OBITUARIO
Muere Teresa Barrio, madre de Alberto Jiménez Becerril

La luz eléctrica, un lujo para 44.000 hogares sevillanos

El consumo energético

Cuatro familias en situación vulnerable relatan cómo afrontan estos días de frío sin apenas usar la estufa

Cáritas advierte que la subida de las tarifas disparará la pobreza energética

Ilustración de cómo afrontan muchas familias la subida de la luz / Dani Rosell

Una de las mayores subidas del precio de la luz en una ola de frío histórica. La situación no es nueva. Se vive cada enero, cuando los termómetros marcan mínimas por debajo de los cero grados, pero este año sí es más grave que en los anteriores. La energía eléctrica, en tales circunstancias, se convierte en un lujo que no está al alcance de 44.719 hogares sevillanos. Se trata del dato más actualizado de las viviendas que, en la provincia de Sevilla, se benefician del bono social que tramita Endesa para este gasto ante las dificultades que sufren para afrontarlo. Una cifra que, todo hace prever, pueda dispararse las próximas semanas ante el espectacular encarecimiento que ha registrado el servicio.

"Con tres pares de calcetines y el abrigo todo el día encima". Así pasa estas gélidas jornadas una pareja de jóvenes que vive de alquiler en un piso de la capital hispalense. Ambos llevan meses en paro. Ella es auxiliar veterinaria, trabajo que nunca ha desempeñado; mientras que él, las veces que puede, ejerce de mecánico. La renta que han de pagar por su vivienda es un quebradero constante de cabeza ante la falta de ingresos. Deben varios meses. "Tenemos que dejarla, aunque el propietario nos ha dado un pequeño margen de tiempo hasta que encontremos algún cobijo", explican estos sevillanos que prefiere permanecer en el anonimato.

Realizan una auténtica ingeniería financiera para sobrevivir. "Hasta ahora habíamos recortado gastos en alimentación y ropa para poder pagar el agua y la luz, pero con esta subida de la tarifa, ya resulta imposible, nos vamos a quedar sin los pocos ahorros de los que disponíamos", comenta. Prescinden por completo de encender el ordenador y la calefacción, pese a que las mínimas han estado por debajo de los cero grados las pasadas madrugadas. "La electricidad sólo se la pueden permitir los ricos", lamenta esta pareja de jóvenes, a la que su asistente social les ha confirmado que, por ahora, no hay ayudas contempladas para ellos.

El recibo medio cuesta ya 88 euros

Su relato representa el drama que viven muchas familias sevillanas estos días, en los que afrontar el frío con la calefacción o la estufa supone un derroche de dinero que no se pueden permitir tras la subida de las tarifas. Según un análisis realizado por la organización de consumidores Facua, el recibo del usuario medio en lo que va de enero representa ya casi 88 euros, por lo que de mantenerse los precios del kilovatio hora (kWh) de los primeros 14 días del mes, sería la segunda factura más cara de la historia.

Atendiendo a este estudio, el encarecimiento interanual del precio del kWh de electricidad en lo que va de 2021 se sitúa en el 40%. La tarifa media del kWh representa 18,78 céntimos (impuestos indirectos incluidos), frente a los 13,41 céntimos del mismo periodo del año pasado. Facua, que califica de "salvaje" la subida, alerta de que la factura mensual del usuario medio representaría 19,65 euros más que hace un año. Así, el recibo supondría 87,92 euros, un 28,8% por encima de los 68,27 euros que pagó con las tarifas de los primeros 14 días de enero de 2020.

Una bombilla de luz eléctrica. / D. S.

Cálculos que no para de realizar en el papel y en la cabeza un matrimonio sexagenario que reside en Sanlúcar la Mayor, que se ha visto obligado en numerosas ocasiones a recurrir a las ayudas que le presta Cáritas. El marido recibe una pensión no contributiva de 330 euros mensuales. El alquiler del piso es de 250 euros. Hasta ahora dicha renta la había pagado un hermano, pero actualmente tampoco puede, por lo que deben recurrir a los escasos ahorros que aún les quedan.

Para afrontar el recibo de la luz han contado estos años con un bono social, que no han podido renovar en plazo por no disponer de toda la documentación que se requiere. "Mi mujer y yo tenemos problemas de movilidad que nos impiden desplazarnos para realizar ciertos trámites y tampoco tenemos ordenador ni sabemos hacerlo por internet", explica el marido. Normalmente, los gastos más altos por la electricidad los tienen en verano e invierno. En estos meses pagan de media unos 60 euros. "Esta casa es especialmente calurosa, por lo que en verano sí tenemos encendido el ventilador varias horas, pero en invierno, hasta ahora, podíamos resistir sin la estufa. Este año, sin embargo, con este frío inusual y con la edad que ya tenemos, nos vemos obligados a ponerla, aunque sean dos horas al día", refiere este vecino de Sanlúcar, que teme que la factura, cuando le llegue en febrero, se dispare a 100 euros.

"Nos estamos restringiendo bastante en otros gastos, como la comida y la ropa, pero la luz eléctrica es un servicio esencial hoy día para vivir, porque todo funciona con electricidad. Y con cerca de 70 años y con nuestras limitaciones, sin salir apenas de casa, ya me dirán los políticos cómo soportamos estas bajas temperaturas, por mucha ropa y mantas que nos pongamos encima", lamenta este matrimonio, que califica de "barbaridad" la subida del coste del servicio. "Los gobiernos tendrán que ponerle freno al precio de la luz, o esto va a ser caótico", advierte.

El bono social

Como este matrimonio hay más de 44.700 hogares sevillanos que recurren al bono social ante las dificultades que presentan para costear la luz. Se trata de un descuento en la factura eléctrica regulada por la legislación vigente, que tiene el objetivo de proteger aquellas familias consideradas vulnerables por sus condiciones socioeconómicas. Aunque quien lo tramita es la comercializadora de referencia, el Gobierno español es el que lo asigna, una vez verifica el cumplimiento de los criterios. El ahorro sobre la factura que percibe el cliente, lo asume económicamente la compañía, que facilita dicho pago a los colectivos más desfavorecidos. Los beneficiarios del bono social de electricidad cuentan con un periodo más prolongado para hacer frente a los recibos impagados que el resto de consumidores (un plazo de cuatro meses desde la primera notificación, frente al general de dos meses).

Para optar a esta bonificación, es imprescindible ser cliente de una comercializadora de referencia, ser el titular de un contrato con la tarifa eléctrica PVPC (con o sin discriminación horaria) y una potencia igual o inferior a 10 kW en la vivienda habitual, además de cumplir otros requisitos específicos.

En total, son más de 186.000 clientes de Endesa en Andalucía, 44.719 en Sevilla (el dato más actualizado), los que tienen actualmente asignado el bono social. El 9% son pensionistas, el 27% familias numerosas y el 64% personas en situación de vulnerabilidad según criterio de renta. De todos ellos, el 54% tienen un descuento del 25% en la factura porque han sido considerados como vulnerables por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, mientras que el 46% son vulnerables severos y perciben una ayuda del 40%.

Las bajas temperaturas han sido una de las protagonistas de estos días en Sevilla. / José Ángel García

En este periódico hemos hablado con uno de los hogares que se benefician del bono social. Está compuesto por cinco miembros: un matrimonio y tres hijos (dos mellizos de tres años y un niño de siete). Viven en el Distrito Bellavista-La Palmera de la capital andaluza. Los ingresos familiares rara vez superan los 400 euros al mes. Como en los casos anteriores, tienen que tirar de ahorros para hacer frente a un alquiler de 500 euros. "Hago auténticos malabares para ir pagándolo", admite la esposa, que trabaja esporádicamente cuidando a una persona mayor. "Aunque tengamos una reducción por el bono social, no es fácil costear el recibo de la luz", detalla esta sevillana, que también ha recurrido en más de una ocasión a Cáritas ante la imposibilidad de que todos los gastos domésticos puedan sufragarse con los ingresos familiares.

"Estos días de frío lo estamos pasando muy mal", confiesa esta familia, que ha reducido al mínimo sus actividades. "El mayor de nuestros hijos ha dejado de ir a jugar con su equipo de fútbol, pues su desplazamiento en Tussam suponía un gasto que ahora no nos podemos permitir". Y todo ello temiendo la factura de la luz que les llegará en febrero. "Antes, por lo menos, teníamos el consuelo de que los menores, al estar en el colegio, no pasaban frío en el aula, pero al permanecer las ventanas abiertas por el coronavirus, sufren el mismo frío que aquí", relata esta madre, quien también organiza la permanencia en casa durante estos días. "Intentamos estar fuera de la vivienda durante las horas de sol, cuando bien mi marido o yo llevamos a los niños a los parques y plazas cercanas. Después, cuando anochece, nos echamos abrigos, mantas y calcetines para que se haga más soportable la situación en casa. Al final, si no enfermamos de Covid, lo haremos de frío", apostilla.

El hogar, un factor de exclusión social

El testimonio de esta familia constituye un claro ejemplo del fenómeno del que Cáritas viene advirtiendo desde hace años: la vivienda se está convirtiendo en un factor de exclusión social. Así lo afirma el director de Cáritas Diocesana de Sevilla, Mariano Pérez de Ayala, quien recuerda que cada vez resulta mayor el número de hogares que en la provincia no pueden costear el alquiler o la hipoteca ni los suministros de agua, luz y gas. "Entre 2018 y 2019 este colectivo aumentó un 30%, un porcentaje que se incrementará seguramente con las últimas subidas del precio de ciertos servicios", alerta Pérez de Ayala.

"Con este repunte, familias que ya estaban al límite tendrán que acudir a solicitar nuevas ayudas", refiere el director de esta ONG católica, una de las que cuenta con más experiencia en asistir a personas sin recursos suficientes para los gastos básicos. Pérez de Ayala insiste en que "las administraciones disponen de mecanismos para controlar estas subidas, especialmente en los periodos de mayor consumo, cuando más calor o frío hace". "Esperemos que ante este encarecimiento histórico haya una pronta respuesta de los gobiernos", concluye.

Una regleta para conectar varios dispositivos eléctricos a la vez. / D. S.

Mientras, este arranque de 2021 está siendo bastante difícil en muchos hogares: la tercera ola del Covid, máximas que apenas superan los 15 grados y la subida del precio de la luz. Factores que invitan a confiar poco en el nuevo año. Así se encuentra una familia de cinco miembros en la calle Arroyo. En este piso vive un matrimonio con dos hijos y un nieto. Todos están en paro. El único ingreso es de 430 euros por ayuda social. Este dinero lo destinan por completo a pagar los gastos del agua y la electricidad. Pueden seguir adelante gracias al servicio que les prestan Cáritas y Cruz Roja.

Al pago del alquiler -de 240 euros- les ayudan los hermanos de la esposa. También aquí hacen auténticos malabares para sobrevivir con lo mínimo. "Tenemos un radiador que sólo enchufamos a la hora de almorzar y cenar, cuando estamos todos juntos. El resto del día lo pasamos con mucha ropa de abrigo, que no nos quitamos, pese a estar en casa", relata esta madre de familia, quien explica que su nieto "al estar continuamente moviéndose", es el que menos se percata del frío. "Aunque tengamos descuento con el bono social, lo cierto es que cuesta también pagar la factura de la electricidad. Ya estoy asustada con el recibo de febrero", admite esta abuela, quien, pese a sus circunstancias (acaba de superar un cáncer), reconoce que "hay familias en peores condiciones". "Lo que están haciendo con la luz es una burrada", sentencia.

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