Malditos roedores: Sevilla, el paraíso entre las basuras
La alta densidad de gente y de desperdicio son factores esenciales en el crecimiento de la población de ratas
Los enemigos son el ser humano y ella misma
La rata vive alegremente donde lo hace el hombre. El ser humano, sin embargo, no la corresponde. No es particular el ejemplo de Jesús, que dice no poder ni verlas de lejos. Para ahuyentarlas, Jesús emplea una técnica particular: orina alrededor de la cama antes de acostarse, advirtiendo al roedor de la presencia humana, de su presencia. Porque, aunque convivan alegremente con los hombres, con sus desperdicios, las ratas, noctámbulas y escurridizas, evitan la presencia humana al igual que el resto de los animales silvestres. A Jesús, apodado el Negro, no se le olvida la experiencia que desmiente ese rasgo de temor del hombre. Jesús, que mendiga desde hace una década, durmiendo por temporadas en el entorno de la Encarnación y por otras en el de San Lorenzo, estuvo enrolado en la Armada y antes trabajó de peón en la confitería La Campana. Una vez, cuenta, se topó en el obrador con un ejemplar gigante que, lejos de huir, aculada, se puso de pie y lo miró desafiante a los ojos. “¿Y ahora qué?”, creyó oír el Negro. “Eso no se me olvida”, relata.
Jesús no sólo ha visto ratas en las calles sino que las ha sentido alrededor de los cartones sobre los que pasa las noches. A las ratas, aunque de lejos, les encanta el ser humano. Miguel Delibes de Castro la define como una especie “humanófila”. A estos roedores, como a las palomas y a las cucarachas, “les va muy bien con el ser humano”, explica el biólogo. Cuantos más sea la gente, mejor: cuanta más basura, más alimento. Por eso son urbanitas. Principalmente lo es la rata gris. Que Sevilla está llena de gente, oriundos y foráneos, y que no faltan los desperdicios se revela evidente al paseante. Sobre la mayor o menos presencia de ratas ha sido el alcalde quien se ha pronunciado. “Es lógico que la población se haya incrementado bastante”, afirmó el mes pasado José Luis Sanz después del aviso de roedores en un colegio. Más aún: “La ciudad está llena de ratas”, enunció en un acto público en el Hotel Alfonso XIII.
La estimación de las poblaciones
¿A qué cifras equivalen el adverbio “bastante” o el adjetivo “llena” al que se refiere el alcalde? “Es imposible calcular un número absoluto”, zanja José María Cámara, veterinario del Departamento de Control de Vectores del Ayuntamiento de Madrid, quien, más que de censos, sólo concibe hablar de estimaciones. “Las ratas son animales particularmente inaccesibles. Las alcantarillas no son siempre visitables”, avisa Cámara, quien lamenta la falta de “una verdadera ciencia” en materia de ecología urbana. Cámara menciona dos especies que conviven: la rata negra, que construye nidos en los árboles y que es más común en el campo y en los pueblos, y la gris, que vive en las alcantarillas, en los solares descuidados y en terrizos con vegetación y próximos a zonas acuosas y que es las más frecuente en las ciudades. Si puede, explica Cámara, la gris se acomoda en el exterior, donde el aire es menos viciado y donde encuentra más comida que en el alcantarillado, usado más como una red de caminos exclusivos que como morada. Un refugio, la comida y el agua son esenciales. “Las riberas de los ríos son un hábitat ideal y, si además hay basuras, es el paraíso”, señala el veterinario.
Sevilla reúne las condiciones para asumir la condición de edén. Ahora bien, de una evolución temporal de la población sólo cabe la suposición, la sensación informal, que es la magnitud de rigor del “bastante” del alcalde. Sevilla dispone de un servicio municipal de Control Biológico de Roedores y Palomas, entre cuyas funciones está “la estimación de la abundancia relativa de la población de roedores y palomas”. Pues como si nada. El Ayuntamiento no ha proporcionado dato alguno a este periódico sobre las estimaciones de las ratas. Será por lo que comentan los operarios de Emasesa a título informal, ocultando su identidad: “Es una cuestión sensible”. En otros consistorios no ocurre lo mismo. Son los casos de Bilbao y Madrid, por poner otros dos ejemplos de ciudades grandes consultadas. La capital vizcaína ha pasado de 120 alarmas ciudadanas en 2015 a 454 en 2023, mientras que en la capital, que publica semestralmente las cifras, se registraron 1.227 avisos en 2015 y 1.676 en el primer semestre de 2024.
El número de ratas muertas es un reflejo de las que andan vivitas y coleando, explica el biólogo Javier Castroviejo, quien vive cerca del Paseo de la O y quien las observa levitar, más que vivir. “Refugio y comida”, sintetiza sobre las necesidades de las ratas. Ahí están el río, la umbría, la vegetación… y la disponibilidad de basuras. Será el paraíso. Castroviejo destaca el rasgo nadador, “anfibio”, de la rata gris, una destreza que aprovecha para alimentarse de la comida que los “incautos” arrojan a los patos. “Por no hablar de los bienintencionados que alimentan a los gatos callejeros”, advierte el biólogo, quien habla asombrado de una especie animal singularmente ágil, fecunda y voraz. Comen fundamentalmente “nuestros desperdicios”, señala Jacinto Román, investigador de la Estación Biológica de Doñana; más bien “todo lo que pillan”, subraya. En la ciudad, viven “principalmente de los desechos de la vía pública; los restos que quedan en los envases de las hamburguesas, de las pizzas, en las papeleras...”, enumera Cámara.
Más gente y más basura en los últimos años
Cuanto menos comida, menos ratas. Es una cuestión aritmética. La disponibilidad de alimento y la tasa de reproducción son factores que van unidos. Cuenta Cámara que los progenitores no hacen ascos a comerse a las crías si escasean otros recursos. Por eso les va tan bien que las ciudades estén repletas. En general, explica el veterinario, “a mayor densidad de gente, mayor es el riesgo de una mayor densidad de ratas y de palomas”. Menciona otra relación este especialista en plagas urbanas: “Principalmente hay una correlación con la densidad de bares y restaurantes. Incluso cuando hay una buena gestión de residuos en los veladores, siempre quedan restos de comida”, informa.
Sevilla puede ser el paraíso. No es nueva la sensación de los sevillanos sobre la gestión municipal del churrete y el desperdicio. La acumulación tampoco ayuda: es la diferencia de siete mil toneladas de residuo biodegradable de cocinas y restaurantes entre 2021 (2.691) y 2023 (9.750), según los informes de Lipasam. Tampoco es rara la percepción de saturación en ciertas zonas de la ciudad, sensación cifrada estadísticamente mediante la subida del 54% de las pernoctaciones en los hoteles, por señalar un indicador del Instituto Nacional de Estadística, desde 2014 (347.599) a 2024 (533.632). Son cifras que a la rata sólo pueden sonarle a música celestial.
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