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El futuro de la docencia

La Hispalense lleva cinco años con un programa de formación dirigido a profesores para mejorar sus clases

Profesores de la Universidad de Sevilla en uno de los seminarios de iniciación del programa de Formación Docente del Profesorado. / Víctor Rodríguez
Cristina Díaz

15 de octubre 2017 - 02:34

La Universidad de Sevilla desarrolla desde hace unos cinco años un nuevo programa de Formación Docente del Profesorado dirigido a todo el personal académico universitario. Éste se basa en la innovación y la mejora continua, relegando las clases magistrales a un segundo plano. "Todos tenemos algo que aprender y mejorar para estar al día de las últimas metodologías y técnicas didácticas", señala Rafael Periáñez, director del Secretariado de Formación y Evaluación de la Universidad de Sevilla.

Más de 120 profesores ya han participado en este programa desde su creación, a los que se suman los 80 inscritos en este curso, "una demanda que ha superado todas las expectativas".

El plan apuesta por clases más prácticas y relega las tradicionales clases magistrales

Este programa sustituye a uno anterior que estaba dirigido exclusivamente a los profesores noveles y tenía como finalidad enseñar a dar clase. El nuevo plan de formación incluye una serie de seminarios de iniciación de 90 horas y una jornada anual de 10 horas en la que los participantes presentan sus experiencias. Una vez completados estos dos pasos, los académicos pueden formar parte de una Red para la Formación e Innovación Docente (Refid), donde los participantes comparten e intercambian experiencias.

"Aquí nadie te dice cómo tienes que impartir tu clase. Tú la diseñas. Lo primero que uno tiene que hacer es analizar cómo es su clase y su asignatura, algo básico que muchos profesores nunca han hecho", afirma Rafael Porlán, coordinador del programa. "Lo que hacemos nosotros es orientar al profesor, aconsejarle y acompañarle durante todo el proceso de cambio para que no se estrelle".

Una de las primeras premisas que transmiten a los participantes es que "aquí, la innovación no se entiende como un cambio de la metodología, sino como un cambio en la visión de los contenidos", destaca Porlán. "En todas las asignaturas hay contenidos más potentes que otros, hay algo que es esencial y, sin embargo, tendemos a darle a todo la misma importancia, sobrecargando al alumnado de temario. Es esencial que el profesor se pregunte cuál es el núcleo duro de su asignatura y qué es lo que los alumnos pueden aprender por ellos mismos".

"Cuando el profesor jerarquiza el contenido de su asignatura desde una óptica didáctica, cambian muchas perspectivas", añade Rafael Periáñez. "Una asignatura tiene 200 temas, pero claves realmente sólo son cinco. Probablemente, si el alumno comprende bien esas cinco, llegará a entender de forma más fácil las otras 195. Si le damos la misma importancia a las 200, posiblemente no aprenda ninguna".

Según Periáñez, esas ideas claves son "el armazón de toda la disciplina y el armazón del futuro del aprendizaje del alumno", porque a éste "no hay que enseñarle sólo la disciplina que impartimos, creo que al alumno hay que enseñarle a aprender cosas nuevas".

Uno de los requisitos para participar en este programa es impartir clases durante el tiempo que dura el curso. "Huimos de la formación exclusivamente teórica. La formación se debe construir desde la práctica", destaca Porlán, que reconoce que el cambio debe producirse de manera gradual.

Otro aspecto que aprenden los docentes en este programa de formación es a construir mapas conceptuales de su asignatura, se les enseña a pensar en red y no en "compartimentos estancos y fragmentados". "Esto te da mucha flexibilidad a la hora de trabajar con los alumnos porque éstos pueden entrar en materia desde distintos puntos. Si el profesor tiene una visión en red de su materia se agobia menos y puede adaptarse mejor a los intereses de los estudiantes que si el esquema es más rígido", indica el coordinador del programa.

"La primera queja que nos manifiestan los profesores cuando llegan al seminario de iniciación es que los alumnos no muestran interés en clase y se pasan la hora con el ordenador y contestando correos. Pero cuando empiezan poco a poco a introducir pequeños cambios en sus clases y se dan cuentan que los alumnos responden, se enganchan", añade Rafael Porlán.

El programa incluye también cambios en la metodología. Se apuesta por plantear a los estudiantes problemas y proyectos reales y no por transmitir sólo información. Trabajar en equipos y resolver situaciones relacionadas con la teoría. Porlán, además, propone modificar el sistema de evaluación y no apostar por una única calificación a final de curso. "Defendemos una evaluación formativa, por ejemplo a través de los llamados portafolios. A lo largo del curso, se le plantean al alumnos diversos problemas y casos que él va resolviendo y presentando informes al respecto que después el profesor corrige. No los califica. El docente orienta al alumno y le indica dónde tiene que mejorar o incidir más".

Rafael Periáñez reconoce que esto supone una mayor carga de trabajo para el profesor. "Las clases magistrales es lo más cómodo del mundo. Cuentas tu batallita y listo. Con este sistema se trabaja hasta un 70% más, de ahí que sea tan importante la motivación", comenta. "Las clases magistrales hay que ir relegándolas al sitio que le corresponde. Hay que cambiar el chip".

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