Ni hospital, ni hotel ni pabellón de la Expo
calle rioja
Orígenes. El doctor Fernando de la Portilla reconstruye la historia de la Casa de las Sirenas, que llegó a estar vinculada con su familia y fue habitada en 1866 por un administrador de aduanas
Fernando, embarcaste la pelota en las sirenas. Ahora a ver quién entra ahí con los fantasmas". Y Fernando de la Portilla (Sevilla, 1966) venció los miedos y decidió entrar pese a los fantasmas en la Casa de las Sirenas y pese a las advertencias de sus amigos de la infancia, Cristóbal y José Antonio, que con Juan Carlos Cabrera, delegado de Casco Antiguo, firman el prólogo de una maravilla titulada Las vidas de la Casa de las Sirenas (Otalá Editorial).
"La verdad esconde más misterios que la leyenda", dice el doctor De la Portilla, jefe de la sección de Cirugía del hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Es su año de gracia: se estrena como catedrático, prepara su discurso de ingreso en la Academia de Medicina y Cirugía y demuestra con precisión de cirujano cómo se puede contar la historia de una ciudad y de un país a partir del destino de una familia y de una casa.
Las vidas de la Casa de las Sirenas es un regreso a sus orígenes familiares. Hay muchas leyendas: su primer propietario, el administrador de aduanas Lázaro Fernández Angulo, nunca fue marqués de Esquivel; la casa-palacio nunca fue propiedad de la princesa Ratazzi, sobrina de Napoleón III, escritora con pseudónimo como Fernán Caballero, y como Cecilia Böhl de Faber, tres veces casada. Fue su último matrimonio el que la vinculó con este edificio tan singular y misterioso.
Todo empieza con dos arquitectos vascos. Balbino Marrón alinea la nueva Alameda de Hércules para que deje de ser zona inundable siguiendo el modelo del paseo de Recoletos de Madrid. Joaquín Ayarragaray, guipuzcoano de Hernani, se encarga de diseñar el edificio. Curiosamente, su primera obra en Sevilla fue la casa del industrial José de la Portilla en la calle Maese Rodrigo. El libro lo presentó su autor en las antiguas caballerizas. Nunca se llamó Casa de las Sirenas. "Se conocía como el Recreo de la Alameda, y de hecho la calle Recreo es por la casa y no al revés". La verja estaba inspirada en la del Palacio de Cristal de Londres de la Exposición de 1851 y fue modelo para la de la Universidad Hispalense.
La Casa de las Sirenas es un boceto de globalización. El éxito de un fracaso. Inicialmente no se vendió ningún lote. La primera compra la hizo el corredor de aduanas Aniceto García en representación del administrador de Aduanas Lázaro Fernández Angulo, que fue su primer inquilino. Poco tiempo. Entre julio de 1866, en que es destinado a Sevilla, hasta noviembre de 1867, cuando se traslada como inspector de muelles y Marina a Barcelona.
La siguiente propiedad propicia la aparición de la familia del autor. En 1870 la adquiere la sociedad Basilio del Camino y Hermanos, propietarios de los almacenes de la calle Francos que después serían Peyré. Uno de ellos, Francisco Camino, contrae matrimonio con María Dolores de la Portilla y de la Portilla, nieta de un santanderino que emigró a México, Antonio de la Portilla, y se casó con María Dolores Manero, mexicana de Oaxaca, donde nacen sus hijos Domingo, el suegro de Camino, y José.
Domingo y José regresan a la patria de su padre y después de una educación en el País Vasco crean en Sevilla en 1855 la sociedad Portilla Hermanos, una fundición de hierros en la que construyen máquinas de vapor para la marina de guerra y que en 1877 recibirá la visita del rey Alfonso XII. Tuvieron como socio a Isaías White y Lewis. "Los paseantes de la Alameda", escribía un siglo antes Blanco White, posible ascendiente del socio, en sus Cartas de España "son una pintoresca multitud de militares de uniforme, sacerdotes con sus sotanas, manteos y tejas y caballeros embozados en sus capas…".
Camino y De la Portilla tuvieron una hija que murió demasiado pronto. La nieta del indiano cántabro enviudó y se convirtió en única heredera de la casa. Volvió a contraer matrimonio con su primo José de la Portilla Campero. Una familia que había hecho dinero en México "con la venta de esclavos". El patrimonio familiar incluía muchos inmuebles de la calle Peral y la casa de los Pinelo, que terminaría siendo una pensión antes de ser actualmente sede de las Academias de Buenas Letras y Bellas Artes.
Los primos tuvieron un hijo, José Domingo de la Portilla, que a su vez se casó con Susana Pérez de Guzmán y Pickman, hija del matrimonio formado por Charles Pickman, dueño de la Cartuja de Sevilla, y su sobrina María Josefa Pickman y Pickman. José Domingo y Susana estuvieron muy vinculados a la hermandad de San Lorenzo. El primero, aficionado a la mecánica de automóviles, instaló en el palacio el equivalente a un concesionario de coches Minerva, que situó al otro lado de las caballerizas.
Las vacas flacas les obligaron a alquilar muchas habitaciones, especialmente en la segunda planta, donde tuvieron que prescindir del servicio. El palacio se convirtió en una casa de vecinos, algunos tan singulares como Arturo Pavón, hermano de la Niña de los Peines, de la que sería su representante. Se casó con la bailaora Eloísa Albéniz, que tenía una academia de baile en la plaza de la Mata. Fernando de la Portilla cuenta que Arturo en realidad se llamaba José Ángel Pavón, pero se quedó con ese nombre por la afición de su padre a las novelas del rey Arturo.
La verdad encierra más misterios que la leyenda. Verdad que ha podido conocer este médico gracias a Gonzalo Fernández de Córdoba, hermano de la marquesa de Jerez de los Caballeros, a Juan Pedro Abaurrea, que tuvo viviendo en la casa a una hermana de su abuela, y a su hija María, que como "ratón de biblioteca" ha aportado muchos datos a la historia recuperada por su padre.
Alfredo Hernández Díaz, médico, hermano del que fuera alcalde de Sevilla y rector de la Universidad, compró la casa e intentó sin éxito convertirla en hospital para tuberculosos; Gabriel Rojas, ganadero, constructor y presidente del Sevilla, se encontró con la oposición municipal en su intento por convertirla en hotel. Tampoco cuajaron las gestiones de Jesús Aguirre, duque de Alba, como comisario de Sevilla en la Expo, de ubicar aquí el pabellón de la ciudad. Los beneficios del libro irán a la ONG Médicos con Iberoamérica que Fernando fundó con Eva, su mujer, en 1996. El autor se ha convertido en guía de cuantos quieran conocer la casa por dentro: el salón de baile, los espejos, las antiguas caballerizas, las mansardas parisinas… y el fantasma, legado de José Domingo, hijo de Susana y el vendedor de coches Minerva, un antepasado machacado por el estigma y el ostracismo.
Al autor le cuesta hablar en público. "Dice que prefiere hacer un trasplante a estar aquí", confesaba en la presentación su buen amigo Juan Carlos Cabrera, delegado de Casco Antiguo, distrito al que pertenece el actual Centro Cívico de las Sirenas. Unas sirenas que no fueron tales, sino esfinges en consonancia con la moda egipcia de la Piedra Rosetta. De una de ellas se cayó y se abrió la cabeza un niño llamado Juan Belmonte.
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