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La gran Babilonia de España

Historia

El libro 'Hampa y sociedad en la Sevilla del Siglo de Oro', de M. E. Perry, revela el peso de mendigos, prostitutas, matones y ladrones en la capital andaluza durante el siglo XVI.

Alfredo Valenzuela (Efe)

15 de febrero 2014 - 05:03

Hampa y sociedad en la Sevilla del Siglo de Oro, de la historiadora norteamericana Mary Elizabeth Perry, que ha sido traducido al español por Miguel Torres García, revela el peso de "mendigos, prostitutas, matones y ladrones" en la "gran Babilonia de España" que, según Góngora, fue la Sevilla del XVI.

Sevilla fue, dice Perry, "famosa tanto por el comercio como el crimen", ya que, convertida en Puerta de Indias desde 1503, "se precipitaron hacia la ciudad mercaderes, banqueros, armadores y soldados" pero también toda suerte de hampones y vagabundos, muchos de ellos especialistas en eludir la ley.

Perry, que en los años 70 estuvo en Sevilla consultando los archivos de Indias, el Municipal, el de la Santa Caridad y el de la Biblioteca Capitular, señala en su obra que entre 1520 y 1580 la población de Sevilla creció más del doble y llegó a 90.000 habitantes, sólo por detrás de las de Nápoles, Venecia y París.

En esas circunstancias prosperó "una subcultura de las calles y de gentes de mala vida, que a menudo se identificaban con lo criminal", según la historiadora norteamericana, quien encontró numerosas fuentes documentales sobre "la falta de ley y orden, la Cárcel Real y los niños abandonados", además de ordenanzas sobre prostitución, censos de mendigos y crónicas de "revueltas por el pan".

Perry también cita "memorias de capellanes de prisión y abogados" y romances de germanía que "revelan un submundo que era más que un pintoresco grupo marginal", además de que asegura haber constatado "una relación paradójica entre el hampa y la autoridad política", ya que "en los inadaptados, prostitutas, criminales y marginados la autoridad política encontraba una razón para imponerse sobre la diversidad y la violencia que se toleraba en la ciudad".

"La gente del submundo prefería tipos de actividades que podían combinarse con el crimen", como la reventa rápida de objetos robados, y la venta adulterada de aceite, vinagre, vino, azúcar y miel -"un astuto carnicero vendió a un noble una pieza de oveja que hizo pasar por cuartos de carnero cosiéndole unos testículos", según Perry-.

"Muchos se dedicaban al cante, el baile o el teatro, profesiones que se asociaban comúnmente con ladrones y mujeres libertinas" y los sevillanos "buscaban a gente de los bajos fondos que pudieran leerles la mano, decirles la buenaventura o venderlos pociones o venenos".

El hampa era "una organización social con roles prescritos, una jerarquía establecida y algún control social sobre sus miembros" hasta el punto de que un contemporáneo, Vicente Espinel, la describía como una "cofradía", mientras que Cervantes contó su organización en Rinconete y Cortadillo.

El robo y el bandolerismo eran los delitos más perseguidos después del asesinato y los sospechosos de varios robos eran ejecutados, y Perry califica de "impresionantemente alto" el número de crímenes sexuales, los más numerosos por sodomía"-estos delitos eran denunciados más a menudo que las violaciones o el adulterio", según la historiadora-. Los violadores, que acababan en la horca, eran mejor tratados que los sodomitas, que terminaban en la hoguera, y "un hombre condenado por bestialismo fue quemado, mientras que el burro del que se sirvió fue ahorcado", según constata Perry.

En el capítulo titulado La cárcel como negocio, la historiadora explica que la función de la cárcel era "contener a los delincuentes" mientras se les procesaba, de ahí que las autoridades "invertían fondos de la ciudad en sufragar el edificio y algunos funcionarios, pero no en el sustento de los inadaptados sociales".

"Aquellos que no pagaran por su alojamiento y manutención en la cárcel, literalmente morían de hambre", y este problema se volvió tan acuciante que "los monjes pedían limosna por las calles para los prisioneros pobres" de la cárcel en la que, anualmente, ingresaban 18.000 presos.

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