La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
Así cayeron los asesinos del joyero de Carmona
Casi tres años tardó la Guardia Civil en cerrar el círculo que se empezó a trazar la tarde del 6 de agosto de 2018 en una joyería de Carmona. Tres delincuentes de nacionalidad rumana asesinaron de una brutal paliza al joyero, Francisco Cintado, al que robaron algo menos de seis mil euros y una serie de joyas. También le sustrajeron el monitor del sistema de videovigilancia, creyendo que con ello se llevaban las imágenes en las que se les veía perfectamente como ataban y amordazaban a la víctima y comenzaban a golpearle brutalmente hasta la muerte. No repararon en que el disco duro, donde se habían guardado las imágenes, se había quedado en la tienda.
Fue precisamente el monitor uno de los detalles que hizo sospechar a una persona que se cruzó con ellos por la calle. El testigo llamó a la Guardia Civil aquella tarde, horas antes de que se supiera que habían matado al joyero. Contó que se había cruzado con tres individuos que mantenían un comportamiento extraño. Iban hablando en rumano, como discutiendo, llevaban un televisor (en realidad era el monitor de la videovigilancia, que el testigo confundió con un televisor y pensó que lo habían robado en una casa) y varias bolsas.
Los vio montarse en un coche, un Rover 420, del que logró anotar la matrícula. La Guardia Civil envió una patrulla a la zona, pero los agentes no vieron nada extraño. No había nada forzado ni restos de violencia en la calle. Horas después, la hija de la víctima descubrió el cadáver de su padre al entrar en la joyería con su llave. Cuando llegaron los investigadores y vieron que faltaba el monitor, ya hilaron.
El coche fue grabado por una cámara esa madrugada en Madrid. Y aparecería después abandonado en Alemania. Aquello permitió a la Guardia Civil saber con certeza que estaba ante los asesinos del joyero y que éstos se habían marchado de España. Desde Alemania volvieron a Rumanía en transporte público. El instituto armado ya había identificado a los tres delincuentes al entrar en España unos días antes del crimen. Los tres tenían antecedentes, con delitos de sangre en Rumanía, y robos menores en España.
El relato del testigo facilitó la identificación, pero la investigación se alargó al encontrarse fuera del país. Llegaba el turno de la cooperación a nivel europeo, que dio sus frutos unos meses después del asesinato con las detenciones de los dos primeros sospechosos. Y, por fin, el pasado mes de julio, con el arresto del tercero, el hombre que figuraba como titular del vehículo utilizado para huir, que vivía oculto en un zulo de una casa en la localidad rumana de Galati. Los dos primeros fueron condenados a 33 y 20 años de cárcel.
"Es una satisfacción muy grande. Principalmente porque se da respuesta al dolor de la familia. Y también porque hemos quitado a tres indeseables de la calle. Porque fueron personas que no tuvieron escrúpulos en matar al joyero, y lo hicieron premeditadamente. No hacía falta matarlo, con mantenerlo inmovilizado hubieran conseguido lo mismo", cuenta el brigada de la Guardia Civil que dirigió la investigación.
Los asesinos estuvieron unos días antes en la joyería, le pidieron a Cintado que les enseñara un muestrario de anillos para saber así dónde guardaba las joyas, y también le dejaron un reloj para que se los reparara. De esta forma se garantizaban que el comerciante les abriría la puerta cuando regresaran días después. Lo hicieron una tarde tranquila de agosto, cuando creían que nadie los vería.
Pero los vio un ciudadano cuyo testimonio fue clave. "Me quedo con lo fundamental que resulta la colaboración ciudadana. Es algo que llevo a gala desde que ingresé en la Guardia Civil. Siempre hay alguien que tiene buen fondo y quiere ayudar. Otra persona no habría hecho nada aquel día y este hombre llamó. La información que nos dio fue determinante y así se lo hice saber en su día".
Resulta curioso que en la era de la tecnología, donde se puede geolocalizar a cualquieer persona con un teléfono móvil, al final fuera un testigo el que acelerara la investigación. "Los hubiéramos identificado mediante otros medios o sistemas, pero que esa persona diera esa información nos ayudó de manera increíble. Cuando se hace una investigación de este tipo, no se desecha nada. A veces se utiliza el método puerta a puerta. Las medidas tecnológicas tienen su peso, pero no se descarta nada. El testigo percibe una serie de elementos que la tecnología no puede aportar. Los vio que iban presuroros, discutiendo, en una actitud que le resultó sospechosa".
La captura del último de los delincuentes se dilató en el tiempo porque sabía que estaba siendo buscado, más aún después de que sus dos compañeros fueran juzgados y condenados por su participación en el crimen. Vivía escondido en un zulo. El brigada destaca la cooperación internacional, que es donde ha estribado la complejidad de este caso. "Esto es algo en lo que la Guardia Civil está a la vanguardia. Y la Policía rumana suele funcionar muy bien cuando se le pide que detengan a algún sospechoso. Con esta detención, creo que la familia ha descansado. Debe ser muy frustrante saber que uno de los autores seguía libre".
El brigada que llevó el caso del crimen del joyero explica que fue la fuga de los asesinos lo que dificultó la investigación. Los agentes sabían desde el primer momento quiénes eran los autores pero no estaban en España y hubo que cursar órdenes internacionales de detención. Eso complicaba el asunto, pues implicaba una serie de trámites entre el juzgado de Carmona que dirigía el caso y las autoridades rumanas. El último de los autores que quedaba libre tomó todas las precauciones posibles para evitar su captura, pero finalmente fue arrestado en julio, en una detención que “redunda tanto en el prestigio de la institución como en la satisfacción personal del investigador”.
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