La mafia georgiana guardaba las joyas robadas en botes de detergente
Robos en domicilios
Los cuatro ladrones de pisos detenidos querían quedarse en Sevilla otros diez días más
Robaron en más de 30 domicilios de Triana, Los Remedios y Nervión
Los miembros de la mafia georgiana detenidos en Sevilla guardaban las joyas sustraídas en botes de detergente. Allí les encontró la Policía Nacional parte del botín, que habían conseguido tras robar en más de treinta viviendas en apenas diez días. A los georgianos les debió ir bien, puesto que sólo habían pagado el alquiler del apartamento turístico de Triana en el que se quedaban para diez días y contactaron con su casero para renovarlo por otros días.
Lo que no esperaban es que la Policía Nacional los sorprendiera in fraganti cuando robaban un piso en Triana, en la calle San Vicente de Paúl, el día 7 de agosto. Tampoco esperaban que el juez que ha llevado su caso los haya enviado directamente a prisión, cuando lo habitual en España es que ningún delincuente entre en la cárcel por cometer robos con fuerza.
Los ladrones forman parte de la mafia georgiana, una estructura que extiende sus redes por todo el territorio europeo. Estos delincuentes constituían una célula itinerante que se desplazaba por toda España, con estancias cortas, para dificultar así la investigación de la Policía. A Sevilla llegaron el 27 de julio, con la intención de pasar diez días en la capital andaluza desvalijando los pisos de aquellos que se habían marchado de vacaciones.
Optaron por las zonas de mayor poder adquisitivo, como Los Remedios, Nervión y Triana. Marcaban previamente las viviendas que iban a robar con pequeños trozos de plástico que hacían de testigo. Colocaban esta señal y regresaban al día siguiente. De esta manera se aseguraban de que no había nadie en el piso.
Como es habitual entre los georgianos, utilizaban técnicas muy especializadas para abrir las cerraduras sin forzarlas ni romperlas. Una vez dentro robaban principalmente dinero, joyas y ropa de marca.
Tenían un coche con matrícula extranjera, del que figuraba como propietario su anterior dueño. De esta forma no eran identificados por la Policía en caso de que los investigadores cotejaran los datos del vehículo.
A pesar de ello, solían utilizar el coche como almacén para las ganzúas y otras herramientas de cerrajería con las que abrían las puertas. Lo aparcaban cerca de los lugares en los que querían robar y se desplazaban a pie y en parejas que tomaban direcciones contrarias.
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