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Los hijos del amor son los más hermosos

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Ausencia. Se cumplen quince años de la muerte de Antonio Puerta y Francisco Umbral, un futbolero y un ágrafo del fútbol que quedaron unidos para siempre por el destino

El monumento a Puerta en la Ciudad Deportiva del Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Murieron el mismo día, uno con 75 años, el otro con 22. Es la diferencia fundamental entre Francisco Umbral (1932-2007) y Antonio Puerta (1984-2007). Una curiosa sinonimia de apellidos en dos trayectorias igualmente brillantes en sus profesiones. A Umbral se le murió un hijo, Pincho, de leucemia con seis años. Por eso en 1975 la muerte que le ocupa no es la de Franco sino la de ese niño rubio a quien le dedicó el libro Mortal y rosa, título que procede de un poema de Pedro Salinas, el poeta del 27 que tradujo a Proust y residió en Sevilla, donde fue profesor de Literatura de Luis Cernuda. A Puerta se le nació un hijo, Aitor Puerta, cuya estela mide la ausencia de su padre. Los quince años que se cumplen mañana. La niña bonita. El niño precioso. En ambos casos, el de Umbral, ágrafo del fútbol, y el de Puerta, futbolero excelso, se cumple lo que escribe el primero: "El hijo es un relámpago de futuro que nos deslumbra".

En el libro de Juan Manuel Ávila Jesús Navas. Un duende de leyenda (Samarcanda), con prólogo de Monchi, aparecen sendas fotografías de Alejandro Ruesga en las que dos joyas de la cantera sevillista, el propio Navas y Sergio Ramos, están besando dos versiones del vellocino de oro del fútbol español, la Copa del Mundo de Sudáfrica frente a Holanda (Johannesburgo, 11 de julio de 2010) y la Eurocopa de 2012 frente a Italia (Kiev, 1 de julio de 2012). En ambos casos, se la están dedicando al amigo ausente, a Antonio Puerta, a quien sólo le dio tiempo a disputar un partido con la selección absoluta, convocado por Luis Aragonés contra Suecia.

Puerta nació el mismo año que Iniesta, que cumple años el día de Umbral

La gloria de Sudáfrica llegó con el gol de Andrés Iniesta, que nace en 1984, el mismo año que Antonio Puerta, y cumple años el mismo día, 11 de mayo, que los cumplía Francisco Umbral. El escritor nació en Madrid, se fajó inicialmente en El Norte de Castilla, periódico que dirigía Miguel Delibes (que escribía las crónicas de fútbol del Valladolid), pero tiene alguna reminiscencia sureña: hermanastro del poeta cordobés Leopoldo de Luis, es tío de Jorge Urrutia, que fue catedrático de Literatura en Sevilla, ahijado poético de Vicente Aleixandre y dirigió el Instituto Cervantes de Lisboa. La fase más andaluza de Umbral fueron los siete años de vecindad con Rafael Gordillo en una zona residencial de Majadahonda, el tiempo que el del Polígono jugó en el Real Madrid (1985-1992), años que corresponden con la infancia de Puerta. A la casa ya sin niño de Umbral y la fotógrafa María España llegaron los ecos de los niños del nuevo vecino y de los Sevilla-Betis que simbólicamente se jugaban cada vez que coincidían allí los Morancos y los Cantores. Terminé de leer Moral y rosa el 29 de enero de 2004 mientras preparaba la biografía de Gordillo por si encontraba alguna pista entre vecinos. Dos meses después, todavía con 19 años, debutaba Puerta en el Sevilla.

Después del fiasco del Mundial de España de 1982, el año que Umbral cumple 50 años, empiezan a nacer con una precisión de reloj de cuco cuatro joyas de la cantera sevillista: en 1983, José Antonio Reyes; en 1984, Antonio Puerta; en 1985, Jesús Navas; en 1986, Sergio Ramos. A los dos primeros los fulminó el rayo del infortunio. Puerta, Navas y Ramos debutan el mismo año en el primer equipo a las órdenes de Joaquín Caparrós. En estas calendas de fútbol global y babélico, hablamos de cuatro joyas autóctonas nacidas en Utrera, Los Palacios, Camas y en el caso de Puerta, a dos pasos del estadio, en las casas donde vivió aquel poeta, Fernando Ortiz, que presumía de ser "el mejor poeta sordo de Nervión". Puerta vivía muy cerca de Gol Sur, donde la puerta dedicada a Pedro Berruezo, el futbolista que murió cuando el Sevilla jugaba en el estadio de Pasarón de Pontevedra, da con la calle Larra. El patrono de los periodistas españoles. Berruezo y Larra murieron con 27 años, el segundo por propia y atormentada voluntad. Cernuda le dedicó un bellísimo poema con violetas y Umbral el ensayo Larra, anatomía de un dandy.

Sus compañeros de generación, esa movida sevillista de los ochenta, los primeros años del felipismo, han llevado su clase a equipos de Madrid, París, Londres, Manchester o Lisboa. A Puerta no le dio tiempo. Todos recuerdan su gol al Schalke 04 de un Jueves de Feria de 2006 que le dio al Sevilla el pase a la final de Eindhoven. También disputó la del año siguiente en Glasgow, con Dani Jarque, compañero de martirologio, en el equipo rival, el Espanyol de Barcelona. Puerta jugó en 2005 en la selección española que conquistó el oro en los Juegos del Mediterráneo de Almería, la ciudad en la que quince años después de su muerte su equipo intentará retomar el vuelo.

Nace Puerta en 1984, el año que España disputó y perdió la final de la Eurocopa de Francia, con Francisco López Alfaro marcando en los Campos Elíseos a Michel Platini. Y muere en la temporada que concluye con otra final de Eurocopa, la del triunfo sobre Alemania en Viena con gol de Fernando Torres.

"Esta corporeidad mortal y rosa / donde el amor inventa su infinito". Así reza el poema de Salinas que llevó Umbral al título de su libro, el más emotivo de todos los que escribió, el que dedica a su hijo, "ea, mi niño, ea". El Umbral más tierno. El amor siempre inventa su infinito. Aitor Puerta lo sabe. Los hijos del amor son los más hermosos, escribió Blasco Ibáñez.

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