Mucho más que un fotógrafo
La Campana
Su aportación a las hermandades ha sido impagable. Todo lo hacía por altruismo
Muere Jesús Martín Cartaya, cronista gráfico de Sevilla y sus tradiciones
Nunca más habrá un fotógrafo como Jesús Martín Cartaya. Ni en Sevilla, ni en el resto del mundo. Mejores o peores los puede haber, pero nadie que sea como él. En un manual de la fotografía se podrían incluir diversos modelos de fotógrafos. Y, sin embargo, Jesús era diferente, quizá porque no era un fotógrafo profesional, ni artístico ni periodístico. Sabido es por todos los sevillanos de su tiempo que trabajaba en Cortefiel y que eso también se le notaba. Era el único fotógrafo que acudía a todo vistiendo chaqueta y corbata. Circunstancia no desdeñable, ni secundaria. Ya que, como él mismo decía, en aquel tiempo hacer las fotos así vestido era un plus y se le abrían puertas cerradas para otros.
Jesús Martín Cartaya era un señor que hacía fotografías. Muchas de esas fotos sólo las conseguía él. Al decir un señor se debe entender como un señor. Con un señorío aprendido por su educación y porque era ante todo un cofrade. Lo de señor y lo de cofrade era para él más importante que las propias fotos. Nadie tenía el material gráfico que él atesoró a lo largo de su vida. Sin embargo, fue capaz de romper no pocas fotos antes que ofender. Material sensible tenía, y yo vi algunas que me enseñó en su momento. Como no las quiso hacer públicas, es mejor no insistir en eso. Álvaro Pastor Torres, en su necrológica, ha contado muy bien el caso de la salida de El Silencio. Y de cómo Jesús Martín Cartaya prefirió ser leal a su amigo Juan Delgado Alba, antes que faltar a una promesa.
Porque era un señor cumplía lo que prometía. Formaba parte de una dinastía. En aquel tiempo de los años 60 y 70 del siglo XX casi todo lo concerniente a la Semana Santa se manejaba a través de dinastías y familias. Los Martín Cartaya eran de la Hermandad de La O, donde sus hermanos tuvieron importante participación. Ramón, Vicente, Jesús… Pero Jesús era un capillita con una cámara, no un dirigente cofrade, como su hermano Ramón, que además de hermano mayor fue pregonero y uno de los cofrades más influyentes de su tiempo. Jesús influía porque tenía el material gráfico que nadie más había podido captar. Y era una figura incontestable, que se plasmó primero en Abc y el Boletín de las Cofradías, después en Diario de Sevilla, entre otras publicaciones, sin ser un fotoperiodista profesional, ni mucho menos un fotógrafo artista.
Entre el color y el blanco y negro, Jesús siempre fue devoto del blanco y el negro, que son los colores de la Soledad y mezclan lo austero con lo popular en las justas dosis. Así era él, aunque su color como capillita fuera el morado de La O.
Su aportación a las hermandades ha sido impagable. Todo lo hacía por altruismo. Su aportación a la historia cotidiana de la Sevilla de su tiempo también. Fue fotógrafo de las costumbres, de las fiestas, de su afición taurina, de todo lo que se movía en la ciudad. Gracias a Álvaro Pastor Torres y a Pepe Morán su legado está a salvo y permanecerá en la Universidad de Sevilla. No se han perdido sus fotos, pero se nos va una gran persona, un señor de la Sevilla en blanco y negro, que vestía como un señor y que lo fue durante todos los días de su vida.
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