"Las instituciones y muchos novelistas sentimentalizan historias muy duras"

Los invisibles

Los ingleses traen el fútbol por Riotinto y se llevan el cobre. Nieto de empleados de la mina dejó la cuenca minera para viajar con la literatura de París a Torreblanca.

Coradino Vega, en Casa Cuesta, en la calle Castilla donde reside.

19 de junio 2010 - 05:03

HA escrito un libro para leerlo en este Mundial, El hijo del futbolista. Coradino Vega (Minas de Riotinto, 1976) nació donde llegó el fútbol a España.

-¿Es hijo de futbolista?

-Mi padre jugó en el Betis, en su debut le marcó un gol al Racing de Santander en el que jugaba Santillana. Fue compañero de Quino y Rogelio. Se fue el año del ascenso al Recreativo de Huelva. Quería estar cerca de su novia, aunque recibió ofertas del Murcia, Español y Atlético de Madrid.

-¿Y lo dejó con 27 años como el protagonista de su novela?

-Lo deja porque nací yo. Se volvió a Riotinto, donde hizo de entrenador-jugador. Dejó el fútbol y empezó de cero. Trabajó en la compañía de la mina, hizo la carrera de Ingeniero Técnico de Minas y este año se jubila como profesor de Secundaria.

-Su padre en el Betis y usted a París...

-Estudié Derecho en Sevilla, pero quería conocer una de las grandes capitales mundiales de la literatura. Me interesaba Camus y el existencialismo. Allí descubrí a Gide y Flaubert. Estuve seis meses con una beca, pero me vine para Madrid para intentar ser escritor.

-¿Lo consiguió?

-Para sobrevivir, trabajé en diferentes editoriales, alguna importante como Alfaguara. De lector de manuscritos, corrector y editor de mesa. Hacía las cribas de los premios. He corregido, ya sabe, un punto, una coma, a Mario Vargas Llosa o a Juan Benet. Se reeditó la obra completa de Benet y me la leí entera. Le cogí manía.

-El fútbol y la mina son las dos constantes de su novela...

-Mis dos abuelos, paterno y materno, fueron empleados de la compañía. Vivieron los últimos tiempos de la presencia británica, que se fueron en 1954. Se van pero quedan las formas. La seriedad británica, en contraposición con la chapuza española. El barrio inglés, la capilla presbiteriana, el cementerio inglés, el monumento a los caídos del 14. La propiedad privada no existía. Por contrato, tenían derecho al suelo y al subsuelo, y podían derribar tu casa si debajo había un filón de mineral.

-Hoy fútbol y literatura se llevan muy bien. No siempre fue así...

-El tabú lo rompió Vázquez Montalbán. En España queríamos ser más esnobs que nadie y ahora estamos recuperando el tiempo perdido. Los ingleses y argentinos nunca tuvieron ese complejo y sus libros de fútbol ganan en calidad.

-¿Usted volvió a Riotinto como su padre?

-Yo me vine a Sevilla buscando estabilidad laboral, porque la vida de escritor de Madrid no me daba para llegar a fin de mes. A Riotinto iba más cuando vivían mis abuelos, que me regalaron los perfiles de los personajes de mi novela. Con su pérdida perdí también una forma de conocimientos, sus relatos orales de la mina y de la historia de España. De la guerra y la posguerra, siempre desde una actitud muy de gente corriente, que se veía un poco avasallada por la magnitud de los acontecimientos históricos. Me pregunto qué haríamos nosotros si nos coge una guerra civil, las huelgas clandestinas, los despidos de la Compañía. Tendemos a exigir a nuestros antepasados que tuvieran madera de héroes.

-¿A juzgarlos con criterios de memoria histórica?

-Me parece que tanto las instituciones públicas como muchos novelistas se han dedicado a sentimentalizar unas historias muy duras. Igual que antes se santificaba a los vencedores, ahora se mitifica a los vencidos. Basta leer La forja de un rebelde de Arturo Barea para darnos cuenta de las barbaridades cometidas en el bando republicano.

-¿Jugó al fútbol?

-De mediocentro. De ahí la referencia que hago a Guardiola. De cuatro, el puesto que creó Cruyff por delante de la defensa.

-¿En Riotinto van con Inglaterra?

-Ya no queda ningún vestigio de admiración. Que gane España y, si no, Holanda.

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