"He visto frigoríficos vacíos y a muchas personas llorando"
El párroco de la Oliva, Jaime Conde, se vuelca en la ayuda a los vecinos de su barrio, especialmente golpeado por la crisis del coronavirus
El padre Jaime Conde va a cumplir cinco años como párroco de Nuestra Señora de la Oliva, un barrio humilde de Sevilla que se ha visto golpeado con fuerza por la crisis provocada por el coronavirus. Buena parte de la población pertenece a una clase trabajadora que ha sido especialmente afectada por la paralización de la economía. "Aquí viven muchos camareros que se han quedado sin trabajo. Y son muchas las mujeres que se dedican a la costura y han perdido su principal fuente de ingresos, que eran los trajes de gitana y las túnicas de nazareno", explica el cura, que estos días se ha multiplicado para atender unas necesidades sociales de su feligresía que no tenían precedentes. También otra parte importante de la población activa del barrio trabaja en la limpieza de los hogares y en el cuidado de personas dependientes. Muchas de estas mujeres han perdido sus empleos.
"He visto frigoríficos vacíos y a mucha gente llorar. Yo mismo, que soy muy duro y no recordaba la última vez que había llorado, lo he hecho muchas noches al llegar a mi casa. He llorado de impotencia". El sacerdote ha recorrido cada día las calles de su barrio. Los pocos que encontraba en ellas le paraban pidiéndole alguna ayuda. Muchos de ellos eran personas que nunca habían necesitado ayuda. "Era gente que se ganaba la vida trabajando, vivía al día, algunos al límite, pero nunca habían tenido que pedir. Ahora se encontraban con que si pagaban el alquiler o la hipoteca, no les daba para comer".
El cura se comprometió con ellos en garantizarles los alimentos y les pidió que guardaran el dinero para pagar la renta o cumplir con la hipoteca si no era posible una moratoria. En sus cinco años en el barrio, nunca vio una emergencia social de este calado. Los esfuerzos del padre Jaime, de 44 años y 15 de sacerdocio, han servido para apagar todos los fuegos que han surgido en la Oliva en el último mes y medio.
Ha llamado a la puerta de todas las instituciones que ha podido, ha pedido y le han dado. Hay quien lo hizo en forma de alimentos, otros en dinero y otros simplemente de colaboración. "Me ha ayudado gente que yo no conozco. Cuando todo esto pase quiero dar un comunicado de agradecimiento, o hacer algo para dar las gracias. Cáritas Diocesana, Cursillos de Cristiandad, la Fundación Yago School, los Scouts Católicos, las hermandades y cofradías de Sevilla, Fraternitas... no me quiero olvidar de ninguna... Y no sólo han ayudado las instituciones, también algunos particulares. Hay una familia que nos entregó los 200 euros que le había devuelto Hacienda de la declaración de la renta. Y a esa gente no le sobra el dinero".
No ha comido ningún día antes de las cuatro de la tarde. Y rara vez ha regresado a casa antes de las once de la noche. Ha tenido que cambiar sus métodos y su calendario de trabajo. Al principio de la cuarentena hacía reparto de comida de lunes a miércoles. Ahora lo hace lunes y jueves por la mañana, dedica las tardes a hacer la documentación para que no haya duplicidades en la ayuda, ya que trabaja de manera coordinada con otras entidades del barrio. Este reparto se hace a través de Cáritas de la parroquia. Los martes son para ir a pedir a todas las instituciones que le tienden una mano y los miércoles para hacer las compras más voluminosas, en un supermercado de la carretera de Utrera. Para los pedidos más pequeños, recorre el mercado del barrio.
La ayuda se ha multiplicado. En las primeras semanas atendían a medio centenar de familias al día. Casi 150 a la semana, unos números nunca antes registrados en la barriada Nuestra Señora de la Oliva. "El que no está en un ERE está en un ERTE y el que no, no tiene nada. Pero nada es nada. Tengo el caso de un padre que vive en una habitación alquilada con su hijo, que corre el riesgo de que lo echen a la calle. O el de un vigilante de seguridad que se ha quedado sin trabajo y tiene tres hijos y una hipoteca que pagar. La mujer es empleada del hogar y también ha perdido el empleo".
El padre James se mueve en furgoneta. Carga él mismo la comida y la reparte a domicilio. Tiene ayuda de algunos voluntarios, pero la Policía sólo le permitió un máximo de tres personas. Las restricciones de movimientos han sido una de las grandes dificultades durante la cuarentena. "Tengo muchos voluntarios de Cáritas, pero la mayoría son gente mayor, población de riesgo que no podía salir". Y el cierre del templo hizo que se perdiera el dinero de las limosnas. "Aún así, no nos ha faltado nada, pero lo que entra sale. No se guarda".
Los viernes suele ir a visitar personas a sus casas. "La gente sigue teniendo sus problemas, hay otras enfermedades además del coronavirus. Hay gente que no puede levantarse de la cama y yo me dedico a llevarle la compra, o a irles a la farmacia a por medicamentos". Una de las personas que visita con frecuencia es Antonia, postrada en la cama por una dura enfermedad. La visita del cura es casi una terapia psicológica para la mujer. Se cuentan la vida, los problemas, comentan la actualidad...
También son muchos los inmigrantes que atiende. Hay algunos que huyeron de sus países de origen por motivos políticos y llegaron a España sin nada. Los hay de Venezuela, de Nicaragua, y también de Europa del Este. Con estos últimos el lenguaje es un problema. "Es difícil entenderles, son idiomas complicados".
Al principio de la cuarentena, el padre Jaime pidió a su madre que se marchara al pueblo para estar más segura. "Está sola, pero aislada y protegida". Su hermano pasa estos días en el campo. "Claro que echo de menos a la familia, pero entendí que yo debía estar aquí, que este era mi lugar". Fue consciente desde el principio de la magnitud de la crisis sanitaria que se avecinaba, pues vivió varios años en Madrid, epicentro del coronavirus. Conserva el contacto con muchas personas de la capital de España y han muerto varias personas que conocía. Por eso siempre sale a la calle con protección y sigue los protocolos de desinfección. "Más de una vez, he llegado a casa, he desinfectado todo y me han llamado para una donación. Y he tenido que volver otra vez a salir, lógicamente". Luego, en la Oliva, ha podido ver la otra dimensión de la crisis, la social. También ha ido a administrar los sacramentos al hospital.
A pesar de todas las dificultades, no ha faltado ni un día a una cita: la misa. Ha oficiado todas las tardes y ha retransmitido la eucaristía a través de su perfil de Facebook. Hay momentos en los que se conectaron hasta 300 personas para seguirla, algunas de ellas desde EEUU, familiares de vecinos del barrio. "En alguna ocasión me sonaba el teléfono en mitad de la misa y se cortaba la retransmisión. Lo he hecho desde mi propio perfil, porque la parroquia no tiene creado ninguno y yo aceptaba todas las solicitudes".
En Sevilla hay muchas personas que lo conocen como Father James. Así lo bautizó el director del colegio Yago School, del que es capellán. También lo es del Centro de Educación Secundaria María Inmaculada. La suspensión de las clases le ha dado más tiempo para volcarse en la ayuda a los más desfavorecidos. "Como el Yago es un centro bilingüe, es habitual que a todo el personal les den un nombre inglés. El caso es que a mí cada vez hay más gente que me conoce como Father James". De hecho, la persona que puso en la pista a este periodista sobre la labor que estaba desempeñando el cura durante la cuarentena pensaba que era británico. "El caso es que habla muy bien español, no sé cuánto tiempo llevará en España". Y tanto que habla bien, como que se llama Jaime y es de Triana.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Alhambra