"El fracaso educativo es fruto de una vida fácil que no requiere educación"
Son y están
El hijo de una familia de traperos, nacido en la barriada de Begoña y criado en la de Los Carteros, es hoy uno de los investigadores sevillanos cuya labor genera más expectativas a nivel internacional. En esta semana de Feria ha coordinado en Sevilla una reunión con científicos de la Universidad de Magdeburgo y de la Universidad París Descartes.
LAS sinapsis, cruciales para la transmisión entre las neuronas del impulso nervioso, son el ámbito de investigación elegido por este profesor y científico que lidera un grupo en el Centro de Investigación Biomédica en Red para el Estudio de Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned). Hace diez años recibió el premio al mejor joven investigador, concedido por la Organización Europea de Biología Molecular. El pasado mes de abril, la Universidad de Sevilla, con el patrocinio de Endesa, le entregó, a él y a su equipo, el galardón a la investigación más relevante dentro del ámbito de la Hispalense, en su caso dedicada a una proteína de las vesículas sinápticas, y que fue portada de la prestigiosa revista The Journal of Neuroscience.
Que la pasión por la investigación, la atención a la familia y la vitalidad fuera del laboratorio en días de fiesta no son incompatibles me lo demostró el Jueves Santo, cuando vio mi correo electrónico para contactar con él, y estaba trabajando en el Instituto de Biomedicina de Sevilla. Y lo ha corroborado esta semana de Feria cuando ha compaginado su reunión de trabajo con nanotecnólogos de la Universidad de Magdeburgo (Alemania) y especialistas en microscopía avanzada de la Universidad París Descartes, que trabajan con él en un proyecto europeo que lidera, y su tiempo de relajo compartido con la Feria como telón de fondo.
Rafael Fernández Chacón tiene 45 años y está casado con una profesora de Inglés en Enseñanza Secundaria. Tienen dos hijas y viven en Olivar de Quintos (Dos Hermanas), urbanización ahora con parada de Metro.
-¿Cuáles son sus raíces?
-Mi abuelo paterno y mi padre son traperos, la familia tiene una empresa de reciclaje, Alternativa Ecológica. Soy el mayor de cuatro hermanos, los otros tres se dedican al negocio familiar. Mi madre es ama de casa. Nací en la barriada de Begoña pero mis raíces están en la barriada de Los Carteros. Hace setenta años, los padres de mis padres fueron de los fundadores de ese núcleo urbano, llamado así porque las primeras parcelas se las vendieron a carteros. Estudié en un colegio concertado que ya no existe, el María Auxiliadora, en lo que hoy es Ronda de Pío XII. Después estuve en el Instituto de Bachillerato Pino Montano. Guardo un extraordinario recuerdo de ambos centros, por los profesores tan magníficos que tuve y lo mucho que aprendí.
-¿Por qué optó por la medicina y la investigación?
-A mi abuelo paterno le interesaba la medicina, algunos de mis tíos eran ATS, y de sus conversaciones y experiencias respiré ese interés por resolver problemas que has de atender a la fuerza. Desde chaval me gustaba la investigación. Al principio, más decantado hacia la ecología, como todo el que veía en la tele a Félix Rodríguez de la Fuente. Con un amigo que fue a Ingenieros, compraba a medias la revista Investigación y Ciencia. Vi que lo que me gustaba se hacía en la Facultad de Medicina. Me faltó una décima para entrar inicialmente en esa carrera, y me metí en Biología. Después simultaneé las dos, y saqué las dos pronto.
-¿Su familia entendía su querencia hacia la investigación?
-Siempre me han apoyado. Todavía veo hoy a muchas familias donde le ponen el pero a que sus hijos se dediquen a eso. Dicen: "Es muy buen estudiante pero se quiere dedicar a la investigación". Esa mentalidad hay que cambiarla. Prefieren que sus hijos sean abogados, arquitectos, ingenieros o cualquier otra profesión, antes que investigadores, pese a la reputación que llegamos a alcanzar.
-¿Es más que una profesión?
-Para mí es un modo de vida. Has de desarrollar valores como la precisión, la credibilidad, el esfuerzo, la superación de las frustraciones, inasequible al desaliento. Y después llegan las satisfacciones, las he saboreado. Todo eso se lo transmito a quienes empiezan. Tengo la convicción de que merece la pena la enorme cantidad de tiempo que le dedico. Creo en lo que hago, lo vivo como un reto, un compromiso. Tengo un apoyo familiar importante para vivir la investigación casi como un sacerdocio.
-La ciencia de hoy, ¿o es en red o no es ciencia?
-La ciencia es intrínsecamente internacional, los contactos son diarios. Cada uno ha de procurar desarrollar un trabajo genuino y con influencia internacional, incluso si te relacionas con otros grupos en España, como el de José Javier Lucas, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC - Madrid), con el que acabamos de publicar una investigación sobre la enfermedad de Huntington. Y mis doctorandos tienen por obligación ese horizonte, en el que tienen que demostrar los que saben, aprender más y exponerse. El primero se fue a Stanford, el segundo se va a Memphis, y dos más de mi laboratorio irán pronto a Los Ángeles.
-Ha usado el término 'exponerse'. No es frecuente escucharlo en Sevilla por lo que tiene de salir del nido y asumir riesgos.
-Esa es nuestra arena, nuestra maestranza. Ahí es donde tenemos que estar. Si ignoras eso, no sabes lo que es la ciencia y no alcanzas influencia internacional.
-¿Por qué elige especializarse en las sinapsis?
-Hice en 1995 mi tesis doctoral con un gran investigador como Guillermo Álvarez de Toledo. Trabajé con él en los mecanismos que hacen que una sustancia, un neurotransmisor, se libere al exterior. Eso es un elemento fundamental en la comunicación intercelular. El cerebro está formado por un millón de millones de neuronas y otras células en el cuerpo tienen que comunicarse unas con otras. La forma de comunicarse es liberando una sustancia química de una neurona u otra célula que va a la otra neurona, receptora, y lo adquiere de una forma específica. Así se establece la comunicación. En esa época empecé a interesarme por ese tipo de problema y a partir de ahí, trabajé en dos estancias posdoctorales, en el periodo 1995-2001, primero en Dallas a las órdenes de Thomas Südhof, en el Instituto Médico Howard Hughes, y después en Alemania, en el Instituto Max Planck en Göttingen, en el laboratorio de Christian Rosenmund.
-Explique alguna de sus investigaciones.
-El estudio de proteínas (y de sus genes) en las vesículas sinápticas que son las que hacen que liberen o no la función de neurotransmisor. La actividad de ese disparo provoca un desgaste molecular. Hoy estamos trabajando sobre todo con una proteína llamada CSP, que cumple una función importante en proteger el terminal nervioso y reparar a otras proteínas que se desgastan con el uso. Eso es relevante. En una zona importante del cerebro para la memoria, el hipocampo, hay neuronas que disparan muy rápidamente y otras más lentamente. Trabajando con ratones vamos profundizando en el conocimiento de la degeneración del terminal presináptico, viendo qué ocurre cuando se les quita esa proteína, las terminales claudican antes cuando no la tienen. Creemos que a través de este modelo de investigación básica podremos alcanzar información relevante para saber qué ocurre en una patología humana.
-¿Puede tener incidencia en la nueva medicina molecular?
-Estamos en lo que sería la base de esa pirámide de la biomedicina. Por poner un símil, nos interesamos por las materias primas. Obviamente, sí pensamos cómo puede ser aplicado a resolver algún tipo de problema. Y eso pretendemos dentro del Instituto de Biomedicina, ligado al Hospital Virgen del Rocío. Pero esto es investigación básica, y me cuido mucho de decir: "Con esto vamos a resolver este problema". No perdamos el norte. A partir de mucha y buena ciencia básica, se pueden alcanzar algunas patentes. En California, la gran industria de la tecnología y la ciencia surgió de crear en las universidades grandes polos de investigación básica.
-¿La puesta en marcha del Instituto de Biomedicina va a suponer en Sevilla un salto cualitativo?
-Ese es el compromiso de muchos de nosotros. Es muy estimulante el contacto con los investigadores clínicos. Una línea que estamos abriendo es el estudio, en las enfermedades de distrofia muscular, de una molécula similar a la sinaptotagmina que hemos estudiado nosotros. La comunicación de calidad y las colaboraciones son muy importantes en esta carrera de fondo. Aquí hay que tener impulso y a la vez resistencia. Trabajar y discutir mucho los proyectos para pensarlos muy bien. Si conseguimos mantener el nivel de financiación, haremos investigacion competitiva internacional. En mi grupo, todos los fondos que logramos son públicos y competitivos, a los que aspiramos presentando buenos proyectos. Con el orgullo de trabajar por el bien común y la obligación de gestionarlos bien como en una empresa y rendir cuentas. Como debe ser.
-¿Qué capacidad tiene un científico, o un grupo de ellos, para mejorar la gestión de la ciencia y la universidad en España?
-Lo primero es la participación en la evaluación de la ciencia. A nivel político, participé hace años en un Pacto por la Ciencia. Ese compromiso debe mantenerse, siempre primando el criterio de la calidad, la única garantía de que nuestro sistema sea influyente y respetado internacionalmente, con una valoración que distingue la ciencia complaciente de la relevante.
-¿Cuál es su frontera del conocimiento?
-Ese terminal nervioso que se degenera al quedarse sin una proteína, comprender todos los por qué, las etapas que existen hasta que deja de funcionar. Hemos quitado una pieza de reloj y el reloj se ha parado. Quiero comprender eso. Cuando lleguemos ahí, veremos otra cosa. Como me decía Tom Südhof, mi mentor en Estados Unidos, "cuando subes la montaña y llegas arriba, verás un paisaje muy bonito, pero también que hay otras montañas más altas a las que llegar".
-Usted también es profesor de universidad. ¿Qué piensa cuando ve los datos sobre el fracaso educativo en nuestra tierra?
-Es el resultado de apostar por valores equivocados. Tiene que mejorar de modo fulminante. Hay una frase que se aplica a la investigación: "Invertir en investigación puede ser caro. Pero no invertir nos va a costar carísimo". El pasado verano estuve en Shanghai en una reunión científica. Y nos llevaron a otra ciudad al sur donde han creado ¡14 universidades! Y una inversión impresionante en investigación y desarrollo. Veía en todos una ilusión enorme en conseguir las más altas cotas. Aspiraciones que cada vez se ven menos en Europa, sociedad satisfecha que busca vida fácil, como la de aspirar sólo a sacar una plaza de funcionario. En Sevilla también hace daño esa mentalidad de: "Si para tener una vida fácil no me hace falta educación, ¿para qué voy a tener educación?".
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