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Hispanidad. La zona de Capitanía de Plaza de España estuvo sin uso entre 1930 y 1938, cuando se traslada Queipo de Llano. La ley de Memoria Histórica retiró su retrato de la galería

Una vista de la Plaza de España. / Paco E. Sánchez

09 de octubre 2024 - 05:59

Sevilla/GONZALO Queipo de Llano (1875-1951) y Aníbal González (1876-1929) nacieron con un año de diferencia. Estos personajes coetáneos, de la quinta generacional de los hermanos Machado, tienen una relación muy diferente con la Plaza de España. En puertas de otro 12 de octubre, día de la Hispanidad, aniversario de la llegada de Colón a Indias y de la clausura de la Exposición Universal de 1992, una reciente visita con la Once al edificio de Capitanía revela qué diferente es la presencia de uno y otro. 

Aníbal González es el padre de esta criatura arquitectónica. Una estatua suya preside la zona que une la Plaza de España con el paseo del parque de María Luisa. “No es exactamente un semicírculo, quiere simbolizar para Aníbal González el abrazo que España le daba a las tierras de Ultramar”, dice el subteniente que hace de guía en la visita. Aníbal González muere el 31 de mayo de 1929, 22 días después de que se inaugure el certamen del que había sido su comisario. La Exposición Iberoamericana se clausura el 21 de junio de 1930. Diez meses después se proclama la II República y seis años más tarde comienza la guerra civil. 

El proyecto inicial para lo que es Capitanía General era una Universidad Laboral. Aníbal González había previsto incluso espacios para las aulas y laboratorios. No cuajó. Se clausura la Exposición y el espacio se cierra por completo. “Menos mal que entonces no había okupas”, comenta uno de los visitantes. Este espacio señero, donde Aníbal González condensó toda su maestría y sus influencias, permaneció inactivo hasta 1938. Ese año, en plena guerra civil, el general Queipo de Llano decide trasladar el cuartel general del Ejército desde el edificio de la Gavidia, donde lanzaba sus incendiarias soflamas por Radio Sevilla, hasta esta parte de la Plaza de España. Desde entonces, nunca ha dejado de tener uso castrense, aunque haya desaparecido la figura de los capitanes generales. 

En la primera planta están los retratos de todos los militares que estuvieron al frente de Capitanía General. Separados por épocas: Restauración y República, dictadura franquista y democracia. No busquen el de Queipo de Llano, porque fue retirado en aplicación de la ley de Memoria Histórica, pese a que fuera el artífice de la recuperación de este espacio. Sí figuran su predecesor, José Fernández de Villa-Abrille (Filipinas, 1878-Madrid, 1946) y su sucesor, Ignacio de las Llanderas Fraga (La Coruña, 1877-Madrid, 1951). 

La sede de Capitanía está llena de rincones de una riqueza artística muy notable, destacando el teatro que acoge las sesiones de la Cátedra General Castaños. Hay un espacio donde vuelven a cruzarse, con sus dosis de misterio, las estelas de Aníbal González y Queipo de Llano. A un lustro de conmemorarse el centenario de la Exposición de 1929, no se sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero motivo por el que la zona más noble de Capitanía, donde tienen lugar muchas de las recepciones, se llama Salón de Planos. Hay quien cree que es porque allí, sobre unas mesas gigantescas, Aníbal González extendía con su equipo los planos de lo que iban construyendo; otros creen que el nombre se debe a que tras el traslado, Queipo de Llano lo convirtió en una especie de gabinete cartográfico para repasar los planos de la contienda y los avances en la guerra. En este caso, Aníbal González llevaba muerto ya nueve años. El Salón está presidido por dos gestas andaluzas: una reproducción en cerámica de la rendición de Granada (el original, obra de Francisco Pradilla, está en el Senado) y un busto del general Castaños, héroe de la batalla de Bailén. Los que frenaron las invasiones del norte y del sur. 

Si el original de la rendición de Granada, con el protagonismo de Isabel la Católica y de Boabdil, se encuentra en el Senado, hay otro elemento de procedencia sevillana que se encuentra en el Congreso de los Diputados. Llaman la atención del visitante, junto a una escalera con mármoles de Novelda, los dos leones. “Son modelos”, explica el subteniente. Los originales se encuentran en la entrada principal del Congreso, en la Carrera de San Jerónimo. Fueron diseñados por el escultor aragonés Ponciano Ponzano. En 2009 llegaron a Capitanía desde la Fábrica de Artillería estas réplicas, leones de copistería nada desdeñables en su ferocidad. Inicialmente se hicieron de escayola porque no había bronce suficiente. Este material se consiguió fundiendo los cañones tomados al enemigo en la guerra de África de 1860. Victorias en Tetuán y el Serrallo en la época de Isabel II, con el protagonismo de militares como O’Donnell o Prim, protagonista de uno de los Episodios Nacional de Galdós, militar catalán que con Serrano y Topete protagonizó en Cádiz la Revolución Gloriosa que destronó a Isabel II. 

El Salón del Trono lo preside un retrato de Felipe VI. Inicialmente se llamó Salón Andalucía. De esa etapa permanecen en el techo sendas estampas de rincones muy característicos de Sevilla y Granada. El resto de provincias andaluzas también están representadas. Lo más llamativo de este salón del Trono es una gigantesca lámpara diseñada por aprendices de la Fábrica de Artillería en la que están todas las gestas de España allende el Atlántico. El patio de Capitanía es una maravilla. Las cristaleras no son de Aníbal González. Las pusieron cuando se rodó en Sevilla Lawrence de Arabia (1962). Hay más huellas en Capitanía de Peter O’Toole y de Omar Shariff que de Queipo de Llano, en este caso el malo de la película. Del general sí queda en el patio la capilla que mandó instalar. 

La visita organizada por la Once (el subteniente se disculpa: hace un siglo no existían parámetros de accesibilidad) cuenta con algunas personas muy cualificadas: el arquitecto Fernando Mendoza, que intervino en la construcción de varios pabellones de la Expo 92 y disfruta conociendo los entresijos de la del 29, y que ayer presentó en la Academia de Bellas Artes su libro Memorias de un arquitecto; o Aníbal González Serrano, dentista de profesión, nieto del arquitecto, narrador de la película dirigida por Paco Ortiz Aníbal, el arquitecto de Sevilla. El nieto le regaló al subteniente la biografía que ha escrito de su abuelo. No se cansa de recorrer estas estancias, de regodearse en cada detalle. “En una visita del rey Alfonso XIII le preguntó a mi abuelo por la imagen de una mujer. Era Santa Catalina de Alejandría, y era un guiño a su madre, la persona que más empeño puso en que mi abuelo estudiara Arquitectura”. Hay que agradecerle ese afán a doña Catalina Álvarez-Ossorio para que su hijo le hiciera caso y Sevilla pueda contar con este patrimonio que como suele ocurrir despierta más interés entre los foráneos que entre los paisanos. 

Pese a ese protagonismo andaluz en la rendición de Granada y la batalla de Bailén contra moros y franceses, respectivamente, el protagonismo en la intrahistoria del edificio es para los cuatro reinos que entonces formaban la España aventurera y emprendedora: Castilla, León, Aragón y Navarra. Cuatro tierras sin salida al mar que dominaron en los océanos. Inmortalizadas en los cuatro puentes y los cuatro heraldos con atuendo de maceros. De surcar los mares se encargaron los dos personajes que aparecen en la puerta de Arcos de Capitanía: Colón y Magallanes. Un italiano y un portugués. Un símbolo de la España americana y europea.

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