Ganamos el cielo, perdemos el paraíso

Calle Rioja

Recambio climático. El calor es más noticia que sus remedios para aplacarlo. No estaría de más un programa municipal para recuperar cines de verano y llevar piscinas a todos los distritos

Una imagen del cine de verano de la Diputación. / M.G.

22 de julio 2024 - 04:59

EN Sevilla hace falta una Irene Vallejo que encuentre el infinito en el junco de la selecta nevería, que reivindique la difícil causa de los placeres sencillos. El calor es más antiguo que el traje de pana. Y la calor ya hay que remontarse a la cultura turdetana. En los telediarios hay competición por sacar los termómetros de Sevilla con los mayores dígitos posibles. El soponcio, el bochorno da audiencia porque crea alarma, la sensación es la antesala del sensacionalismo.

El otro día sin pretenderlo presenté mi candidatura a las elecciones municipales. Soy de la quinta de los ex alcaldes Zoido y Monteseirín, y la de Carolina de Mónaco, Carlos Herrera, Ignacio Camacho, Javier Arenas, de Hipólito Rincón (único Pichichi del 57) y de Rafael Gordillo, que en la anterior Eurocopa de Alemania, un año antes de la caída del muro de Berlín, corrió por la misma banda por la que ahora lo ha hecho Cucurella. Estaba comprando unos libros en La Botica de Lectores de Santa Catalina, frente por frente con El Tremendo. Consulté las novedades, pero me pierden las antigüedades: le dije a Rafael, el librero, que a ver si empezaba a caer la tarde para enterarnos de la película que ponían en el Santa Catalina. Como llegué en verano a Sevilla (una semana después, perdonadme, de que el Betis ganara la primera Copa del Rey) me he quedado plantado en esa estación. Se me hacía un mundo moverme desde la Pensión Gran Plaza, que todavía sigue abierta, hasta el bar La Ponderosa, que ya cerró, el local de ventanales luminosos y camareros diligentes donde Juan Holgado Mejías le hizo la primera entrevista a Felipe González Márquez, exclusiva que les llevó a los dos a pasar una noche en la comisaría de la Gavidia.

Lo mismo me ocurre con el cine Ideal cuando voy a echar la basura a los contenedores de la calle Lumbreras y me asomo para ver la torre de don Fadrique, la más italiana y misteriosa de la ciudad. Ese cine es ahora la Casa Sacerdotal, aunque el arquitecto tuvo a bien conservar en uno de los patios la antigua pantalla por la que corrían salamanquesas y bajo la que dejábamos las bicicletas antes del carril-bici, el cambio climático, la resiliencia y la sostenibilidad. ¡Vaya negocio, ganar palabras para perder cosas! O la que pondrían en el Alfarería o el Avenida de Verano, las dos María José embarazadas de María y de Andrea en los primeros días de junio de 1991 viendo la cartelera del estupendo cine de verano de la calle Pagés del Corro, que fue el último mohicano.

Pues en estas cavilaciones le decía al librero que si un alcalde de Sevilla recuperase los cines de verano y pusiera una piscina municipal en cada distrito, tenía la mayoría absoluta garantizada. “Preséntate, que tienes mi voto”, me decía el librero mientras empezaba a llegar gente a la iglesia de Santa Catalina y parroquianos a El Tremendo. La culpa es de Modesto Barragán, flamante pregonero de la Feria de Barbate, y su equipo de Andalucía Directo. Porque en el programa que ya superó su emisión 6.666 rara es la tarde que no nos pone los dientes largos con una piscina municipal en el pueblo más recóndito, una playa fluvial en la Sierra Norte. Del sueño de María Trifulca sólo quedó el nombre del restaurante que está en el puente de Triana. Ya se sabe que las piscinas de Sevilla son dos y se resumen en el mundo según Villalón: las playas de Huelva y las de Cádiz. Las playas de las que salió Colón y las que vieron marchar las naves de Magallanes.

Sevilla despierta en primavera con el Miércoles de Ceniza, pero se olvida del verano. Hasta desapareció el torneo de verano en el que los dos equipos de la ciudad hacían de anfitriones y el campeón se llevaba un trofeo salido del taller de orfebrería de Marmolejo que sus hijos paseaban por la ciudad. Un trofeo que suena a Transición, a juzgar por los vítores que uno escuchaba antes de uno de los partidos: “Ni Suárez ni Tierno, el Betis al Gobierno”. Cuando Adolfo Suárez llegó al Gobierno en 1976 y Enrique Tierno Galván al Ayuntamiento de Madrid en 1979, todavía había cines de verano en Sevilla. Ahora están en la clandestinidad, como los partidos políticos de antaño.

Luis Rodríguez, médico y sevillista, hijo y nieto de gentes del cine, se llevó el negocio desde Triana a Sevilla, de Pagés del Corro al cine de la Diputación. En buena lid, habría que hacer un cambio de preposición: más que cine de verano, se trata de un cine en verano. Las películas suelen ser muy buenas y en el cine de verano lo mejor es enemigo de lo bueno. Cuando llegué a ejercer el oficio de crítico de cine de verano, que algunos verán como un subgénero periodístico, siempre citaba la frase de Lenin: “cuanto peor, mejor”. Y le hemos dado la vuelta: cuanto mejor, peor. Por eso el marxismo es de Groucho, aunque los niños ya no sepan quiénes eran los Hermanos Marx. Un cartel en el cine de la Diputación prohíbe el consumo de pipas, delicias con cáscara que eran al cine de verano lo que los Cahiers de Cinemà al cine de autor.

Ahora se ve el cielo, pero se pierde el paraíso. Esos cines de verano que se perdieron, como los cielos de Romero Murube, eran la versión sevillana de Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. Una programación en la que siempre nominaban para las estatuillas a Esteso y Pajares dirigidos por Mariano Ozores, que este año cumple 98 , a Fumanchú, a Terence Hill y Bud Spencer, a Charles Bronson, a Chuck Norris (Julio Anguita disfrutó de Código de Silencio en el cine Ideal), a todos los Rockys habidos y por haber, a los espagueti-western. Eran películas de culto, para gente muy leída: Bruce Lee, Lee Marvin, Lee van Cleef.

En unas recientes jornadas, la representante del municipio colombiano de Cartagena de Indias habló de la figura de la cuadrilla del alcalde. En Sevilla el Ayuntamiento podría crear la alcaldía de verano para darle prioridad al doble grado de piscina municipal y cine de verano en cada distrito. Con los toldos, el trívium municipal. Incluso hacer un cuadrante de alcaldes estacionales: primavera, verano, otoño, invierno, con música de Vivaldi. Sevilla tendría una sola línea de Metro, pero contaría con cuatro estaciones de alcaldes. Y Andalucía Directo conectaría la última semana de junio para acabar con la rémora de Sevilla Diferido. Todos los pueblos tienen su cine (el de la Diputación representa a los 105 municipios de la provincia) y casi todos con su piscina municipal menos la capital. La ciudad con dos ríos y sin piscinas hasta que uno llega a Alcosa o a Montequinto o consigue un abono mancomunado en los hoteles que ofrecen servicios de baño para no clientes.

Ojalá y el cine de verano de Santa Catalina corriera la misma suerte que la iglesia del mismo nombre. Los placeres sencillos son el programa de la revolución más compleja. El verdugo es uno mismo, uno mismo el inquisidor, prescinde de lo que a varias generaciones les hizo más llevadera esa alarma ficticia del prime time de los telediarios con los termómetros a 42 grados. Donde se ponga un verano del 42 de Robert Mulligan, que se quiten los termómetros sensacionalistas. Lo dijo el gran poeta José Hierro: “Ojú qué frío… los andaluces”.

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