El hombre que cantaba a Dios con las manos
OBITUARIO
El funeral en memoria de José Enrique Ayarra será oficiado por el arzobispo de Sevilla hoy a las 10:00 en la Catedral
A San Agustín de Hipona se le atribuye la frase: Quien canta, ora dos veces. Aunque en realidad escribió: "Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta". Una frase que parecía estar hecha para el canónigo José Enrique Ayarra, organista de la Catedral de Sevilla, músico e investigador, fallecido el pasado domingo, que fue capaz de acercar Dios a todos los que oían su música.
Aragonés de nacimiento -Jaca (Huesca) en 1937- fue ordenado sacerdote en la Catedral de Vitoria en 1960. Su llegada a Sevilla, en el año 1957, se produce de la mano de otro aragonés, el cardenal Bueno Monreal, de quien fue monaguillo cuando el prelado oficiaba las misas en la Catedral de Jaca. En esta ciudad comenzó siendo vicario parroquial en Nuestra Señora de Consolación, en Utrera, y en San Vicente Mártir de Sevilla.
Desde febrero de 1961 fue canónigo organista de la Catedral donde, según el cardenal Carlos Amigo Vallejo, "hizo su apostolado desde la música. Su fallecimiento ha sido una pérdida irreparable tanto personal como profesional. Nos deja un vacío enorme, pero queda en todos nosotros un magnífico ejemplo de sacerdote y músico ".
Con apenas tres años recibió sus primeras lecciones musicales, y con 11 finalizó los estudios de piano en el conservatorio de Zaragoza. Diplomado en órgano por el Institut Catholique de París, donde fue discípulo de Edouard Souberbielle, recibió lecciones de Olivier Messiaen, junto al que tocó el órgano en la Trinité. Trabajador incansable, además de canónigo organista fue catedrático del Conservatorio Superior de Música de Sevilla entre 1979 y 2002 y organista de los Venerables (Fundación Focus). Como intérprete ofreció miles de conciertos de órgano en 62 países de Europa, Asia y América. También fue asesor técnico-musical de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla desde 1991 hasta 2014.
En su discografía destacan Música de órgano en los conventos de Sevilla, la grabación de la obra completa del organista Francisco Correa de Arauxo interpretada en instrumentos históricos de Andalucía, Manuel Castillo, 500 años de música de órgano de la Catedral de Sevilla y Aires barrocos en el órgano de Los Venerables.
Gracias a su trabajo, se puso de manifiesto la importancia del patrimonio musical de Andalucía, una labor que ha quedado plasmada en numerosos libros y artículos. Una ingente labor reconocida con el premio de la Junta de Andalucía a la Investigación Musical y el Premio Andalucía de Música en 1990 por su labor investigadora, docente, de conservación y difusión del Patrimonio Musical Andaluz.
El cardenal Carlos Amigo Vallejo, que conocía la fama del padre Ayarra antes de llegar a Sevilla, destaca la responsabilidad que siempre tenía. "Era una persona tremendamente responsable como sacerdote y como músico. Era un virtuoso, pero nunca dejaba de ensayar y preparar. Todas las mañanas tocaba en la misa de la Catederal y por la tarde, ya de noche, ensayaba horas enteras", recuerda el cardenal. "Conmovía a quien los escuchara porque ponía el alma en cada una de sus interpretaciones", prosigue el prelado.
Tanto el cardenal Amigo Vallejo como Joaquín de la Peña, ex secretario del Consejo de Hermandades y Cofradías destacan su faceta como profesor, la pasión con la que hablaba del órgano y la música. En este sentido, el cardenal recuerda cuando en uno de los encierros de trabajadores en la Catedral, los obreros se acercaban por la tarde a escucharlo y Ayarra les explicaba "con la paciencia y la didáctica de un maestro, algunas curiosidades tanto de la música como del instrumento. Incluso alguno de ellos me llegó a decir una vez, cuando finalizó el encierro que había sido como un profesor y una persona muy acogedora en todos los aspectos".
Monseñor Amigo afirmó que tenía la capacidad de "cantar a Dios a través de sus manos. Su música llegaba a cualquiera que la escuchara, incluso había personas que iban a misa, no tanto por la devoción como por oír el órgano".
Una de las personas que trabajaba con él codo con codo, sobre todo en la preparación de la celebración del Corpus era Joaquín de la Peña. "Era un hombre con una tremenda humanidad y cultura. Le entusiasmaba explicar los órganos y lo hacía con una gran pasión. Siempre comentaba que cuando estaba triste, la música lloraba con él; y si estaba alegre, el sonido del órgano sonreía. Hablaba de la música y del instrumento como los padres hacen de sus hijos. Tenía la virtud de llevar a las personas hasta Dios a través de la música", comenta De la Peña.
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