La familia de Marta del Castillo apoya que haya cámaras en el juicio
El padre de la joven apuseta porque todos vean las caras de los acusados, de frente
Antonio del Castillo, el padre de la joven sevillana desaparecida y asesinada la noche del 24 al 25 de enero de 2009 en una vivienda de León XIII, se mostró ayer a favor de que las cámaras de televisión puedan entrar en la sala donde serán juzgados a partir del próximo día 17 de octubre los cuatros acusados mayores de edad, y recordó que en otros juicios, como el de la pequeña onubense Mari Luz Cortés, "todos vimos las caras de los acusados".
En una carta abierta, el padre de Marta del Castillo se refirió de este modo al recurso de súplica elevado por Samuel Benítez ante la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla para que las cámaras no entren en la sala de la vista oral, y dijo no entender el motivo, pues "todos vimos las caras, de frente, de los acusados del asesinato de Mari Luz Cortés o la cara de María José Campanario y su madre".
Tras poner de manifiesto que "nadie debería lucrarse" con la "retransmisión", Antonio del Castillo aseveró que, "ciertamente, no nos parece mal que toda España se dé cuenta de que la Justicia se ha convertido en un acto de fe, que las pruebas hablan de culpabilidades y los jueces de absoluciones".
Asimismo, quiso dejar claro que "nadie de la familia ha pedido en ningún momento que el juicio sea retransmitido por televisión y que, por supuesto, nunca nadie de la familia ha cogido ni cogerá en un futuro retribución monetaria alguna ni cualquier otro tipo de beneficios". "Muy al contrario, entre las dos familias se pusieron fondos para poder hacer frente a los gastos para carteles, camisetas, chapas y las pancartas de que disponemos en las manifestaciones", según prosigió el padre de Marta, quien agradeció a las empresas "que nos hicieron rebajas sustanciales e incluso no nos cobraron algunos de estos productos".
El abogado de Samuel Benítez, Manuel Caballero, durante esta semana ha presentado un recurso para que las cámaras no entren en la sala, todo ello al objeto de preservar la intimidad de su patrocinado y también de los testigos, con el fin último de que éstos "declaren libremente, sin presiones y sin estar coartados".
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