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La heladera reconoce que mató al jubilado y que lo metió en el congelador por "miedo y pánico"

crimen de la heladería

María del Carmen Quero Bernal dice que está "muy arrepentida" y atribuye el crimen a su problema con el alcohol, porque estaba "muy borracha".

María del Carmen Quero Bernal, de blanco, durante el juicio. / José Ángel García
Jorge Muñoz

15 de mayo 2017 - 14:46

Sevilla/María del Carmen Quero Bernal, la a asesina confesa del jubilado Manuel Martín Ojeda, cuyo cadáver fue hallado el 9 de enero de 2016 en el interior de un congelador de la heladería Otoño de la Macarena, ha reconocido este lunes el crimen ante el jurado popular que ha comenzado a enjuiciarla y ha explicado que metió el cuerpo en el congelador porque tenía “miedo y pánico”.

En su declaración en la vista oral, en la que sólo ha contestado a las preguntas del fiscal y de su defensa, no a la de los abogados de la familia del fallecido, la acusada ha dicho que está “muy arrepentida” de lo ocurrido y ha atribuido el crimen a su problema con el alcohol, puesto que ha dicho que aquella noche estaba “muy borracha” porque llevaba “bebiendo varios días” sin parar y llevaba cuatro o cinco días durmiendo en el negocio, que cerró esos días.

La acusada, que se enfrenta a una condena de entre los ocho años y medio de cárcel que le pide el fiscal y los 20 años que reclaman la acusación particular que ejercen los familiares, ha asegurado que no recuerda que golpeara con un objeto –una estatuilla de buda- a la víctima ni que la asfixiara con un cable de alargadera. Según María del Carmen, lo único que recuerda que es que hubo una “pelea”, en la que el jubilado le gritaba “guarra y puta” y ella le respondía llamándole “cabrón”, pero afirma que “no sabe lo qué pasó”, aunque “supone” que acudieron a su local para mantener relaciones sexuales tras haber estado bebiendo algunas copas en un bar.

Sobre el origen de esa pelea, la acusada, que ha reconocido que es homosexual, ha indicado que le pediría alguna práctica sexual y reaccionó de esa manera.

La acusada ha añadido que no recuerda que le golpeara con un objeto contundente ni que cogiera el cable de alargadera para asfixiarle. “Me desperté en un charco de sangre porque golpearon a la persiana preguntando por él, pero se fueron y seguí bebiendo y me tomé una tableta de pastillas”, ha dicho la acusada, que tampoco recuerda ser consciente de cuándo metió el cadáver en el congelador de la heladería.

Sí ha dicho que lo hizo cuando fueron algunos familiares, acompañados por una pareja de la Policía Local, interesándose de nuevo por el jubilado. “Sentí miedo y pánico y lo introduje en el congelador”, ha afirmado, que ha añadido que una vez que los familiares se marcharon fue a un locutorio a llamar a su hermana y le pidió que avisase a un hermano suyo.

“Seguía borracha, hablé con mi familia y les dije que me entregaran a la Policía”, ha defendido María del Carmen Quero, que ha reconocido que también por “miedo” tiró una bolsa a la basura con las pertenencias del fallecido.

La heladera ha atribuido el crimen a su alcoholismo. “Me maltrataba a mí misma con el alcohol. El alcohol me ha destruido la vida. Yo no he querido acabar con la vida de esta persona. Lo que me ha pasado ha sido por el alcohol. Lamento mucho lo que le está pasando a su familia y a la mía”, ha agregado.

La acusada ha señalado que tampoco recuerda que cuando estaban en el bar Mi negro y yo, le dijera a la víctima: “Apúrate, que nos vamos a follar”, y que a continuación se fueran juntos a la heladería.

Un ayudante de cocina de este bar sí que ha reconocido cómo oyó a la acusada hacer esta proposición sexual a la víctima y ha precisado que la mujer ya tenía el ojo amoratado antes de salir del local.

Sobre este punto, el dueño del bar ha señalado que la mujer le comentó que ese hematoma se lo había producido por una caída y por una pelea en una discoteca, y ha señalado que estaba bebida, porque en su negocio se tomó “dos o tres cubatas”.

La defensa, que ejerce la letrada Esperanza Lozano y reclama una condena por homicidio no superior a los cinco años de cárcel, alega que hubo una “reyerta salvaje y brutal, en la que la acusada temiendo por su vida sin querer lo agredió” con un objeto contundente, y ha dicho que “no pasa ni un solo día en el que no se arrepienta profundamente de lo ocurrido”. La letrada ha dicho a los miembros del jurado popular que en este caso “se enfrentan a una pelea, a una discusión de personas pasadas de copas y en un contexto sexual deseado por ambos, porque no estaban rezando el rosario” cuando se fueron a la heladería, ha defendido.

La acusada se enfrenta a una petición que oscila entre los ocho años y medio de prisión que reclama la Fiscalía y los 20 años que solicita la familia de la víctima. La diferencia entre las calificaciones presentadas por la Fiscalía de Sevilla y los familiares del fallecido derivan de la calificación de homicidio planteada por el Ministerio Público, que además aprecia dos circunstancias atenuantes en la conducta de la acusada: la de confesión, por haber acudido a la Comisaría de Dos Hermanas inculpándose del asesinato, y la de hallarse bajo la influencia de las bebidas alcohólicas.

La acusación particular que ejerce la familia considera, en cambio, que los hechos constituyen un delito de asesinato, en el que no aprecia ninguna circunstancia atenuante, por lo que eleva a 20 años la petición de condena para María del Carmen Quero Bernal.

Los abogados José Manuel Portillo y Mariano de Alba, que representan a la familia, consideran que la confesión de la encausada en la comisaría fue "totalmente falsa, equívoca y tendenciosa", además de "interesada y alejada de la realidad", por cuanto ofreció una versión exculpatoria en la que "ocultó intencionadamente hechos relevantes y añadió otros diferentes, ofreciendo en suma una versión irreal que demuestra su intención de eludir su responsabilidad". Y añaden que confesó cuando ya no tenía posibilidad de ocultar el crimen.

En cuanto al relato de hechos, tanto el fiscal como la acusación coincidente básicamente en que la acusada y la víctima se encontraron sobre las 20:30 del 8 de enero de 2016 en el bar Mi negro y yo, ubicado en la calle Doctor Jaime Marcos de Sevilla. La acusada, que conocía "al menos de vista" a Manuel, le pidió que la invitara a una consumición alcohólica.

El jubilado se hallaba con unos conocidos y, tras terminar su bebida, se dirigió a la salida del bar, momento en el que fue abordado por María del Carmen, quien según recogen los escritos de calificación provisional de las acusaciones, le dijo: "apúrate que nos vamos a follar".

A continuación, ambos abandonaron juntos el local y se dirigieron hasta la heladería Otoño, propiedad de la procesada, donde ambos se introdujeron y permanecieron juntos toda la noche, en el transcurso de la cual la acusada -según precisa el fiscal- estuvo consumiendo varias bebidas alcohólicas, seguramente whisky.

Sobre las siete de la mañana del día siguiente, el sábado 9 de enero, se inició una discusión entre ambos "por motivos no exactamente acreditados", y fue entonces cuando la acusada golpeó "violentamente" al jubilado con una figura de Buda o similar.

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