De imprenta pasó a ágora y gran librería
Lo que el tiempo se llevó
Librería Pascual Lázaro. El último día del año de 1998 esta emblemática librería sevillana le bajaba definitivamente la persiana a sus dos tiendas, la primitiva de la calle Francos y su lujosa sucursal al principio de calle Sierpes. Para la memoria, su edición impresa de las obras del canónigo Muñoz y Pabón.
Cuando el 31 de diciembre de 1998, Pascual Lázaro de la Escosura bajó definitivamente la persiana de las dos librerías se iba un buen trozo de aquella Sevilla rica en ese comercio de la venta de libros. Ocho años antes había cerrado la Viuda de Tomás Sanz y sólo quedaba en pie la de Lorenzo Blanco de ese póquer de librerías que completaba Eulogio de las Heras, entonces también desaparecida. Librerías que, como la de Pascual Lázaro, compatibilizó la imprenta con la venta de libros y que en el caso que nos ocupa arranca en la calle Placentines, justo donde ahora se halla Robles.
El riojano Pascual Lázaro González, (1882-1965) heredó, por vía de su tío el médico Benito Lázaro Izquierdo, la vieja Imprenta y Librería de Antonio Izquierdo, cuya existencia se remonta a mediados del XIX. En sus inicios fue considerada una imprenta y librería de artículos religiosos, física, espiritual y comercialmente cercana al Arzobispado. Benito Lázaro Izquierdo fue médico del cardenal Marcelo Spínola y fue testigo en la fase inicial del proceso de beatificación del prelado.
En el año 1915 la librería pasa a Francos 39, donde estuvo hasta su último día, un edificio diseñado por Aníbal González. Sabemos que en ese año hubo una importante reforma en ese tramo de la calle y ahí se inauguró el edificio retranqueado actual. Esta fecha de 1915 figuraba en la cancela interior de dicho número 39, morada que fue durante muchos años de la familia Lázaro. La librería, no obstante, se inauguraría en este nuevo emplazamiento el 26 de marzo de 1916.
Tras la muerte de Antonio Izquierdo, la librería pasó a llamarse Sobrinos de Izquierdo. Y ya sobre 1930 pasó al definitivo nombre de Pascual Lázaro. En 1933 se inauguró la sucursal de calle Sierpes 4 con el nuevo nombre. Había tomado en traspaso la librería que allí tenía José Navarro y tal como estaba duró unos diez años, hasta su ampliación en la posguerra, para cobrar la forma que tuvo hasta el último día. Por entonces, ya el hijo del pionero ayudaba en el negocio. Pascual Lázaro Brouet (1921-1992), empezó a trabajar en la librería al terminar el Bachillerato en los Jesuitas de Villasís y Pajaritos y, tras heredar a la muerte de su padre en 1965, estuvo al frente de ella hasta el día de su muerte casi repentina, un Domingo de Pasión y a pocos días de la inauguración de la Expo 92.
En los primeros tiempos, la imprenta fue el principal activo de la tienda. Poco a poco fue perdiendo su importancia a favor de la venta de libros en general con el desarrollo del negocio editorial en España. En sus buenos tiempos, se llegaron a imprimir muchos libros, entre ellos las novelas del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón. Era tal la relación con el popular calonge que unos días antes de la coronación canónica de la Virgen del Rocío, 8 de junio de 1919, y que fue impulsada por el propio Muñoz y Pabón, dicha corona estuvo expuesta en un escaparate de la tienda. El tono religioso se fue perdiendo con el tiempo aunque en algunos detalles se conservó hasta el final. Por ejemplo, la venta de los libros de registro parroquiales de Bautismos, Matrimonios y Defunciones. Asimismo el Boletín de las Cofradías y los libros de Semana Santa se vendieron siempre, y en buena cantidad, hasta el último día.
El negocio fue languideciendo, pero el empuje de Pascual Lázaro Brouet logró el milagro de soportar los embates que dan el tiempo y la competencia. Su inesperada muerte aquel Domingo de Pasión a las mismísimas puertas de la Expo fue un golpe mortal para la librería. Su hijo Pascual Lázaro de la Escosura aguantó como pudo, pero ese último día de 1998 dijo hasta aquí hemos llegado para dejar un vacío que casi veinte años después no ha sido cubierto.
Fue imprenta y librería, pero, sobre todo, ágora donde se dieron cita tácita personajes de la talla de Joaquín Hazañas o la de aquel canónigo rociero y macareno que hasta llevó de la mano alguna vez a su gran ídolo, el torero José Gómez Ortega Gallito. La proximidad de la casa del canónigo en Argote de Molina ayudaba a propiciar esos encuentros. Casi un siglo después de que un riojano levantase un negocio partiendo de una modesta imprenta, la librería Pascual Lázaro cerraba de una tacada sus dos tiendas. Era el último día del año de gracia de 1998.
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