La inmigración logra que Sevilla gane 35.000 habitantes en una década
La población autóctona se estanca y alcanza sus mayores registros a partir de los 40 años
El crecimiento del colectivo extranjero es del 54%, con gran presencia en las edades jóvenes
Así ha evolucionado la población en los municipios de Sevilla con el paso de los años
La inmigración impide que la provincia de Sevilla pierda población. En diez años ha ganado 35.000 habitantes, dato que ha sido posible por la incorporación de residentes de nacionalidad extranjera. Mientras que la cifra de nativos continúa a la baja, la de quienes proceden de fuera de España aumenta y frena la sangría demográfica que se padece desde hace años. Una deblace provocada por dos circunstancias que han marcado las primeras dos décadas del siglo XXI. En primer lugar, la crisis económica de finales de 2007 y, como segundo factor, la pandemia del Covid. Esta tendencia no parece que vaya a cambiar a corto y medio plazo. Los nacimientos siguen en caída libre, por lo que la llegada de este colectivo (cada vez más numeroso) resulta clave para que la pirámide poblacional no se invierta más de lo que ya lo hace. Situación no exenta de polémica política, especialmente por parte de los partidos que exigen la mayor de las cautelas con quienes traspasan las fronteras nacionales.
La última publicación del Instituto Nacional de Estadística (INE) resulta más que evidente. En ella se actualizan las cifras de población, con fecha de 1 de julio. En función de estos datos, la provincia de Sevilla cuenta con 1.969.075 habitantes. Tal cantidad supone un ligero aumento respecto a la de hace un año, cuando en julio de 2023 era de 1.965.105. Si se amplía la comparativa temporal y se retrocede una década, a julio de 2014, el resultado es aún más positivo, pues entonces se contabilizaban 1.934.064 residentes. El incremento desde entonces es de 35.011 vecinos. Sin embargo, este aumento no obedece a los nacidos en Sevilla, sino a la incorporación de personas extranjeras.
Otra comparativa evidencia la importancia de la inmigración para frenar la sangría poblacional. En julio de 2014 los habitantes autóctonos se elevaban a 1.869.352. Diez años después esta cifra se ha reducido en casi 300 residentes, hasta quedarse en 1.869.058. Una disminución pequeña, por lo que más que de pérdida cabría hablar de estancamiento. Todo lo contrario de lo ocurrido con los habitantes de nacionalidad extranjera. En este periodo han pasado de los 64.712 a los 100.017, esto es, 35.305 vecinos más, subida superior a la registrada por la población general. El crecimiento, en términos porcentuales, se traduce en un 54,56% más. Datos nada insignificantes.
Por encima de España y Andalucía
El porcentaje de subida de la población inmigrante en la provincia supera la media nacional y autonómica. A nivel estatal, el incremento ha sido estos diez años del 46,68%, mientras que en Andalucía se ha quedado en un 38,31%. La diferencia porcentual sevillana se sitúa, incluso, por encima de las provincias andaluzas que han destacado siempre por la fuerte presencia de residentes extranjeros. Así ocurre con Almería, donde este colectivo ha pasado de 130.000 personas a 174.927, lo que supone un 34,54% más. También en Málaga, en la que se ha registrado un aumento del 33,79% (de 246.798 a 330.180). Por tanto, la población inmigrante en Sevilla gana peso claramente, lo hace por encima de España, Andalucía y de las provincias citadas, aunque con cifras globales aún muy alejadas de éstas. En Almería, el factor de atracción determinante para este grupo son los cultivos, mientras que en Málaga es el sector servicios, predominante en la Costa del Sol.
El aumento de la inmigración también se constata en la diferencia interanual. En un año se han incorporado al cómputo residencial 4.875 personas de nacionalidad extranjera, mientras que el grupo autóctono se ha reducido en 905 vecinos. Tendencias totalmente opuestas. En total, la población sevillana ha repuntado. Levemente, pero lo ha hecho. En 3.970 residentes. Aumento al que contribuyen claramente los inmigrantes, motor del escaso crecimiento demográfico en la provincia, una realidad con efectos sociales, económicos y políticos.
Los grupos de edad
Los datos del INE permiten, de igual modo, un análisis por los grupos de edad. La estadística clasifica la población por segmentos de cinco años. Desde los 0 a los más de 90 años. En total, 19 segmentos. La inmigración, en la comparativa interanual, crece en 18 de ellos. La autóctona sólo lo hace en diez. Otra diferencia a tener en cuenta para entender la evolución demográfica en la provincia.
Las cifras más abultadas de la población inmigrante se registran en los grupos comprendidos entre los 25 y los 44 años, edades bastante jóvenes. En la nativa, es de los 40 a los 59 años, un promedio mucho más avanzado, muestra también del envejecimiento demográfico, con una base cada vez más pequeña y una cúspide que se ensancha. El segmento donde los extranjeros ganan mayor presencia es el de los 30 a 34 años, con 12.360 habitantes que proceden de fuera de España. Una cifra en aumento. Le sigue el de 35 a 39 años, con 11.718. En ambos casos, los vecinos nativos van a la baja. Los autóctonos obtienen el mejor registro en los grupos de 45 a 49 años (160.902) y de 50 a 54 años (152.589). En el primero descienden y en el segundo, aumentan.
La actualización de la estadística poblacional evidencia que la provincia sufre prácticamente un estancamiento demográfico. La inmigración frena lo que podría ser una gran pérdida, ante el continuado descenso de los residentes autóctonos. Un colectivo, el extranjero, que aún no alcanza las cifras de provincias cercanas, pero que porcentualmente registra un importante crecimiento, clave para que la inversión de la pirámide poblacional no sea demasiado acusada. Esta situación adquiere gran relevancia en un momento en el que, a nivel nacional, se asiste a un acalorado debate sobre la llegada de personas de otros países. Frente a quienes consideran que su presencia resulta clave para el desarrollo del país, otros partidos alertan de las consecuencias que acarrea una entrada "incontrolada" de inmigrantes. Todo ello en una era marcada por la globalización y el mestizaje de culturas.
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