Dos hombres claves en 1936-1963
Sevilla ayer y hoy
PRÓXIMA ENTREGA Miércoles, 20 de Febrero.Franco organizó la España de 1939 contando con dos sevillanos, Joaquín Benjumea Burín y Luis Alarcón de la Lastra, que fueron los cerebros de la economía de guerra implantada por el general Queipo de Llano
UNO de los capítulos menos conocidos de las aportaciones sevillanas al resto de España, y que puede integrarse en la deuda histórica pendiente, recuerda las actuaciones de dos personajes que fueron claves en la administración andaluza y nacional desde 1936 en adelante, primero colaborando con el general Queipo de Llano y luego con el general Franco.
Joaquín Benjumea Burín (Sevilla, 1878-1963), conde de Benjumea, ingeniero de Minas, y Luis Alarcón de la Lastra (Sevilla, 1891-1971), conde de Gálvez, militar, ambos con calles rotuladas en nuestra ciudad y empresarios agrarios, hicieron posible desde el comienzo de la guerra la organización de la vida administrativa en materia de Aduanas, Alquileres, Armas, Agricultura y Ganadería, Asistencia Social, Comercio, Cultura y Enseñanza, Ejército y Guerra, Gobierno y Administración, Industria, Trabajo y Tribunales.
En Hacienda y economía, después de las primeras y urgentes medidas inorgánicas, se impuso el control del dinero, del comercio exterior y del abastecimiento. Resulta sorprendente encontrar, junto a medidas operativas bélicas que eran decisivas para el futuro inmediato de la guerra, disposiciones de clearing, desvalorización de la peseta, nuevos mercados o agremiaciones especiales de comerciantes, cuando aún no estaba dominada por las tropas sublevadas ni siquiera la provincia de Sevilla.
Comercio e Industria fueron prioritarios en un intento de normalizar lo más pronto posible la vida ciudadana. Al mismo tiempo, la atención a la agricultura y ganadería fue decisiva, pues en este sector habría de sustentarse el futuro desarrollo económico que sería clave para mantener el esfuerzo bélico durante los primeros meses de la contienda. Los bandos y órdenes que se refieren al sector primario constituyen un cuerpo de documentos valiosos, una base de disposiciones que reflejan la preocupación por aprovechar al máximo posible los productos disponibles y, al mismo tiempo, prevenir el futuro inmediato de las cosechas.
Joaquín Benjumea Burín, como presidente de la Diputación Provincial, emprendió la reconstrucción de los pueblos afectados por la guerra, y su labor dio origen al Servicio de Regiones Devastadas, dirigido por él. Fue ministro de Franco durante casi doce años. Ministro de Agricultura (1939-1940), Trabajo (1939-1940) y Hacienda (1941-1951) y murió de gobernador del Banco de España (1951-1963). Su biografía refleja una vida dedicada a servir a España.
Luis Alarcón de la Lastra fue también ministro de Franco en la cartera de Comercio e Industria, desde agosto de 1939, en el primer gobierno después de la guerra, hasta octubre de 1940, cuando fue sustituido por Demetrio Carceller, impuesto por Cataluña. Luego ocupó diversos cargos, como la Delegación del Gobierno en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, y la presidencia del Real Círculo de Labradores, manteniendo siempre múltiples actividades sociales y económicas, promoviendo viviendas sociales para funcionarios, la defensa del río Guadalquivir, al que dedicó una conferencia con aportaciones básicas.
Tanto Benjumea Burín como Alarcón de la Lastra fueron sevillanos que asumieron las responsabilidades cívicas de su clase, primero en los difíciles tiempos de la guerra, y después en cuantos puestos le fueron ofrecidos para contribuir a la recuperación nacional. Las aportaciones de Sevilla y Andalucía Occidental a la economía de guerra y de reconstrucción, son temas claves que esperan la atención de futuras tesis doctorales en la Facultad de Ciencias Económicas.
Como base de las investigaciones contamos con un libro básico firmado por Julio de Ramón Laca, titulado Bajo la férula de Queipo: cómo fue gobernada Andalucía (Sevilla, Imp. de F. E., 1939). Y en el archivo de Gonzalo Queipo de Llano y Martí, se encuentran documentos que demuestran cómo su padre tuvo que enfrentarse, primero, al general Cabanellas y, después, al general Franco, en defensa de Sevilla y Andalucía. El general Queipo de Llano luchó desde las primeras semanas contra el "centralismo" de la Junta de Defensa, que desde Burgos y Salamanca, no comprendía las peculiaridades andaluzas.
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