Las navidades de la Exposición Iberoamericana
El 31 de diciembre de 1929 la Exposición Iberoamericana debía haber quedado clausurada. Aquellas Navidades resultaron en Sevilla muy diferentes a lo previsto en la inauguración del certamen. Unos siete meses antes, el 9 de mayo, todo hacía presagiar que, tras un esplendoroso cénit en el marco del 12 de octubre, Día de la Raza y de la Hispanidad, las fiestas navideñas propiciarían un nuevo repunte de visitantes con motivo de la clausura de la muestra. Todo dio un giro a la vuelta del verano, cuando el Comité de la Exposición hubo de reorientar parcialmente su programación navideña a raíz de que el Gobierno comunicara que la Iberoamericana se prorrogaba al 21 de junio. Mejor dicho, casi todo, porque los espectáculos contratados para aquellas semanas hubieron de mantenerse.
La Nochebuena y el Fin de Año cayeron en martes. Como veía sucediendo desde que, en 1892, comenzara a celebrarse el sorteo de Navidad, el ambiente navideño debía arrancar el 22 de diciembre, solo que, en aquella ocasión y según lo establecido, por ser domingo, la lotería se adelantó un día.
Así, el sábado 21, a las nueve de la mañana, se abrieron las puertas del recinto, donde, a través de los altavoces de la Plaza de España, la de América y el Sector Sur se escuchaba la retransmisión del sorteo que se celebraba en la Casa de la Moneda de Madrid. Aquel día, el ambiente resultó ciertamente festivo; cinco millones trescientas noventa mil pesetas del tercer premio, el 17.894, fueron vendidas por la administración de loterías de Amor de Dios 62, la de Miguel Escámez Arqueros, el mismo lotero del fraude del gordo de la Navidad de 1951, el 2.704. Barcelona, que con Sevilla coprotagonizaba la Exposición General Española, también resultó agraciada.
La actividad de los gestores de la Exposición
Aquella Navidad, el director de la Exposición, José Cruz Conde Fustegueras, se ausentó de Sevilla, dejando como director accidental a uno de los vocales del Comité Permanente, Pedro Caravaca y Rogé, ingeniero industrial, miembro de la Unión Comercial y secretario de la Federación Económica de Andalucía (FEDA).
Ante la necesidad de programar los meses inmediatos, el Comité Permanente mantuvo sus reuniones quincenales en el Hotel Alfonso XIII, bajo la presidencia de Caravaca el 21 de diciembre y el 3 de enero. Entre otros, se abordaron temas relacionados con la promoción de la concurrencia en el arranque del año, dado que no contando con aportación presupuestaria alguna del Estado para 1930 se precisaba aumentar los ingresos; así además de acordar celebrar el Carnaval dentro del recinto de la Exposición y reducir el canon establecido para la venta ambulante, se cerraron los contratos con Rudolf Mosse –el concesionario de publicidad y propaganda en el mismo–.
El Comité también inició el proceso de selección de los premios y recompensas. Así, en plenas fiestas, bajo la presidencia de Caravaca, el viernes 27 de diciembre, en el Salón de Actos del Edificio Central de la Plaza de España, se celebró la primera de las reuniones previstas, la del grupo 10, correspondiente a los productos agrícolas.
La última sesión del Pleno Municipal, la de la mañana del martes 24 de diciembre, también guardó relación con la Exposición, pues en ella el escritor uruguayo Carlos Reyles fue nombrado Hijo Adoptivo de Sevilla. Reyles, embajador del Uruguay en España y autor de la novela El embrujo de Sevilla, había presidido la delegación de la organizadora de semana de Uruguay celebrada en la segunda quincena de octubre.
El Comité de la Exposición y el Ayuntamiento aprovecharon las Navidades para dar a conocer las conclusiones de la Comisión encargada de estudiar el uso que habría de darse a las instalaciones y servicios del certamen a la clausura del mismo. Estas, acompañadas de sus correspondientes presupuestos, habrían de ser estudiadas por el Ayuntamiento durante la semana siguiente.
En ese documento se establecía que el Estado determinaría el uso de la Plaza de España donde estaba prevista la creación del Colegio Mayor Hispano Americano, mientras que el Ayuntamiento se ocuparía del resto de los edificios, para los cuales se enunciaban tres propuestas (que como intuirán nuestros lectores no llegaron a cuajar).
En primer lugar, para convertir la ciudad en destino turístico de invierno, se potenciaría el uso del Casino, el Teatro de la Exposición, los edificios de la Plaza de América, los restaurantes y las instalaciones complementarias del Parque de María Luisa. En segundo lugar, se proponía solicitar a la Junta de Obras del Puerto la cesión de los terrenos comprendidos entre la avenida de la Raza y su zona izquierda, desde la avenida de Moliní, hasta el final de ésta, y traspasar a la Diputación Provincial el Pabellón del Aceite. Por último, conservar los grandes edificios del Sector Sur con objeto de aprovecharlas para las ferias, en concreto las Galerías Comerciales, el Pabellón de Maquinaria y las instalaciones de la Exposición de Ganadería; también se planteaba mantener en funcionamiento el Parque de Atracciones y promover la explotación directa del tren en miniatura.
La actividad en el recinto
En Navidad, el recinto de la Exposición estuvo abierto incluso en los días marcadamente religiosos. A fin de procurar que éste cobrara una especial animación y que aquellos días se incrementan las visitas, el Comité aplicó la tarifa reducida (50 céntimos por persona) que era la propia de los días populares; para ello, el Comité declaró días populares el 25 de diciembre, el 29, el 31 y el 6, con la particularidad de que el día de Reyes, la entrada era gratuita para los menores de doce años acompañados. Para el 25 y el 31 se dispuso “iluminación artística general extraordinaria”, lo que hacía la visita especialmente atractiva.
En los diferentes sectores del recinto de la Exposición, se celebraron bastantes espectáculos que se sumaron a los habituales de las tardes de los domingos, entre ellos el concierto de la Banda Municipal de Música en la Plaza de América.
Además, la actividad del domingo 22 en que arrancaron las fiestas navideñas resultó muy diversa en los dos sectores de la Exposición. Ello era una clara evidencia de la diversa tipología de participantes en la Exposición; mientras en el Sector Norte-San Telmo hubo seis proyecciones en el Pabellón de Chile, en el Sur, en la Sala de Espectáculos de las Galerías Americanas, las de la avenida de la Raza, se proyectó la película Petit café, una comedia muda francesa en blanco y negro de Raymond Bernard (estrenada en 1919 y protagonizada por Max Linder, Armand Bernard y Jean Joffre), que estuvo seguida por la presentación de los Mañicos del Pilar –“los reyes de la jota”– y después por un concierto de órgano.
La animación del recinto fue especialmente intensa en la tarde del 31 de diciembre; dos horas estuvo la Banda Municipal de Sevilla en la Plaza de América. Otro tanto la tuna de la Universidad de Salamanca en la Plaza de los Conquistadores. Además, el Parque de Atracciones del Sector Sur permaneció abierto entre las tres y media y la media noche, con todas las atracciones en funcionamiento; entre ellas, la montaña rusa (la mayor de Europa), la pintoresca ría misteriosa, dos pistas de automóviles, el látigo, el palacio de los milagros, el palacio de la risa, el Wate Chut, el Diabolic, y el Mont-Blanc-Metrópoli.
Algunos establecimientos de restauración y ocio del recinto de la Exposición permanecieron abiertos en Nochebuena y Nochevieja. Las fiestas más glamurosas fueron las celebradas en el Hotel Alfonso XIII y en diferentes locales del Parque. Así en el Hotel se celebró una “Gran Cena de Fin de Año” con uvas y cotillón, seguida por un baile; las entradas, con derecho a consumición, costaban 15 ptas. las de caballeros y 5 ptas. las de señoras. En el parque, en Nochebuena hubo cenas en el Plantación y en el Bar Americano, que ofreció además fiambres, consumiciones y baile con cotillón. En Nochevieja el Restaurante Andalucía ofreció cena con uvas, baile, cotillón y sorpresas, a 30 ptas. el cubierto incluyendo jerez y champán, que subía a 40 si este era Cordón Rouge.
Aquella Navidad fue muy prolija en espectáculos. Después de una semana de inactividad, la cartelera del Teatro de la Exposición, que arrancó el 21 de diciembre, fue ciertamente diversa, atractiva y de calidad. Se contó con dos compañías de primera categoría, entonces muy prodigadas en los escenarios nacionales. Primero, la Compañía de Comedias de Pepita Meliá y Benito Cibrián, creada por el matrimonio en 1915, y a partir del día 28, la Compañía de Zarzuelas, Operetas y Revistas del Teatro Reina Victoria de Madrid, inaugurado en 1916 y que traería a Sevilla operetas de autores extranjeros adaptadas. Resulta curioso que la actividad teatral no solo no se interrumpiera los días señeros, sino que incluso en Nochebuena y en la noche de Reyes hubiera tres funciones. También que, en Nochebuena y la noche de Reyes hubiera sesiones a las 10 de la noche, el día 5 coincidiendo justo con la entrada de la Cabalgata en la Plaza de Toros de donde había salido el cortejo. La segunda sesión del día 31, en la que se puso en escena La bella Riseta de Leo Fall, se inició a las 10,15 h.; un minuto antes de las doce la representación fue brevemente interrumpida para que los asistentes tomaran las uvas, como era habitual en los teatros de la época.
El fútbol no podía faltar aquellas Navidades. La Comisión de Deportes de la Exposición y la Federación Regional Sur –que presidía Ramón Sánchez-Pizjuán– organizó el Torneo de Pascua, para los días 25 y 26 de diciembre, con la final el 6 de enero. Pero la intensa lluvia que cayó en Sevilla pocas horas antes del partido inaugural, convirtiendo el Stadio –al decir de la prensa– “en una auténtica laguna”, obligó a retrasar al día siguiente el partido entre el Real Betis Balompié y el Budapest Sport Egyesulet. Este resultó 0-3 a favor del Budapest. El 27, a las tres de la tarde, se enfrentaron las selecciones de París y del Sevilla F.C., ganando el Sevilla por 2-0, con goles de Aranda y Brand; tras el encuentro, los jugadores de los equipos invitados serían agasajados por la Comisión de Deportes en el Pabellón de González Byass. La final, que se jugó en la tarde del Día de la Epifanía con el estadio prácticamente lleno fue –en opinión de los cronistas– aburrido, terminando con empate a uno.
El verdadero sentido de la Navidad llegó también al recinto, donde los días 25 de diciembre, 1 y 6 de enero se celebraron misas en la capilla del Pabellón de Castilla la Vieja y León; la misma en la que cada domingo a las doce de la mañana solía celebrarse la eucaristía en memoria de los iniciadores y creadores de la Exposición ya fallecidos, y en la que eran habituales los familiares de Luis Rodríguez Caso, Aníbal González, y los Condes de Urbina y Colombí.
En plena Navidad, el día 29, coincidiendo con la llegada de una nueva remesa de carme para el pabellón de Uruguay, hubo un reparto de la carne congelada de las vitrinas frigoríficas del edificio, que en esta ocasión fueron remitidas a los hospitales de la Santa Caridad y de San Juan de Dios, el Asilo de Mendicidad de San Fernando, varios centros benéficos, el Patronato Obrero de San José, a los regimientos de Infantería, de Ingenieros y de Granada, a la Asociación Sevillana de Caridad y a las Hermanitas de la Cruz.
Las visitantes a la Exposición
El lunes 30 de diciembre, Sevilla recibía nuevos visitantes, que aprovecharían esos días para ver la Exposición; entre ellos se encontraba el embajador del Reino Unido en España, Sir. George Grahame, quien fue recibido en la Estación de Plaza de Armas por el cónsul del Reino Unido en la ciudad y miembros de la colonia británica. Grahame (1873-1940) era el más destacado miembro del Servicio Diplomático inglés. Su característica ecuanimidad venía siendo fundamental en el desarrollo de las relaciones diplomáticas entre España y Gran Bretaña, e una vez declarada la República. Fue tras su jubilación en 1935 cuando Gran Bretaña redirigió su actitud, mostrándose a favor del régimen fascista italiano y el golpe español, ante el peligro de la “amenaza comunista”.
También estaba en Sevilla, monseñor Rafael Edwards Salas, el obispo auxiliar de Santiago de Chile, quien aquel día después de cumplimentar al cardenal Ilundain en el Palacio Arzobispal visitó el recinto; en el Pabellón de Chile fue atendido por el comisario y el cónsul Lastarria. Rafael Edwards Salas (1878-1938) había destacado por su activa defensa de los derechos conculcados del pueblo rapanui, habiendo desarrollado campañas de prensa para la restitución de la propiedad de los rapanui, tanto de su tierra como de sus animales.
Durante la Navidad, visitaron Sevilla y la Exposición diferentes grupos de estudiantes, a los que el Comité agasajó. La estancia de los dos grupos de alumnas de las Escuelas Normales de Madrid, Barcelona y Valladolid tuvo menos repercusión en prensa que las de los alumnos universitarios, tanto la de cinco estudiantes de Medicina de Madrid que hicieron la ruta caminando (y la vuelta en Junkers, por gentileza del Patronato Nacional de Turismo), como los cuarenta tunos de las Facultades de Derecho, Medicina y Ciencias de la Universidad de Salamanca, que incluso aquellas Navidades animaron la Plaza de los Conquistadores en el Sector Sur del recinto. Especialmente bien lo pasarían los estudiantes de Medicina de Madrid, que fueron invitados al partido del Sevilla y la selección de París y a la inauguración de la nueva sede del Colegio de Médicos de Sevilla.
Una visita muy especial de aquellos días fue la de los Newman, un matrimonio norteamericano, que iba ataviado con los trajes típicos de los “pelegrinos” americanos.
Los Reyes Magos de 1930
En la tarde del 5 de enero, la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de Sevilla, creada en 1918 por José María Izquierdo, salió de la Plaza de Toros, para, entre las seis de la tarde y las diez de la noche, recorrer las calles de Sevilla y visitar el Asilo de Mendicidad de San Fernando y el Hospicio Provincial, mientras una delegación de los Reyes acudía a la Casa Cuna.
Los Reyes Magos, cuyos séquitos eran más numerosos que otros años, fueron un empresario, un médico y un artista; Ricardo de Zubiría y Rubio (Melchor), Manuel Martínez Montes (Gaspar) y Joaquín González-Sáenz Lerdo de Tejada (Baltasar), realizaron el cortejo en unos tronos, diseñados para la ocasión por Gustavo Bacarisas, siendo sus carrozas portadas, como novedad, por cuatro caballos blancos.
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