"Me gusta vestir raro y comprar en Sevilla"
El adiós a Cayetana de Alba
Lució las joyas en las grandes citas pero le fascinaban los mercadillos l Era fiel a los diseños de Tony Benítez
Su estilismo era una de las pruebas más evidentes de la relajación con que observaba los cánones. Se dejó tentar por las modas de la época: pantalones campanas, vestidos ibicencos e incluso biquinis la hacían, a ojos de la pacata sociedad del franquismo, una mujer desinhibida. Tanto como para que en los 80, en esos años de apertura social –sobre todo para la mujer– era asidua a hacer topless en las calas de Ibiza. En la víspera de su boda con Alfonso Díez, Interviú desempolvó de un cajón un puñado de fotos inéditas durante tres décadas. Tenía 55 años. No hay noticia de que las fotos le molestaran. Muy al contrario. Porque la clave del atractivo de esta mujer radicó, precisamente, en que supo equilibrar el ejercicio de sus títulos con eso que llaman una vida normal.
La primera muestra de imposición de su criterio la manifestó el 28 de abril de 1943. Acababa de cumplir 17 años y fue presentada en sociedad en el palacio de Las Dueñas de Sevilla para recibir el ducado de Montoro de manos de su padre, Jacobo Alba. Eligió un vestido de volantes que fue, ya entonces, una declaración de amor a la ciudad de Sevilla. En citas como ésta y entre la alta nobleza, aprovechaba para abrir los cofres y engalanarse con las mejores joyas del tesoro familiar para lucir como una diva del Hollywood aunque con los años, ajena a los cánones de la aristocracia más rancia, lo que le gustaba de verdad era lucir tobilleras compradas en mercadillos y zocos.
Un estilo, el suyo, tantas veces parodiado por sus ropas coloristas y en sus últimos años casi estrafalarias, del que dijo, con motivo del premio Botón de Nácar por su apoyo a la moda sevillana, “me gusta vestir raro y comprar la ropa en Sevilla”. En su vida, la duquesa fue incondicional del sevillano Tony Benítez, modisto que la vistió para la boda de su hija Eugenia, la de su hijo Cayetano y para las de la Casa Real, enlaces en los que demostró que la edad no está reñida con la coquetería. Fueron los sevillanos Victorio y Lucchino los encargados del diseño del traje rosa palo de su última boda.
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