Hacedor de unos pactos de la Moncloa a la andaluza

In Memoriam Juan Salas Tornero

Presidió la fundación Nao Victoria cuando nadie hablaba de la gesta de Magallanes y Elcano

Muere Juan Salas, histórico de la patronal andaluza

Juan Salas Tonero.
Juan Salas Tonero. / D. S.

Denostar la Transición española se ha convertido en un deporte nacional. En ese menosprecio y ninguneo resulta especialmente sangrante el desdén del protagonismo de la patronal, lo que ha demonizado el papel del empresario como un ogro del capitalismo manchesteriano. Juan Salas Tornero (1943-2024) es uno de los héroes de la Transición con mayúsculas. La Transición política entre las dos Españas tuvo el complemento de la Transición social entre patronal y sindicatos. Salas Tornero se encargó de poner los cimientos de unos palcos de la Moncloa a la andaluza

Una transición que se plasma en su propia vida. Nació en la calle San Luis, el Moscú sevillano, en plena posguerra, bautizado en San Luis de los Franceses, y trabajaba en la calle San Vicente, que popularmente en Sevilla hace un recorrido por esas clases sociales de las que hablaba María Jiménez después de Carlos Marx: San Vicente, don Vicente, Vicentillo. Fue vecino de juegos de Eduardo Saborido, uno de los sindicalistas sevillanos del Proceso 1001. Saborido, junto a Alfonso Martínez Foronda, historiador del movimiento obrero, y Eloísa Baena, archivera de Comisiones Obreras, coordinaron el libro 64 reflexiones sobre la Constitución que editaron en el trigésimo aniversario de la Carta Magna, el Código de Hammurabi de la denostada Transición. 

 Por orden alfabético, la colaboración de Juan Salas Tornero aparece justo detrás de Eduardo Saborido como si ambos redactaran un convenio colectivo de la concordia, tan próxima a la Gavidia, y del sentido común. De la Constitución escribía en dicho texto que “es el primer texto de rango constitucional escrito por y todos los españoles, y no por un grupo de ellos, contra o al margen de los que no piensan igual”. Otras transiciones en la vida de Juan Salas Tornero. En plena pandemia, en 2021, celebró sus bodas de oro con Gloria Rubio. Se casan y se trasladan al Polígono San Pablo, donde nacen sus hijos Juan y José María. Gloria vendría después. Se trasladan a Los Remedios y el piso del Polígono lo ocupará Rafael Escuredo, compañero de la promoción de Derecho que empezó el 4 de octubre de 1960, el primer socialista que gana unas elecciones desde la República. Y hay además una transición familiar. Su hijo Juan se casó con la hija de Manuel Ramón Alarcón y Amparo Rubiales. El convenio Rubio Rubiales de las abuelas. 

Presidió muchos años la asociación de antiguos alumnos San Francisco de Paula, al que llega desde el colegio Iris (Instituto Residencia de Estudiantes Sevillanos), que estaba en San Vicente esquina a Baños. La patronal andaluza, con nombres como Manuel Otero Luna, Rafael Álvarez-Colunga o Juan Salas Tornero, dio una lección para romper diques y prejuicios porque nadie trabaja más que un empresario, nadie emprende más que un trabajador. 

No ha habido anfitrión como él en la caseta Las Golondrinas, que se fundó cuando la Feria estaba en el Prado de San Sebastián. Tertulias florentinas donde lo políticamente correcto, como los sombreros en las mansiones de alcurnia, se dejaba en la puerta, bajo la pañoleta. Más que empresario, fue un visionario. Una década antes de que se empezara a conmemorar el quinto centenario de la primera Vuelta al Mundo presidió la Fundación Nao Victoria, metáfora de los supervivientes. Siempre pensó que perder amigos es mucho peor que perder dinero. Invirtió en afectos, ganó las causas perdidas. Era un burgués gentilhombre a la antigua usanza, un caballero veinticuatro que se ha muerto el año veinticuatro, amigo íntimo de Felipe González, al que llegó a darle posada y mantel. Bético (otra coincidencia con Saborido), su teoría de Sevilla era revolucionaria, una mezcla entre Domínguez Ortiz y Braudel con la cintura de Cardeñosa: “El Descubrimiento de América rompe la personalidad histórica de Sevilla. La convierte en capital económica del mundo. Eso fomenta una idea singular. Sevilla siempre espera que ocurra algo. Confía mucho en el Boletín Oficial del Estado como ciudad agrícola y conservadora en el peor sentido de la palabra”, me decía en un paseo por las calles de su infancia. 

Siempre estuvo enamorado de su mujer y de Sevilla. Las dos Glorias de un seductor que nos enseñó a los que le conocimos a amar esta ciudad y a entender que un pasado bien asumido es uno de los mejores nombres del futuro. Inquieto por naturaleza, no le cuadra esa expresión de descanse en paz aunque por la paz peleó siempre este niño de la posguerra. 

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