La guerra que fueron dos: voces de cárcel y exilio
Aniversario · 80 años del levantamiento del 18 de julio del 36
Un libro recoge quince testimonios de supervivientes de la guerra civil y del exilio. La vida les dio un vuelco con la sublevación que precedió a tres años de guerra.
Gregorio Gutiérrez ha muerto en puertas de cumplir los cien años. El 18 de julio de 1936 escuchaba la radio mientras revelaba fotos en el taller junto a la taberna familiar. Ese día, Ángeles Flórez Peón ensayaba en Pola de Siero la obra Arriba los pobres del mundo imbuida del espíritu revolucionario que Asturias vivió un par de años antes. Tenía 17 años y hasta los 97 que tiene ahora, 57 en el exilio, convive con el sobrenombre de Maricuela, el personaje que hacía en esa obra. Como cualquier otro día de julio del 36, Marià Gadea, un niño de diez años, iba a bañarse al río Llobregat mientras su madre preparaba una paella familiar. Cuando María Salvo, 95 años, oyó los primeros disparos, pensó que el sonido venía de los fuegos artificiales de la Olimpiada Popular de Barcelona que el 19 de julio iban a empezar para contrarrestar los Juegos de Berlín para gloria de Hitler.
Gregorio, Ángeles, Marià -también conocido como Marianito o Lenin- y María son cuatro de los quince protagonistas del libro Atrapados (Crítica). Guerra civil y represión. Hablan las víctimas de Franco, de Montserrat Llor, con prólogo de Ángel Viñas. "La idea surgió cuando descubrí que el abuelo de mi marido había muerto en un campo nazi, en Gussen. Escribí Vivos en el averno nazi. Antes de la Segunda Guerra Mundial hubo españoles que padecieron la guerra civil y el exilio". Sufrieron la dictadura de Franco, los campos de Hitler, los gulags de Stalin y los bombardeos de la aviación de Mussolini.
Hablan las víctimas de Franco. Hay dos presencias curiosas del dictador en el libro. Enric Pubill (84 años, el más joven), padeció los temibles interrogatorios de los hermanos Creix -uno de ellos, Antonio Jesús Creix, fue nombrado jefe de la Policía de Sevilla en 1970- en Barcelona. Como Lluis Martí Bielsa (94 años), coincidió en la prisión de Burgos con Marcos Ana, el preso más longevo, amigo de Neruda y Alberti. Pubill hizo el servicio militar en Marina, en un barco que mandaba Hermenegildo Franco González Llanos, sobrino del general. "Un día que estábamos atracados en Cartagena, vino Franco con el Azor".
La otra aparición de Franco es menos castrense. El testimonio es de Manuel Arce, uno de los niños de la guerra que salió del puerto de Santurce en el barco Habana el 12 de julio de 1937. Vivió en Rusia cerca de treinta años. Como la Pasionaria decía que la Universidad era "cosa de los burgueses", un instructor comunista le impidió estudiar música militar y lo mandó a una fábrica de aviones. Un tranvía le seccionó las dos piernas, sacó fuerzas de flaqueza para estudiar Medicina. Regresó a España en 1966 y trabajé de neurorradiólogo. En noviembre de 1975 estaba de guardia en el hospital de La Paz y lo reclaman para ir al palacio de El Pardo a hacerle una radiografía a Franco. "Me sorprendió la escasez de medios. Antes de subir a su dormitorio, conecté el aparato a la corriente eléctrica. Nada más enchufarlo saltaron chispas y se fue la electricidad en el palacio".
De los quince han fallecido Gregorio Gutiérrez, Antonio Vilella, promotor del monumento en memoria de los aviadores de la República en Gandesa, y Ángeles García-Madrid, madrileña de Torrejón de Ardoz, hija de ferroviario, que con trece años empezó a trabajar de modista. Un oficio que mantuvo en el 36 confeccionando ropa para los soldados. Pidieron voluntarias para cobradoras de tranvía porque los hombres se iban al frente. En ese destino laboral conoció a Julia Conesa, una de las Trece Rosas fusiladas. Ángeles conoció cuatro cárceles en cuatro años. Estrenó la de Ventas inaugurada por Victoria Kent como directora general de Instituciones Penitenciarias. En la cárcel conoce al pintor húngaro Thomas Malonyay, que fue desterrado a Utrera.
Si en esta galería de supervivientes, de virtuales centenarios que sobrevivieron al siglo de los horrores, hay un parangón del soldado Schweik por la suma de sus avatares sería, sin duda, Gregorio Gutiérrez, Guti, piloto de bombarderos Katiuska, los míticos Tupolev. En su contrafigura aparecen su presencia en la Legión, que lo destina al Pirineo al frente de una misión para frenar a los maquis que pretendían invadir el valle de Arán, o la relación laboral durante 35 años con Radio Interncontinental de España, de la que era accionista mayoritario Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco de quien conservaba una carta de felicitación.
La Unión Soviética mandó a la guerra civil a 772 aviadores de combate; 93 mueren en los combates. Hubo cuatro promociones de pilotos españoles que fueron a la Escuela de Aviación de Kirovabad, en Azerbaiyán.La cuarta, de la que formaba parte Vicente Montejano (97 años), vivió una auténtica pesadilla. Salieron de Murcia -de Murcia a Rusia, al revés que el titular de Pepe Álvarez cuando el Betis regresó del encierro de Tbilissi- y en el puerto francés de Le Havre zarparon en el barco Maria Ulianova (nombre de una hermana de Lenin) hasta Leningrado. Allí estuvieron incomunicados con España hasta la muerte de Stalin en 1953 y los que no se acogieron la nacionalidad soviética regresaron a España en abril de 1954 a bordo del Semíramis, un barco en el que volvían doscientos prisioneros de la División Azul. Las dos Españas. La decana del libro es Alejandra Soler, 103 años, ochenta de militancia comunista. Una de las primeras licenciadas universitarias de España, abuela del 15-M. Atrapados. Una obra que permite que dos niños de la guerra, Manuel Arce y Teresa Alonso, viajaran en el mismo barco a Rusia en 1937 y ochenta años después se embarquen en el mismo libro.
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