El genio del arte que murió en un calabozo de la Inquisición sevillana
El Rastro de la Historia
El 'San Jerónimo' de Pietro Torrigiano, el hombre que le partió la nariz a Miguel Ángel, fue considerada por Goya como la mejor escultura que hay en España
Pocas vidas de artistas fueron tan fascinantes como la de Pietro Torrigiano (Florencia, 1472-Sevilla, 1528), el hombre que, según Francisco de Goya, hizo la mejor escultura que se encuentra en España -el San Jerónimo penitente que hoy se muestra en el Museo de Bellas Artes- y que le rompió la nariz a Miguel Ángel en una disputa de estudiantes, como narra Giorgio Vasari en su célebre libro Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos.
En la vida de Torrigiano es difícil de distinguir la leyenda de la verdad histórica, pues todo en él tiene un acentuado tono romántico y excesivo. Pero, recientemente, uno de los historiadores españoles del Arte más renombrados de la actualidad, el profesor de Harvard Felipe Pereda, ha publicado El escultor errante. Fortunas y adversidades de Pietro Torrigiano (Ediciones Complutenses), un estudio que marca un antes y un después en el conocimiento de este genio no suficientemente reivindicado en Sevilla, ciudad cuyo museo tiene el honor de albergar dos de sus mejores obras, el ya citado San Jerónimo y la Virgen de Belén, ambos provenientes del desamortizado Convento de San Jerónimo de Buenavista. Felipe Pereda estuvo hace apenas unos días en Sevilla, invitado por la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes, para presentar esta investigación en un acto que registró el lleno absoluto.
El renacentista Pietro Torrigiano, "hombre bestial y soberbio", como lo definió Vasari con manifiesta antipatía, se formó en el Giardino di San Marco de Florencia, escuela de bellas artes creada por Lorenzo de Médici, 'el Magnífico'. Allí destacó y conoció al que iba a ser su némesis, Miguel Ángel Buonarroti. Tanto fue el odio que le profesó Torrigiano el autor del David de la Academia de Florencia que en una trifulca de juventud le partió la nariz y lo dejó marcado físicamente de por vida. La rivalidad era tal que, según Pereda, el San Jerónimo de Torrigiano es su respuesta genial al Moisés de su gran enemigo, que se encuentra en el Vaticano. Estaríamos, en definitiva, ante una especie de combate entre la técnica de la terracota, de la que nuestro personaje era un maestro indiscutible, y el mármol, que con tanta genialidad trabajó Miguel Ángel. Aquel suceso violento le supuso a Torrigiano tener que abandonar Florencia e iniciar una vida itinerante que le llevó a ser soldado mercenario (combatió en diferentes conflictos entre ciudades en la turbulenta Italia renacentista) y artista errante por numerosas urbes de Europa: Roma, Aviñón, Bruselas y, muy especialmente, el Londres de los Tudor, donde estuvo una década y creó obras tan importantes como las tumbas de Enrique VII y su madre, Lady Margaret Beaufort.
No se sabe exactamente cuándo llegó a Sevilla, pero se estima que pudo vivir en la ciudad entre 1521 y 1526 (o 1528), año en el que moriría en una mazmorra de la Inquisición. De su estancia aquí, favorecida por una familia de comerciantes florentinos apellidados Botti, sólo nos quedan las dos obras antes mencionadas de San Jerónimo y la Virgen de Belén. Uno de los padres de la Historia del Arte en España, Juan Agustín Ceán Bermúdez, cuenta cómo llevó a su amigo personal Francisco de Goya a ver la primera de estas terracotas en su ubicación originaria del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista, en el actual barrio homónimo sevillano. Goya quedó sorprendido y no dudó en considerarla como la mejor escultura existente en el reino. Ceán Bermúdez, en su Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, destaca que como modelo para la cabeza del ermitaño Torrigiano tomó a un "despensero viejo florentino", probablemente al servicio de Iacopo Botti. Ceán Bermúdez también habla en su libro de un soberbio crucificado cuya ventura y paradero desconocemos.
Pero una vida legendaria como la de Torrigiano merecía una muerte de leyenda. Según cuentan sus biógrafos, aunque por ahora con poco sustento documental, el florentino hizo una réplica de su Virgen con el Niño a petición del Duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, quien fue su gran mecenas en Sevilla. Sin embargo, debido a un desacuerdo en el pago, Torrigiano, en uno de sus terribles ataques de cólera, destrozó la obra, por lo que el aristócrata lo denunció como hereje a la Inquisición, quien lo metió en uno de sus calabozos. Allí, en un tempranísimo ejemplo de huelga de hambre, el artista se negó a comer hasta morir de inanición. En su Cuaderno de la Inquisición, Goya incluyó una imagen del artista en su celda, ya claramente afectado por el hambre y con grilletes. Debajo puso la inscripción: "No comas célebre Torrigiano". Pese a las trazas novelescas del relato (José Zorrilla llegó a escribir una versión del mismo), lo cierto es que Felipe Pereda ha encontrado en el Archivo de la Inquisición una referencia a un tal "Maese Pedro Florentín, Ymaginario defuncto estrangero, cuyas causas penden de este Santo Oficio", que probablemente se refiera a Torrigiano. Por desgracia, el documento de la causa está perdido. Eso sí, como apunta Pereda, la obra de Torrigiano se para secamente en Sevilla y ya no hay más rastro suyo. La leyenda tiene visos de ser realidad.
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