Los continuos golpes policiales alteran el 'mercado' de la marihuana en Sevilla
Los cultivadores no tienen a quién venderles la droga cosechada tras las detenciones de varios distribuidores
La situación está generando un excedente de plantas, una bajada de los precios y un mayor riesgo de incendios
Las continuas operaciones policiales contra el cultivo de marihuana en Sevilla han alterado sensiblemente el negocio del cannabis en la capital andaluza, que se había convertido desde tiempo atrás en una de las zonas de mayor producción de esta droga en toda España. La Policía Nacional destinó a principios de año un grupo a luchar en exclusiva contra el cultivo de cannabis, encomendando este trabajo al Grupo VI de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco).
Desde entonces, las operaciones puestas en marcha por este grupo han sido continuas en zonas como las Tres Mil Viviendas, Su Eminencia, Palmete o Torreblanca. Además del trabajo de la Policía Nacional, también ha habido varias investigaciones importantes de la Guardia Civil y un rosario de incautaciones de menor cuantía, pero igualmente efectivas, por parte de la Policía Local de Sevilla.
Este goteo de intervenciones ha servido para cortar la cadena de distribución de las plantas en Sevilla. Algunos de los principales distribuidores, los encargados de comprar las plantas ya recolectadas a los agricultores, han sido detenidos en alguna de las operaciones policiales recientes. Otros han decidido dar un paso atrás ante la fuerte presión policial que existe sobre todo lo relacionado con el cannabis, sobre el que está en marcha desde hace años la llamada Operación Verde.
Desde hace unas semanas, son muy pocos los narcotraficantes que están comprando marihuana para exportarla a Europa, como llevan haciendo años, lo que ha tenido varios efectos en esta economía sumergida que rige el mercado del narcotráfico.
Una de las primeras consecuencias es que los criadores o agricultores tienen un exceso de plantas a las que no pueden dar salida, y que por el momento tienen que almacenar en los pisos, locales, garajes o naves industriales en las que tienen instaladas las plantaciones. Esto conlleva un riesgo importante, pues en caso de incautación o de robo se pierde una gran cantidad de dinero invertido.
Y también hay un peligro de incendio, dada la necesidad de disponer de un elevado consumo eléctrico para mantener las plantaciones, que en la mayoría de los casos se abastecen con enganches ilegales a la red pública, con las consiguientes sobrecargas de la misma. En verano, esto se nota todavía más por la mayor demanda de electricidad para consumo legal, debido a las altas temperaturas.
El último incendio relacionado con el cultivo de marihuana ocurrió el 6 de julio en una vivienda de la calle Libertad, en Palmete. Minutos antes de las ocho de la mañana se declaró un incendio en la casa. Un bombero resultó herido en las tareas de extinción del fuego y tuvo que ser hospitalizado al sufrir un golpe de calor. Una vez estabilizado, recibió el alta.
Cuando la Policía entró en la casa, se encontró una importante plantación de marihuana. Los agentes abrieron una investigación sobre la droga. El incendio podría tener relación con el elevado gasto energético que requería la plantación instalada en la vivienda.
El excedente de plantas sin nadie que las compre tiene otro efecto sobre el negocio del cannabis. Al haber grandes cantidades acumuladas, el precio baja. Hace unos meses oscilaba entre 1.600 y 2.300 euros el kilo. Los cultivadores tienen que abaratar los precios para poder darle salida a esos stocks. Esto hace que muchos de los agricultores hayan empezado a no ganar tanto dinero como antes con un negocio que parecía redondo, pues requería de una pequeña inversión para montar una plantación que se convertiría en algo rentable pasados un par de meses o tres.
A todos estos efectos económicos se une otro:el temor de los narcotraficantes a ser detenidos, después de que algunos de los arrestados por cultivar y distribuir marihuana hayan sido enviados a la cárcel.
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