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La madre del joven asesinado en Sevilla: "Ahora mismo sólo quiero darle un último beso a mi hijo"

Khadiya Belabbar explica que su hijo fue apuñalado hasta en seis ocasiones cuando intentó separar a los participantes en una pelea

La mujer, de 36 años, ya sufrió el año pasado la muerte de su hermano de un infarto cerebral mientras jugaba al fútbol

La víctima del crimen de Santa Clara tenía heridas tanto de frente como por la espalda

Reda, el futbolista del Club Atlético Libertad asesinado por una "mano cruel y despiadada"

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Khadiya Belabbar, madre del joven asesinado en Santa Clara.

Khadiya Belabbar lleva tres días sin dormir, sin comer y sin parar de darle vueltas a la cabeza. Rompe a llorar cuando entra en el cuarto de su hijo, Reda el Archad, de 21 años, asesinado el pasado domingo en el barrio de Santa Clara. El lugar en el que cayó muerto el joven marroquí parece no ya de otra ciudad, sino de otro planeta, comparado con el barrio en el que residía la víctima. La mujer atiende a este periódico en el humilde piso en el que vive en la calle Candelas, en la Candelaria, en el corazón de los Tres Barrios, la segunda zona más pobre de España según las estadísticas.

Cuatro señoras marroquíes reciben al visitante en el salón de la vivienda. Hay una mesa con té, pastas, dátiles, panes dulces y miel con los que las dolientes agasajan a quien se acerca a dar el pésame a la madre del difunto. Ellas no comen. Está próximo el Ramadán, aseguran. A la derecha del salón, según se entra, está la habitación de Reda. La estrecha cama sigue sin hacer. Varias camisetas de fútbol cuelgan del techo y las paredes. Las hay de las selecciones de España y de Marruecos y una bandera española y una bufanda del Sevilla con el lema Dicen que nunca se rinde presiden la estancia. De fondo, el trino de un canario aporta la única nota alegre a la escena.

Khadiya llora cuando entra en la habitación de Reda. Dice que no había llorado desde que supo de la muerte de su hijo, cuando dos policías nacionales se presentaron en su casa, a eso de las seis de la tarde, para informarle de que Reda había sido asesinado a primera hora de esa mañana. Mientras habla sostiene en la mano una medalla que ganó su hijo. Le dieron una breve información sobre los hechos y desde entonces no sabe nada, ni siquiera dónde se encuentra el cuerpo de su hijo. Una amiga de la víctima hace gestiones con los tanatorios tratando de encontrarlo.

"Pedí a la Policía que me dejaran ver el cuerpo, que me enseñaran al menos una foto. Me dijeron que no era posible hasta que se realizara la autopsia. Tampoco me lo aconsejan, pero yo necesito verlo. Lo único que quiero ahora mismo es darle el último beso, el último abrazo a mi hijo. No puedo aguantar más tiempo sin verlo", apunta la madre de la víctima, secándose las lágrimas. No tiene fotos impresas ni cuadros enmarcados de Reda. Las imágenes que tiene están en el teléfono móvil.

Khadiya Belabbar. / Juan Carlos Vázquez

A Khadiya la acompaña en todo momento Nawel, que se define como su mejor amiga y que en buena parte de la entrevista lleva la voz cantante de la misma ante el bloqueo que por instantes atenaza a Khadiya. Cuenta que tuvo a Reda con 15 años y ahora tiene 36. Ella estuvo 16 años trabajando en España antes de que pudiera traerse a su hijo. Reda llevaba cuatro años viviendo en España. Le encantaba el fútbol y jugaba en el Club Atlético Libertad, un equipo de Mairena del Aljarafe, adonde iba a entrenar a diario en el Metro, estación Primero de Mayo está a escasa distancia de su casa. El padre sigue en Marruecos.

Sobre el homicidio, Khadiya explica que su hijo no se metió en ninguna pelea, sino que intentó separar una trifulca entre un amigo suyo y las personas que terminaron matándolo. Le asestaron cinco puñaladas por la espalda y una de frente. "Puedo entender una en una pelea, ¿pero tantas?". La reyerta empezó en una discoteca próxima al lugar de los hechos, a la que Reda había ido a pedir trabajo la noche del viernes y volvió a ir la del sábado para tratar de hablar con un responsable del establecimiento. Después, se quedó allí con unos amigos. "Él no bebía, y menos ahora en el Ramadán. Sí fumaba tabaco, pero nada de alcohol ni drogas", apunta su madre.

"Cuando vi que no estaba en su cuarto y no había llegado a casa, lo llamé por teléfono, pero no lo cogía. A las once de la mañana, el teléfono dejó de dar señal. Se le acabó la batería, o alguien lo apagó. Yo ya sabía que mi hijo estaba muerto, no sé por qué, pero tenía ese presentimiento. A las seis de la tarde vinieron dos policías para decírmelo". Cuenta la mujer que no conoce de nada, ni cree que Reda los conociera, a los asesinos. "Me han dicho que uno vive aquí en la esquina, que son españoles y que los han cogido. Ya está".

"Reda era un buen chico. Estaba siempre sonriendo. Tenía estudios en Marruecos y hablaba francés, inglés y español", asegura Nawel y corrobora la amiga de Reda, que no fue aquella noche con él porque tenía que trabajar al día siguiente. "Ya lo estoy echando mucho menos, yo estaba todo el día con él, iba a verlo entrenar y jugar. Éramos como dos inseparables. Era un chaval estupendo, todo lo que tenía te lo daba. Nos reíamos mucho. Y nunca se metía en una pelea", añade la joven, de 20 años. Nawel relata que Reda fue detenido por la Policía el año pasado por el robo de un bolso y estuvo unos meses en prisión. Dice que él era inocente de este robo y fue confundido con otro marroquí por parte de la víctima.

Reda el Archad, en primer plano sobre una foto del levantamiento del cadáver. / José Ángel García

Nadie informa a la familia de los trámites que deben hacer para repatriar el cuerpo. Quieren enterrarlo en Marruecos y unos amigos han abierto un crowdfunding para tratar de reunir dinero con el objetivo de pagar el viaje. La madre es cocinera en paro y ayuda a su familia en Marruecos y tiene muy pocos recursos. No responde el Consulado de Marruecos, dicen, ni tampoco ha venido nadie del Ayuntamiento de Sevilla. Ni un psicólogo, ni unos servicios sociales, nada... Khadiya no ha tomado ni una pastilla para poder conciliar el sueño en estos tres días.

Khadiya ya sufrió el año pasado la muerte de un hermano suyo, de 28 años, que sufrió un infarto cerebral en Marruecos mientras jugaba un partido de fútbol. Ahora ha perdido a su único hijo. Espera que se haga Justicia y que los dos presuntos autores del crimen pasen muchos años en prisión, pero sobre todo tiene la necesidad de ver a su hijo antes de emprender el último viaje de vuelta a Marruecos.

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