuya calle es perpendicular a la calle Gerona. Ángela Guerrero, la zapatera del taller de Antonia Maldonado que fundó la congregación de las hermanas de la Cruz, nació en 1846, un año después de que la calle Sardinas pasara a llamarse calle Gerona. Cuando termina el acto de rotulación, empiezan a llegar los primeros clientes. La entrada está en una curva cerrada para abrirse conforme se avanza hacia San Juan de la Palma. Produce escalofrío pensar que cuando abre sus puertas El Rinconcillo, 1670, todavía viven Murillo o Miguel Mañara, dos personas tan vinculadas al proyecto del Hospital de la Caridad, aunque el segundo ya se había retirado del mundanal ruido.

Un universo de tenderos, venteros, taberneros y poetas. Desde Baltasar del Alcázar hasta lo más granado de la poesía española de todos los tiempos. Antonio Machado nació junto a la calle Gerona tres décadas después de su nuevo nombre y Gerona será el último suelo español que va a pisar antes de cruzar la frontera para morir en Colliure. Este año se cumplen 150 años de su nacimiento. En 1985 se descubrió la placa que recuerda su vinculación con el palacio de Dueñas, el patio de Sevilla de sus recuerdos de la infancia. Un acto que presidió Manuel del Valle, alcalde de Sevilla, y al que asistió Ramón Carande (1887-1986) un año antes de morir.

El Rinconcillo, con los dibujos de Alexandra del Bene en las puertas, es un termómetro de la ciudad, un diapasón. “La historia de Sevilla se ha escrito muchas veces”, escribe Rafael Cómez en el prólogo. “Pero no estaba escrita aún la historia de sus tabernas”. Lo dice este catedrático de Historia Medieval que no hace distingos entre las catedrales, de las que tanto ha escrito (su libro Los constructores de la Edad Media es imprescindible) y las tabernas.

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